La serie 'McMafia' te pondrá los pelos de punta pero la realidad es mucho peor
La nueva y espléndida serie de la BBC, McMafia, sobre los oligarcas y el crimen organizado en Rusia, ofrece al espectador muchos momentos apasionantes. ¿Quién se podría haber imaginado que un cuchillo de caviar pudiera ser tan letal? ¿O que los sicarios podían llegar hasta los condados del Este y del Sudeste de Inglaterra y ensuciar los elegantes muebles con un sangriento mensaje de Moscú?
Los conocedores de Rusia más puristas han expresado algunas reservas. ¿Hablaría Alex Godman, educado en el Reino Unido e hijo de un mafioso ruso, interpretado por James Norton, hablaría con su padre en inglés y sin una pizca de acento? ¿Y dónde están los guardaespaldas? Al fin y al cabo, forman parte del día a día de cualquier hombre de negocios de Moscú que se precie y, sin embargo, su ausencia resulta destacable en situaciones en las que sería necesaria la intervención de un tipo duro.
A pesar de estos detalles, las ideas que subyacen, y que están basadas en un libro de no ficción escrito por el periodista Misha Glenny, describen una realidad. Las organizaciones de crimen organizado todavía pueden mover grandes cantidades de dinero por el mundo entero, gracias a un sistema bancario y financiero que permite que se escondan detrás de un entramado empresarial anónimo y que hace pocas preguntas.
El periodismo de investigación ha hecho muchos esfuerzos para ir derribando muros de secretismo en torno a cuentas en paraísos fiscales. En 2016, the Guardian colaboró con otros medios de comunicación para publicar los papeles de Panamá, a partir de documentación del bufete de abogados Mossack Fonseca, especializado en constituir sociedades pantalla.
Personas reales que parecen personajes de ficción
Como indicó Bastian Obermayer, el periodista alemán que consiguió la filtración, los clientes de este bufete eran en su mayoría “escoria”. En los documentos, encontramos traficantes de droga que podrían haber salido de la serie McMafia. También traficantes de armas, oligarcas, fabricantes de material militar, estafadores y cleptócratas, así como políticos, deportistas de élite y primeros ministros. Un gran amigo de Vladímir Putin, el violonchelista de San Petersburgo Sergéi Roldugin, apareció relacionado con flujos de capital valorados en miles de millones de dólares hacia paraísos fiscales. Este dinero iba de Rusia a Panamá, las Islas Vírgenes Británicas y luego regresaba a Rusia.
En una reveladora escena del primer episodio de McMafia, Alex Godman comenta que desviará fondos a Mombai “sin dejar rastro”. Indica que creará un complicado entramado de empresas en distintos paraísos fiscales. “Un sistema especial” en las Islas Caimán permite que pueda prestar dinero a otro sistema parecido en las Bahamas. Estamos hablando del clásico lavado de dinero. Puede parecer ficción pero lamentablemente es una realidad.
No todos los que se benefician de los paraísos fiscales son miembros del crimen organizado. Si algo quedó claro tras la publicación de los papeles de Panamá y de los Papeles del Paraíso, que también fueron publicados por the Guardian en colaboración con los mismos medios de comunicación, en este caso en noviembre, es que los paraísos fiscales no son una cuestión insignificante de nuestro sistema económico; son el sistema.
La carga impositiva ha pasado de las grandes multinacionales y de los ricos a las personas de a pie. Los paraísos fiscales lo han hecho posible. Nosotros, los que pagamos impuestos, somos los pardillos.
Glenny también está en lo cierto cuando destaca otra cuestión: el papel clave que desempeña el Reino Unido en general, y Londres en particular, para facilitar la fuga de capitales. Solemos consolarnos pensando que este tipo de situaciones se dan en otros países. Lo cierto es que pasa muy cerca de nuestras casas, en las impecables mansiones de los barrios de Belgravia y de Kensington, donde se está rodando McMafia. Los bufetes de abogados, los agentes inmobiliarios y los expertos en constitución de empresas del Reino Unido lo hacen posible.
Para muestra, un ejemplo concreto. La firma de abogados londinense Child & Child parece respetable: una oficina con vistas a los jardines del Palacio de Buckingham, una página web con imágenes de mansiones estilo georgiano neoclásico y muchas columnas. En 2015, Child & Child constituyó una empresa pantalla en las Islas Vírgenes Británicas, uno de los principales paraísos fiscales en el Reino Unido. Las beneficiarias de la sociedad eran Leyla y Arzu Aliyeva, hijas del presidente de Azerbaiyán.
Las dinastías postsoviéticas
Como muchos otros hijos de influyentes dinastías postsoviéticas, Leyla y Arzu Aliyeva tienen muchas propiedades en Londres, valoradas en muchos millones de libras esterlinas. La nueva sociedad creada en un paraíso fiscal, Exaltation Ltd., fue constituida con el fin de englobar sus activos inmobiliarios. Child & Child debería haber identificado a sus clientas como “personas con conexiones políticas” pero esto implica que se investigue el origen de la riqueza familiar. Así que no lo hizo. Su actuación no ha tenido ningún tipo de repercusión.
Los expertos en blanqueo de dinero tienen preferencia por un tipo de compañía: les gustan las empresas de Reno Unido, con nombres de postín. De 2010 a 2014, los rusos bien relacionados blanquearon más de 20.000 millones de dólares, que fueron transferidos de Moscú a bancos occidentales. Lo hicieron a través de un elaborado plan en el que participaron jueces moldavos, un banco letón y una serie de redes de empresas integradas en el Registro de Empresas de Londres (Companies House). Eran “gestionadas” por empresas con sede en remotos paraísos fiscales.
Antes de empezar a escribir sobre esta cuestión, mandé varios mensajes a [empresas de] las Islas Marshall; un soleado país formado por atolones en el Pacifico. No obtuve respuesta. No me sorprendió: estas “gestoras” no desempeñan ninguna función real (también podría haber puesto las cartas en una botella y la podría haber lanzado al mar, con idéntico resultado).
La Agencia Nacional contra el Crimen del Reino Unido expresó su interés en nuestros hallazgos, pero dijo que no podía hacer nada, ya que los posibles autores de estos delitos estaban muy lejos. Todo resultó ser muy complejo.
La “lavandería mundial”
Los bancos también se encogieron de hombros. Los principales bancos del Reino Unido y los bancos extranjeros con sucursales en Londres han canalizado transacciones procedentes de lo que se conoce como la “lavandería mundial” por valor de 738 millones de dólares. Todos estos bancos tienen sofisticados departamentos cuyo objetivo es acabar con la delincuencia financiera. Se trata de un problema de volumen. “Es como buscar una aguja en un pajar”, me contó una fuente del sistema bancario.
Entonces, ¿cómo se puede terminar con la mentalidad McMafia, que ahora ha llegado a nuestras pantallas de televisión y que nos mostrará más violencia en los próximos episodios? En mayo de 2016, David Cameron prometió que constituiría un nuevo registro público que por primera vez identificaría a “la persona más significativa” que se escondía detrás de una empresa del Reino Unido. Era un primer paso. Dos meses más tarde, Cameron dejaba de ser primer ministro.
El gobierno de Theresa May no ha mostrado ningún interés en llevar a cabo esta modesta reforma. Una medida cambiaría las reglas del juego: que el Reino Unido obligara a sus territorios de ultramar a constituir registros públicos similares al prometido por Cameron e identificara a los propietarios. Más de la mitad de las sociedades de los papeles de Panamá tenían su sede en las Islas Vírgenes Británicas.
Es cierto es que los oligarcas rusos, como el oligarca de McMafia Dimitri Godman, pueden salirse con la suya y esquivar el sistema utilizando a sobrinos, amigos o sus chóferes como testaferros. O mintiendo. Sin embargo, esta reforma promovería la transparencia y supondría un golpe para la cultura del anonimato que ha contaminado el mercado inmobiliario londinense. También enviaría el mensaje de que el Reino Unido tiene el firme propósito de luchar contra el crimen organizado.
Todos podemos constatar las consecuencias de la McMafia: una sociedad fragmentada y un sistema que se ha convertido en el patio de recreo de los más deshonestos a escala internacional. Roban en casa y se benefician de las garantías que les brinda nuestro sistema legal.
Luke Harding fue corresponsal de the Guardian en Moscú y el autor del libro 'Mafia State and Collusion'.
Traducido por Emma Reverter