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The Guardian en español

El contrabando de animales salvajes que está haciendo millonarios a los hermanos Bach

Un oficial del parque nacional Kruger investiga el cuerpo sin vida de un rinoceronte abatido por cazadores furtivos.

Oliver Holmes / Nick Davies

Bangkok —

Una profunda investigación sobre crímenes globales con animales salvajes señala por primera vez a traficantes clave y vincula su comercio ilegal con altos cargos corruptos en los niveles más altos de un país asiático. Las averiguaciones, publicadas por the Guardian, exponen el papel central de los grupos internacionales del crimen organizado en la mutilación y asesinato de decenas de miles de animales y en la amenaza de eliminar especies en peligro de extinción como los tigres, los elefantes y los rinocerontes.

Esta información en profundidad identifica a sospechosos de tráfico de varios continentes, de Sudáfrica a Tailandia pasando por los mercados de China, donde se utilizan partes de animales en la medicina tradicional.

Durante el último año, the Guardian ha trabajado con investigadores independientes de Freeland, una organización contra el tráfico que ha proporcionado información y apoyo analítico a un equipo de vigilancia del gobierno tailandés. A falta de iniciativas internacionales efectivas para bloquear el negocio, Freeland ha acordado dar acceso exclusivo a la inteligencia que ha acumulado a lo largo de 14 años, que identifica a traficantes primarios. Estos datos apuntan a dos hermanos vietnamitas, los hermanos Bach, como principales sospechosos de controlar una ruta primaria de contrabando de animales en peligro de extinción.

Por otro lado, the Guardian tiene evidencias que señalan que el sector tiene apoyo político en varios países y que hay incluso un Estado que cobra un 2% del valor bruto de las importaciones ilegales de animales.

La publicación de estas informaciones coincide con una conferencia de importancia crucial que se está desarrollando en Johannesburgo desde el pasado sábado. Las 182 naciones que han firmado la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES) están debatiendo el futuro de los animales que la industria criminal está aniquilando. Este organismo mundial tiene la misión de regular el comercio internacional de animales salvajes, pero no tiene capacidad de imposición legal, lo que significa que la masacre de especies en peligro y su venta con fines lucrativos sigue sin disminuir.

Con un valor de 23.000 millones de dólares al año (unos 20.000 millones de euros), el tráfico de animales es el cuarto mercado negro más lucrativo, después del de drogas, el de personas y el de armas. Pero, en contraste con esos sectores, en este la aplicación de la ley a nivel internacional se ha mostrado deficiente.

Grandes márgenes de beneficio

Muchos animales emblemáticos se encaminan a la extinción: hoy solo quedan 30.000 rinocerontes vivos, un 5% de los que había hace 40 años. Los cazadores furtivos matan a unos 1.000 cada año, y esa cifra ha aumentado todos los años en los últimos seis.

Los elefantes están siendo aniquilados en proporciones aún mayores: solo en el último año mataron a 20.000 por sus colmillos. Los tigres salvajes, cifrados actualmente en 3.500, también se encuentran en peligro inminente.

Pero también hay animales más pequeños que se enfrentan a la extinción. Una especie de osos hormigueros denominados pangolines son transportados vivos en bolsas de rejilla atravesando fronteras para aprovechar sus escamas, que algunos creen que ayudan a las madres a amamantar. Varias subespecies vulnerables de tortugas, pitones, antílopes y aves están también en duro declive.

Las conclusiones de Freeland, junto con documentos y entrevistas policiales, imágenes de vigilancia y resguardos de transferencias bancarias, muestran cómo los hermanos Bach han aumentado drásticamente sus operaciones de contrabando de estos animales en los últimos tres años.

Hasta el momento, la atención internacional se había centrado casi exclusivamente en un hombre de Laos llamado Vixay Keosavang, considerado el cerebro del negocio y conocido como el Pablo Escobar del tráfico de animales salvajes. Pero esta investigación desvela que Keosavang parece haberse retirado del negocio en 2014, después de que el gobierno estadounidense estableciera una recompensa de un millón de dólares para acabar con sus operaciones: la única compensación monetaria que se ha ofrecido nunca a un traficante de animales.

Entretanto, el papel de los hermanos Bach ha permanecido oculto hasta el momento. Y mientras coordinan sus operaciones desde un discreto pueblo tailandés en la frontera con Laos, amasan enormes beneficios en ese negocio letal.

Muy conocidos en la zona por sus actividades criminales, que también incluyen contrabando de vehículos, los Bach gestionan negocios legítimos en la agricultura mayorista, los productos forestales, los materiales de construcción, la equipación eléctrica, los hoteles y los servicios alimenticios.

Los hermanos tienen su base de operaciones en Nakhon Phanom, una región rural en el lado tailandés del río Mekong, que marca la frontera con Laos. Tienen múltiples propiedades: almacenes, edificios de apartamentos, una flota de vehículos caros... Su supuesto cuartel general está construido en forma de fuerte, cubierto casi por completo por una jaula de barras de metal.

Sus coches, cuyas matrículas cambian con frecuencia, se desplazan de un lado al otro de la frontera. Uno de ellos fue grabado con un maletero hecho a medida que los investigadores creen que sirve de almacenamiento clandestino.

Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo

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