El primer usuario fue apodado “el sueco masturbador”, tras detallar sus costumbres. Otros se enfrentaron a Dinamarca y a Donald Trump, generaron indignación al preguntar por qué a la gente no le gustan los judíos y confesaron que preferirían estar teniendo relaciones sexuales.
Tras casi siete años de confusión, polémicas y humor, @sweden, la primera cuenta de Twitter de carácter nacional en ser otorgada, sin filtro, a un ciudadano diferente cada semana, publicará su último tuit a fin de mes, según han informado los organizadores.
Lanzado en 2011 para “aumentar el interés en Suecia y demostrar en la práctica que es un país abierto y democrático”, el proyecto Usuarios de Suecia ha ganado varios premios, ha conseguido casi 150.000 seguidores y han sido imitado por varios países, incluido @Ireland (Irlanda).
“Fue una iniciativa innovadora cuando la lanzamos”, cuenta Anna Rudels, del Instituto Sueco, uno de los promotores del proyecto. “Internet y las redes sociales han evolucionado desde entonces a una velocidad sin precedentes. Todo proyecto debe acabar y es hora de que sigamos adelante”.
El 30 de septiembre, cuando el último usuario de @sweden publique su último tuit, un total de 365 ciudadanos de Suecia habrán publicado aproximadamente 200.000 tuits en la cuenta. Rudels asegura estar “realmente agradecida” a todos ellos.
Los usuarios tenían libertad para escribir lo que quisieran y sólo se borraban los tuits que violaran una ley, tuvieran el objetivo de promocionar una marca comercial o representaran una amenaza para la seguridad. Se debía evitar el discurso del odio, el troleo y los ataques personales y se debían respetar las opiniones de otras personas.
El proyecto tuvo algún que otro incidente. En 2012 Sonja Abrahamsson, de 27 años, oriunda de un pueblo en el norte del país donde “todos somos familiares y todos tenemos tractores”, generó una tormenta al preguntar, aparentemente de forma inocente: “¿Cuál es el problema con los judíos? No salta a la vista si una persona es judía, a menos que le mires el pene, e incluso entonces, ¿cómo puedes estar seguro?!”.
Sara Persson también generó polémica en 2017 cuando le pidieron que dijera tres cosas que diferencian a los suecos del resto del mundo, y respondió: “No creemos en Dios. Confiamos en el Estado más que en nuestra familia. Le ponemos mermelada dulce a la carne” (a algunos estadounidenses no les sentaron bien las dos primeras respuestas).
En 2016, después de que Jenny Nguyen, una joven sueca estudiante de Derecho en intercambio académico en Hong Kong, revelara el acoso que había recibido, los organizadores admitieron que los usuarios cada vez recibían más ataques, a veces en campañas organizadas, y reconocieron que podrían verse obligados a cerrar la cuenta como último recurso.
Al año siguiente, la cuenta se vio en problemas tras adoptar una lista de 14.000 cuentas que una usuaria, Vian Tahir, experta en seguridad online, había bloqueado durante sus siete días al frente de @sweden porque las consideró “una amenaza contra los inmigrantes, las mujeres y la comunidad LGTBQ” o por tener vínculos con la extrema derecha o los neonazis. El Instituto Sueco rápidamente desbloqueó a todos tras comprobar que en la lista figuraban diputados, periodistas, un escritor muy conocido y un embajador.
Algunos usuarios se manejaron de forma admirable en medio de disputas que no habían generado ellos. El año pasado, cuando Donald Trump dijo en un mitin que Suecia tenía “problemas como nunca creyeron que fuera posible” después de “recibir una cantidad enorme” de refugiados, Max Karlsson, un joven de 22 años, defendió a su país con diligencia: “Hey Don, te habla @Sweden! Gracias por preocuparte, de verdad, pero no te quieras dar bombo. Comprobado: ¡estamos muy bien!”.
Traducido por Lucía Balducci