Esta fue la historia de las dos Américas. En Las Vegas, en los casinos resonaba la letanía del sí que está a punto de llevar al desenfrenado Donald Trump a su mayor victoria hasta la fecha. En Washington DC, la civilización todavía existía. En la semana en la que la apuesta xenófoba de Trump para ser el candidato republicano a la presidencia empezaba a parecer imparable, el hombre cuyo americanismo ha sido cuestionado se reunía con Virginia McLaurin, una mujer de 106 años.
En la fotografía oficial de Pete Souza en la Casa Blanca sobre este encuentro, el presidente Obama estalla con una adorable sonrisa cuando la primera dama baila con McLaurin, a la que han invitado a visitar la Casa Blanca en reconocimiento por los trabajos comunitarios que realizó durante décadas en la capital de Estados Unidos. El encuentro también fue una celebración del Black History Month y la foto de Souza logra ser tanto íntima como histórica. Hay tres afroamericanos en la Casa Blanca. La habitación en la que está –la habitación azul– está opulentamente decorada con estrellas de oro, muebles de estilo imperial, y un retrato de algún importante padre de la nación sujetando un pañuelo blanco con su blanca mano.
Este es solo un ejemplo de la gran colección de fotografías vistosamente humanas y, a menudo, divertidas que no se publicaron a través de la oficina de prensa de la Casa Blanca pero sí en Flickr y en Instagram. Con ellas Souza ha documentado momentos de la administración Obama que jamás serán olvidados.
Estas fotografías son preciados documentos históricos. Los críticos de izquierda y de derecha han reprochado absolutamente todo en los dos mandatos de este hombre sobradamente inteligente y decente. Desde el fracaso del cierre del centro de detención Guantánamo (todavía lo está intentando) hasta del continuo malestar económico que ha impulsado a la que se perfila como las elecciones presidenciales más extremas desde 1860. Sin embargo, las fotografías de Souza cuentan una historia diferente, la única que importa. Obama ha conseguido lo imposible y ha hecho de la Casa Blanca el hogar de un afroamericano durante ocho años.
Si la imagen de McLaurin –que nació en 1909, un tiempo en el que la guerra civil todavía vivía en la memoria de muchos americanos– visitando al primer presidente negro de Estados Unidos no comunica el dúctil poder de la era Obama, repasemos otras fotografías de Souza.
En 2012, inmortalizó a Obama inclinándose para que un niño de cinco años de Filadelfia llamado Jacon pudiera tocar su cabeza. El chico le dijo a Obama: “Quiero saber si mi pelo es como el tuyo”. A lo que el presidente contestó: “Tócalo, colega”.
Jacob de Filadelfia solo es una de una larga lista de niños afroamericanos que ha visitado a Obama en la Casa Blanca, en encuentros conmovedores, espontáneos y cómicos que han sido captados por la cámara de Souza.
En una entrañable imagen en blanco y negro, Souza muestra a un niño de tres años llamado Clark Reynolds mirando con asombro cómo Obama toca su mejilla. La fotografía fue tomada desde la altura del niño y captura brillantemente el ojo del niño mirando al presidente. Solo vemos la mano de Obama acariciando la cara de Clark. A diferencia de todas las pinturas y fotografías de los anteriores presidentes, esta no es una mano blanca. ¿Cómo puede decir alguien que esto no significa nada? El pequeño Clark Reynolds evidentemente piensa que significa algo, y eso mismo hace Souza, cuya fotografía quizá se ha convertido en la más poética y la más conmovedora del último año de Obama en el cargo.
No todos los deliciosos, cálidos y humanos instantes inmortalizados por Souza en la Casa Blanca son un capítulo de la historia, por supuesto. La mayor parte del tiempo, él simplemente capta el sentido del humor y sus agudas habilidades sociales. Hay una genial imagen del presidente fingiendo haber sido atrapado por una telaraña invisible, lanzada por un niño disfrazado de Spiderman.
En otro momento adorable, el presidente demuestra sus mejores dotes como padre entre bastidores, antes del recital de baile de su hija.
Un retrato más reflexivo captura las tensiones y los secretos del poder con un Obama reflejado en un espejo de la Casa Blanca, con el dedo índice sobre sus labios, absorbido en una intrigante conversación.
¿Qué hace de Souza un cronista tan ideal del día a día de la presidencia de Obama? La respuesta es sorprendente. Antes de dedicarse a documentar la vida en la Casa Blanca del primer presidente negro, Souza hizo exactamente el mismo trabajo para el primer actor de Hollywood que gobernó desde el Despacho Oval. Desde 1983 hasta 1989, fue el fotógrafo oficial de Ronald Reagan. Quizá su fotografía más famosa de aquella época es la que muestra a Ronald y Nancy Reagan conociendo a Michael Jackson, ataviado con una chaqueta de estilo militar cubierta de lentejuelas. Reagan parece lógicamente confuso, ¿es el rey del pop o el comandante del programa de defensa de Star Wars?
Quizá haya más conexión entre Reagan y Obama de lo que pueda parecer en un primer momento y Souza pudo verlo. Los dos son grandes comunicadores. Ninguno deja que la pomposidad del despacho los convierta en engreídos. Reagan, como Obama, tuvo tacto humano, capacidad para relacionarse con la gente.
El simple hecho de ser humano es una rara cualidad entre los políticos modernos. Parecer relajado en la oficina es incluso más extraño. Reagan se hizo célebre por poder bromear en tono relajado sobre una guerra nuclear. Quizá tuvo aterrorizados a los activistas por la paz, pero el público estadounidense le cogió confianza gracias a la sencillez que proyectaba.
Obama, del mismo modo, proyecta absoluta sencillez en su presidencia. No es amor al poder. El fotógrafo Souza nunca lo retrata pareciendo arrogante, o distante, o peligroso. En estas fotografías siempre parece feliz y modesto en su oficina. En una fotografía suya choca el puño con un limpiador de un edificio gubernamental y capta, en silencio, su sensación de una de las mayores realidades de desigualdad que se extenderán más allá de sus ocho años de mandato.
Las informaciones sobre las fotografías de Souza tienden a decir una y otra vez lo “genial” que es el presidente, pero esa palabra no significa nada. Esas imágenes cuentan la verdadera historia de un presidente en la que las palabras han fracasado. Después de todo, el odio, la ira, las teorías sobre su nacimiento, las críticas de izquierdas y de derechas, e incluso la admiración liberal blanca hacia un “genial” colega negro se ha desvanecido en balbuceos del pasado. Las fotografías de Souza contarán la historia de un líder que estuvo en calma bajo el incendio, sin inmutarse por el peso del despacho, insaciablemente humano, y que mostró el camino para todos los niños que han pasado por el Despacho Oval, y para millones más, para ser buenas personas, buenos estadounidenses y buenos ciudadanos del mundo. ¿Echaremos de menos a este hombre en estas fotografías? Por supuesto que sí.
Traducido por Cristina Armunia Berges