Uno de los temas más recurrentes de la estrategia nacional de seguridad de Donald Trump es su plan de “quedarse el petróleo” de Irak y de las áreas controladas por ISIS. Sería como vaciar las arcas de ISIS y reembolsar los costes estadounidenses tras sus intervenciones militares en Oriente Medio, insiste el candidato.
Durante un foro organizado por la NBC el 7 de septiembre, Trump sugirió que el embargo de petróleo habría sido una manera de pagar la guerra de Irak: “Entramos y gastamos 3 billones de dólares, perdimos miles y miles de vidas y después... lo que pasa es que no recibimos nada. Ya sabes, el botín suele pertenecer al vencedor”.
“Uno de los beneficios que habríamos tenido si nos hubiéramos quedado con el petróleo es que ISIS no habría podido utilizarlo”, añadió.
La idea es anterior a la campaña presidencial de Trump. Ya en 2011, contó en The Wall Street Journal que esta sería su política para Irak. “Ya me has oído, incautaría el petróleo. No saldría de Irak y dejaría que Irán se quedase el petróleo”, e insistió en la ABC News en que eso no era un saqueo. “No estás robando nada, estás reembolsando lo gastado... como mínimo, y diría más. Estaríamos recuperando 1,5 billones de dólares”.
Como estrategia de seguridad, presenta grandes problemas desde casi todos los ángulos, según expertos en petróleo, estrategia, asuntos legales y estratégicos. En primer lugar, hay problemas en cuanto a principios y legalidad. La frecuencia con la que Trump invoca a los “botines de la guerra” parece recordar a épocas pasadas de conquistadores y saqueos propios del imperialismo, que son ahora ilegales bajo las leyes de la guerra.
“Según el derecho internacional, no puedes quedarte con los bienes civiles o incautarlos. Eso supondría un crimen de guerra”, explica Anthony Cordesman, que preside la estrategia Arleigh A. Burkede en el Centro de Estudios Estratégicos Internacionales en Washington. “Las exportaciones de crudo son casi la única fuente de ingresos iraquí. Por lo que tendríamos que pagar los salarios del Gobierno, mantener el Ejército, y habríamos desencadenado un nivel de odio mucho peor que el que ya provocamos. Sería el peor tipo de neocolonialismo. Ni siquiera los británicos hicieron semejante cosa”.
Jay Hakes, el autor de A Declaration of Energy Independence, estudio sobre las relaciones entre la seguridad nacional de EEUU y el crudo de Oriente Medio, es igual de implacable. “No es fácil reflejar la estupidez de esta idea”, escribió en Real Clear Energy. “Incluso nuestros aliados en Oriente Medio consideran que el petróleo en sus tierras es un regalo de dios y la única gran fuente de beneficios para mejorar sus países. Saquear el petróleo iraquí haría que nuestros actuales aliados contra ISIS se convirtieran en nuestros nuevos enemigos. El resultado sería que, cuanto menos, tendríamos que volver al enorme gasto militar y el despliegue de tropas estadounidenses que hubo durante el apogeo de la guerra”.
Hakes señala que Gen Douglas MacArthur, a quien Trump profesa admiración, hizo justo lo contrario cuando supervisó la ocupación de Japón. MacArthur aportó recursos para prevenir del hambre a la población. “Al renunciar a los botines de la guerra, MacArthur y EEUU se ganaron el respeto de los japoneses y del mundo, ayudando a legitimizar el estatus estadounidense como líder del mundo libre”, argumenta.
Una operación no tan rentable
Trump también podría tener una idea exagerada de cuánto petróleo está en juego cuando insinúa que podría haber ayudado a financiar la ocupación de Irak. Los iraquíes, dice, “tienen unas de las reservas de crudo más grandes del mundo, de todo el mundo”. Se calcula que el país tiene la quinta mayor reserva, pero la mayor parte de ese petróleo no está bajo control de ISIS.
“El territorio que tiene el grupo terrorista no tiene mucho petróleo debajo”, explica Jim Krane, investigador de estudios energéticos en el Instituto Baker de Políticas Públicas de la Universidad de Rice, en Houston. “En Irak, la mayoría de las reservas petrolíferas están en el sur, en torno al golfo Pérsico. Hay algunas en el norte, pero los kurdos entraron de repente y tomaron esa zona cerca de Kirkuk.
“Siria no es un gran productor de petróleo”, añade Krane. “Antes de la guerra producía 400.000 barriles al día. En 2015, 27.000 barriles. Es algo minúsculo. No hay mucha producción de petróleo controlada por ISIS. Cuando el barril estaba a 100 dólares era otra cosa, pero hoy en día no es un negocio muy lucrativo”.
El ejército estadounidense ya ha atacado las refinerías y vehículos de petróleo de pequeño tamaño que tiene ISIS para reducir sus ingresos, pero está claro que Trump tiene otra cosa en mente: incautar directamente los campos de petróleo con tropas militares. “Dejaríamos atrás a cierto grupo y tomaríamos varias secciones en las que tienen el petróleo”, dijo en el foro.
Ese “cierto grupo” tendría que ser bastante grande para controlar y proteger los campos de crudo, según Chris Harmer, antiguo marine y aviador naval y ahora analista militar. “Harían falta unos 100.000 efectivos, además de la equipación y las patrullas aéreas, para proteger los campos de petróleo y extraerlo”, apunta Harmer. “En teoría absorbería todos los activos que podemos desplegar. Olvídate del Pacífico o de África. Solo habría un objetivo: absorber los recursos petrolíferos de Oriente Medio”.
La presencia militar tendría que ser incluso mayor para extraer realmente el crudo. “Habría que ocupar la mayor parte de Siria para sacarlo del país, ya que los oleoductos van de los campos petrolíferos del este de Siria hasta la costa mediterránea, recorriendo todo el centro del país”, valora Krane. “No serviría de mucho limitarse a capturar los campos. Si quisiéramos robar el petróleo, haría falta una ocupación militar completa de Siria para controlar los oleoductos en toda su longitud, para poder llevar el crudo al mercado. Como mínimo, eso implicaría ocupar la ciudad de Homs, en el centro de Siria, así como las principales terminales sirias de petróleo, en Banias y Tartus. Todo eso se suma a la ocupación de zonas controladas por los rebeldes como Deir ez-Zour, donde están los campos”.
El despliegue tampoco sería llegar y besar el santo. Cuando Trump dice “coger el petróleo”, está claro que tiene en la cabeza las reservas. Para eso harían falta años. “No hay forma física de extraer las reservas más rápido de lo que se tarda en bombear el petróleo”, explica Cordesman.
Los costes de las operaciones militares serían mucho mayores que ningún ingreso que se pueda obtener. “Aun si lo incautáramos todo, no sería una forma muy rentable de financiar una ocupación”, plantea Krane. “Y eso antes de que empiecen a matar a militares y haya que enviarlos de vuelta a casa en bolsas para cadáveres”.
Traducción de Cristina Armunia Berges y Jaime Sevilla Lorenzo