La semana pasada, a ambos lados del Atlántico los tribunales abordaron la relación entre el islam y Occidente, pero con resultados y enfoques radicalmente diferentes. En Estados Unidos, los tribunales federales en Hawái y Maryland frenaron el segundo intento de Donald Trump de activar un veto a los musulmanes. Mientras tanto, el Tribunal de Justicia de la UE, el órgano de justicia más importante de Europa, confirmó el derecho de las empresas para poder prohibir a las mujeres llevar velo.
Tanto el derecho europeo como el americano abarcan los principios de neutralidad religiosa y de no discriminación, pero la aplicación diferente de estas leyes refleja distintos niveles de disconformidad con la religión en general y una ansiedad demográfica con el islam en particular.
Tanto en EEUU como en Europa, los políticos han hecho demagogia sobre el islam dibujándolo como una amenaza mortal para la civilización occidental, y no les ha salido nada mal. La victoria de Trump, el ascenso de Marine Le Pen en Francia, y la sacudida hacia la derecha en Holanda, aun con la derrota electoral de Geert Wilders, son una gran evidencia de que el populismo da beneficios políticos. Y aún así, mientras los tribunales europeos regulan el velo año tras año, por lo general los tribunales estadounidenses se han negado a picar en el cebo anti musulmán.
En un caso interpuesto por nuestra oficina de asesoramiento legal y otras organizaciones asociadas, Darweesh contra Trump, un tribunal federal de Brooklyn prohibió el primer veto musulmán de Trump 24 horas antes de entrar en vigor, y después una serie de tribunales federales llegaron a la misma conclusión.
En las resoluciones de la semana pasada de prohibir el segundo veto a los musulmanes, los tribunales han rechazado los argumentos vacíos del gobierno de que el veto no tenía nada que ver con los musulmanes. Tal y como escribió el juez Derrick Watson en el caso de Hawái: “Cualquier observador razonable y objetivo concluiría... que el propósito secular declarado en la orden ejecutiva es, al menos, secundario, por detrás de un objetivo religioso de suspender temporalmente la entrada de musulmanes”.
Por lo tanto, el tribunal identificó fácilmente que las afirmaciones del gobierno para vincular el veto a un asunto de seguridad nacional eran solo un pretexto para su hostilidad religiosa. El fallo representa un continuado rechazo por parte de los tribunales a un miedo irracional hacia los musulmanes –islamofobia– diseminada por el presidente y su círculo íntimo.
En cambio, la decisión tomada por el alto tribunal europeo refleja una incapacidad para abordar el problema de la islamofobia de cara. Su decisión de esta semana confirmó el despido de una recepcionista belga por la multinacional de seguridad belga G4S porque llevaba un velo. Semejante resultado es impensable en un tribunal estadounidense.
La filial belga de G4S, no la compañía global, había adoptado una política para prohibir a sus empleados que llevasen símbolos religiosos visibles o participar en prácticas religiosas de cualquier tipo. A pesar de que la política se escribió de una manera genérica, no fue una coincidencia que el caso involucrase concretamente a una mujer musulmana. Este es uno de los innumerables casos de este tipo que se han producido en Europa en los últimos años, desde la prohibición de llevar burkas en público en Francia hasta la prohibición de usar velo a las profesoras en Suiza.
Mientras que los tribunales americanos han adivinado las intenciones del gobierno con sus alegaciones de no discriminación, los europeos han cerrado sus ojos ante la política anti musulmana adoptada por G4S.
Los tribunales de todo el mundo están en continuo diálogo con la sociedad y como tal sus decisiones son inseparables de la sociedad en las que se adoptan. Las decisiones europeas y estadounidenses reflejan las grandes diferencias en las orientaciones de ambas sociedades hacia los musulmanes. En EEUU, nuestra profunda experiencia con el pluralismo de todo tipo –racial, étnico y religioso– ha contribuido a formar un escudo de resistencia contra el populismo anti musulmán que ha excedido las barreras en Europa.
Chivos expiatorios religiosos
Es verdad que EEUU está lejos de ser inmune a los impulsos nacionalistas o a las apelaciones a la islamofobia –el triunfo de Trump lo demuestra– pero el temor a que los musulmanes se hagan con el poder del país es tiene muy poco crédito. Aunque Trump está presionando por una ecuación fácil hacia los musulmanes, refugiados y terroristas, los tribunales han demostrado ser más resistentes hacia los chivos expiatorios religiosos.
Por el contrario, gran parte de Europa parece afectada por la ansiedad que genera una bomba demográfica musulmana y la pérdida de la identidad europea. En este contexto, hay una fijación con el velo como una manifestación visible de una práctica cultural diferente, y los tribunales europeos han respondido en consecuencia.
El primer veto a los musulmanes en enero fue recibido por decenas de miles de manifestantes en aeropuertos de todo el país que se solidarizaban con los inmigrantes y refugiados musulmanes. Muchos de aquellos manifestantes portaban carteles con la imagen que se hizo famosa durante las Marchas de las Mujeres una semana antes: una mujer con un hiyab estampado con la bandera americana.
Precisamente cuando la administración Trump vilipendió a los musulmanes como objeto de desdén, manifestantes exaltaron a los musulmanes como un sujeto universal de derechos humanos. Para ellos, los musulmanes no son una amenaza contra la nación sino parte de ella, algo que no se puede imaginar que suceda en Europa. No ha habido protestas masivas por parte de europeos no musulmanes para oponerse al veto del velo, ni imágenes de mujeres francesas o belgas con hiyabs tricolor.
Irónicamente, incluso en la era Trump, en la que un nacionalista islamófobo está a los mandos del gobierno más importante del planeta, los tribunales estadounidenses y la sociedad se han comprometido para hacer una defensa de los valores pluralistas, no como sus homólogos europeos.
El resultado de las elecciones en Holanda da lugar a la esperanza, a que el sentimiento popular pueda estar cambiando. Quizá los tribunales europeos se envalentonen, y los americanos sigan manteniéndose firmes.
Traducido por Cristina Armunia Berges