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The Guardian en español

Ucrania quiere que su población regrese, pero antes necesita reparar sus ventanas

Anatoly, herido por los escombros causados por proyectiles de artillería, mira por los restos de una de las ventanas de su casa en Odesa.

Daniel Boffey

Kiev —

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La localidad de Shevchenkove quiere recuperar a sus habitantes. Sin embargo, existe un obstáculo de peso: muchos de sus edificios ya no tienen cristales en las ventanas. Desde los primeros días de la guerra hasta noviembre del año pasado, cuando las fuerzas ucranianas consiguieron hacer retroceder a los soldados rusos al otro lado del río Dniéper, Shevchenkove y sus aldeas circundantes, situadas en la región sureña ucraniana de Jersón, estuvieron en primera línea de los enfrentamientos.

Hicieron prisionero al alcalde y sus habitantes, aterrorizados, fueron bombardeados cada hora. Muchos huyeron. Luego, los rusos se retiraron. Aunque el peligro de ataques con misiles persistía, muchos quisieron regresar a sus hogares.

Ahora la zona tiene 11.000 habitantes, 5.000 menos que en tiempos de paz. En Shevchenkove, que antes de la guerra tenía 3.200 habitantes, ahora viven 2.200 personas. Para Oleg Pylypenko, alcalde de 37 años, que fue liberado en un intercambio de prisioneros, esta cifra no es suficiente. Quiere que vuelvan todos. Sin embargo, para ello debería superar un escollo claro: el vidrio, o más bien la falta de él.

Los lugareños quieren reconstruir sus vidas y sus hogares, pero llevará tiempo, y para ello es necesario haber regresado al pueblo. Los edificios más grandes de Shevchenkove, entre ellos un antiguo orfanato con dos residencias, podrían alojar a los que vuelvan a medio plazo, pero ya no tienen ventanas y, aunque las tuvieran, probablemente no tardarían en volver a ser destruidas.

Un proceso repetitivo

Aunque el sol dé calor estos días, el invierno ucraniano suele ser duro y frío, y es probable que Rusia vuelva a atacar el suministro eléctrico.

El problema se extiende por todo el país. Si se recorre casi cualquier ciudad, pueblo o aldea del este o del sur, llama la atención la abundancia de ventanas sin cristales. Se rompen aunque la explosión se produzca a una distancia considerable. Se ha roto una cifra incalculable de ventanas. Si se reparan, en muchos casos volverán a romperse.

En Shevchenkove, uno de cada tres edificios ha quedado destruido y la mitad ha sufrido algún tipo de daño. Son muchos vidrios rotos.

Mal equipada

Un conjunto de factores, tanto a nivel global como propios de Ucrania, han dificultado la reconstrucción del país, sobre todo porque todo parece indicar que será un proceso repetitivo.

El precio de los materiales de construcción en todo el mundo se ha disparado como consecuencia del aumento de los costes energéticos provocado por la guerra. Además, el terremoto que sacudió Turquía y Siria ha consumido el suministro de vidrio en los últimos meses. Lo cierto es que Ucrania estaba especialmente mal preparada para hacer frente a una repentina y repetida rotura de sus ventanas.

Tras la independencia del país después del colapso de la Unión Soviética, Ucrania tenía 10 fábricas de vidrio. Desde entonces ―y abundan las teorías conspirativas― han ido cerrando una tras otra. Ucrania había pasado a depender casi por completo de los productores de Bielorrusia y Rusia, a pesar de disponer de abundantes materias primas. El control sobre la última fábrica de vidrio del país, en Lugansk, situada al este, se perdió cuando Rusia lanzó su invasión a gran escala en febrero del año pasado y ocupó la región.

Kostyantyn Saliy, de 48 años, presidente de la Unión Ucraniana de Fabricantes de Materiales de Construcción, explica que, antes de la guerra, los fabricantes de ventanas compraban el vidrio a 1,8 euros el metro cuadrado y lo vendían a 2,75 euros, pero hoy lo compran a casi cuatro euros en el extranjero y lo venden a entre seis y siete euros. “Gran parte del vidrio que llega a Ucrania, sobre todo de los países de la antigua Unión Soviética, es de peor calidad, de hecho no está al nivel de los estándares de calidad de la Unión Soviética”, dice.

Hay quienes introducen de contrabando vidrio de mejor calidad procedente de Bielorrusia a través de Polonia, para no incumplir las sanciones. Sin embargo, Sally subraya: “No queremos ayudar a Bielorrusia, que está apoyando a los rusos”. Según sus cálculos, Ucrania necesita 750 millones de metros cuadrados de vidrio para acristalar.

Ventanas reciclables

Existe cierta esperanza. Se ha puesto la primera piedra de una nueva fábrica de vidrio en Berezan, en la región de Kiev. El sindicato de Saliy tiene previsto solicitar a la Unión Europea una subvención para crear otras dos instalaciones, una para fabricar óxido de sodio, que es un ingrediente clave, y la segunda para fabricar las láminas.

La gran pregunta es qué hacer mientras estas fábricas no estén en marcha, cuando volver a colocar cristales en todas las ventanas puede resultar una labor frustrante e inútil si se mantiene la amenaza de nuevos ataques de artillería y cohetes.

Harry Blakiston Houston, de 27 años, que ha interrumpido un doctorado en biotecnología en la Universidad de Cambridge para abordar este rompecabezas, cree tener la respuesta: una ventana que puede construirse en 15 minutos y cuesta solo 14 euros el metro cuadrado utilizando polietileno, tuberías de PVC, aislamiento de tuberías y cinta aislante, para crear cuatro capas de aislamiento que no se rompan.

Las ventanas, aunque provisionales, son duraderas, pero cuando ya no se necesitan todas las piezas pueden reciclarse y utilizarse para otra finalidad.

La organización benéfica de Blakiston Houston, Insulate Ukraine, instaló su primera ventana de este tipo en Shevchenkove, tras conocer a una anciana que dormía en la bañera porque el cuarto de baño era el único lugar cálido de su casa. Desde entonces, la organización ha trabajado en todo el país, gracias a algunas empresas patrocinadoras y, más recientemente, a la asociación británica World Jewish Relief. Ha instalado un total de 6.000 ventanas, y Shevchenkove y su orfanato serán algunos de los beneficiarios de una campaña de reparación de 2.000 ventanas que pronto se iniciará en Jersón.

Blakiston Houston quiere ampliar el proyecto. Pero hay otro problema: el mayor financiador de los esfuerzos de reconstrucción en Ucrania es la ONU. Según el protocolo “reconstruir mejor”, la ONU solo financiará ventanas iguales o de mejor calidad que las existentes antes de la guerra.

“Eso tiene sentido si estás en una situación parecida a un terremoto”, dice Blakiston Houston. “Pero la dificultad de esto es que no es un proceso de dos etapas ―emergencia y normalidad―. Es un proceso de tres etapas. Tienes la emergencia inicial y luego un potencial periodo prolongado en el que la gente tiene que vivir en un entorno muy diferente”. Una estación de bomberos en Nikopol, en la región de Dnipropetrovsk, ha tenido que reinstalar sus ventanas una y otra vez este año debido a los proyectiles rusos que caían en la zona, explica.

“Cada una de estas ventanas cuesta entre 180 y 460 euros”, dice Blakiston Houston. “Tienen una nueva subvención para más ventanas nuevas, pero no las han instalado. En su lugar, nos han pedido que instalemos las ventanas de Insulate Ukraine. Nuestras ventanas cuestan entre 14 y 18 euros para el tamaño del que hablamos”.

“Consigues casi lo mismo que con una ventana normal. Se obtiene un buen aislamiento, una buena protección de la envolvente térmica. Se consigue que entre la luz para poder trabajar dentro durante el día y, lo que es más importante, no se rompen cuando cae una bomba”, añade.

Como mucho, con las ventanas Insulate Ukraine, el marco podría doblarse o saltar, pero tiene una solución fácil y barata, asegura. La vida útil del producto es de entre cinco y ocho años, pero cree que con algunos retoques en el diseño podría ser más larga. “La idea es ir una vez y no tener que volver, porque cuando termine la guerra el suministro de vidrio regresará”. Al igual, se espera, que los habitantes de la localidad.

Traducido por Emma Reverter.

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