“Luchamos contra dos enemigos”: soldados ucranianas denuncian acoso y discriminación en el ejército
Cientos de hombres, mujeres y niños aguardan con rosas y claveles en la mano a ambos lados de la calle Dokivska y en el pequeño parque que conduce a la escalinata de la iglesia de la Unidad, en el barrio occidental de Kotsyubyns'ke, en Kiev.
El único sonido que perturba las voces masculinas de la grabación de la canción folclórica Plyve Kacha (Recordad a los héroes) es el sollozo de dolor de la madre de Eleonora Maltseva, Iryna, que espera la llegada del ataúd de su hija a la sombra de los arces y robles frente a la gran iglesia de ladrillo amarillo.
Su hija, a la que todos llamaban Elya, era una coronel del ejército ucraniano de 34 años, además de una talentosa futbolista y madre de Tymofiy, de 14 años. Fue uno de los 12 soldados que murieron el mes pasado cuando un avión ruso bombardeó el bloque de apartamentos de cinco plantas en el que trabajaban en la ciudad de Orikhove, en el sureste de la región de Zaporiyia, escenario clave de la contraofensiva ucraniana.
El funeral fue tan multitudinario que tuvo que celebrarse al aire libre. Iryna, vestida de negro y con un chal que le cubre la cabeza, no tiene consuelo, pero de vez en cuando se inclina hacia delante en su silla, como si no quisiera perderse la llegada de su hija. A su lado, Tymofiy, un muchacho moreno de ojos castaños, con una elegante camisa azul oscuro de manga corta y unos vaqueros recién planchados, parece impasible, desconcertado.
El coche fúnebre gira a la derecha de la calle Dokivska y aparece en escena. Con un gemido, Iryna se pone de pie e intenta correr hacia el ataúd de su hija, resistiéndose contra los que intentaban retenerla. “Dejadme verla”, grita mientras algunos asistentes intentan agarrar a la frágil mujer.
Tymofiy, abrumado por la situación, como si de repente se hubiera percatado de que lo que estaba pasando era real, cae sobre el hombro izquierdo del uniforme militar de su padrastro, Mykola. La cabeza del chico permanecerá en el hombro de su padrastro durante todo el servicio fúnebre, mientras Mykola le acaricia la mejilla y le frota tiernamente la nuca. El joven tiembla y está visiblemente emocionado.
Más de 100 mujeres soldados ucranianas han muerto desde que Vladímir Putin invadió el país. Ucrania no recluta mujeres. Cada una de ellas se ha presentado voluntaria para ir al frente.
“Mentalidad soviética”
“Elya era una llama que yo seguía, una llama brillante que siempre hacía lo correcto. Necesitamos más mujeres como ella en nuestro ejército”, dijo un sargento al que se le había pedido que hablara en el funeral. Sin embargo, otro soldado dice a The Guardian que aunque las opiniones de Maltseva eran respetadas y escuchadas por sus compañeros, “no pasaba lo mismo con quienes estaban en el nivel superior de mando”.
“Seguimos los protocolos de la OTAN, pero tenemos un sistema y una mentalidad soviéticos”, añade. Si ese día se hubiera tenido en cuenta la opinión de Elya, los soldados no hubieran muerto, asegura.
Unas 60.000 mujeres prestan servicio en las fuerzas armadas ucranianas, de las cuales 5.000 están en primera línea. El Ministerio de Defensa ucraniano hace mucho hincapié en la imagen de unidad de todos los soldados, sean hombres o mujeres. Sin embargo, lo cierto es que a partir de entrevistas con mujeres soldado y organizaciones que las apoyan, como el organismo de veteranas Veteranka y la organización Zemliachky, que ha donado unos 2 millones de dólares (1,8 millones de euros) en equipamiento vital, ha emergido una imagen que sugiere que la falta de respeto por los puntos de vista de las militares es uno de los problemas que frenan la eficacia combativa del ejército ucraniano.
Es motivo de frustración y enfado para la sargento de pelotón Nadiya Haran, de 27 años, que se incorporó al ejército en 2017 como técnica de radio. Quería ser traductora, pero hasta la derogación del decreto 256 ese mismo año, la ley impedía que las mujeres ocuparan puestos de responsabilidad, incluidos los de combate.
Haran señala que en la actualidad existe la igualdad entre los hombres y las mujeres en el ejército sobre el papel, pero apenas hay muestras de ello en la práctica. Las necesidades de las mujeres en materia de uniformes, chalecos antibalas, higiene y desarrollo profesional no se consideran prioritarias y muchos hombres que luchan junto a ellas perciben sus reivindicaciones como una forma de provocación.
“Yo diría que tenemos que luchar contra dos enemigos a la vez”, afirma Haran: “Uno es Rusia, obviamente. Y el otro son los estereotipos y el estigma al que te enfrentas cada día. El único lugar donde puedo decir que no percibí ese estigma fue en la zona cero [en el frente], porque todos estábamos centrados en luchar por nuestro país”.
En cuanto a los uniformes, las mujeres deben conformarse con llevar los diseñados para hombres, comprar los suyos propios o pedir una donación. Haran, que ha participado en los combates más intensos en lugares como Bakhmut y Soledar, en la región de Donetsk, explica que el hecho de no poderse mover correctamente con el uniforme que llevaba le causó una lesión de rodilla. Los chalecos antibalas que proporciona el ejército no están diseñados para la silueta femenina, por lo que aprietan el pecho o sobresalen por el estómago, exponiendo los órganos vitales a daños.
Deficiencias y acoso
Kateryna Myronchuck, de 26 años, teniente superior de la Brigada 36, afirma que tardó dos años en ser admitida en el ejército sólo porque era mujer. Tuvo que comprarse sus propias placas y chaqueta, ya que el material del ejército le causaba dolor de espalda.
Luego está el problema del calzado. “Es muy difícil encontrar botas militares de tallas pequeñas”, afirma Olena Bilozerska, de 44 años, una reputada francotiradora con múltiples bajas a sus espaldas.
La lista de deficiencias es larga. No hay métodos anticonceptivos en el frente ni se suministran dispositivos de desviación urinaria femenina que permitan a las mujeres en las trincheras ponerse de pie al hacer sus necesidades para evitar infecciones. Los médicos sobre el terreno no están formados en ginecología, y cuando el contrato de una mujer soldado llega a su fin, debe someterse a un examen médico para volver a ser alistada. Para muchas voces críticas, con este examen quieren descartar la posibilidad de que las soldados estén embarazadas y quieran un permiso retribuido.
A pesar de todas estas humillaciones, las militares entrevistadas indican que en realidad lo más urgente es cambiar la mentalidad. Haran, transferida recientemente de unidad después de que sus quejas formales sobre la conducta de los hombres de mayor rango no llegaran a ninguna parte, explica que, tras una misión en el frente que fue un éxito, un oficial superior de su antigua brigada le espetó que “su lugar era la cocina”. Explica que muchas otras mujeres han tenido experiencias similares.
“Ayer hablé con una soldado que sabe que soy exasesora de género en el ejército, que fue internada por su comandante en un centro psiquiátrico sin su consentimiento sólo porque solicitó el traslado a una unidad de combate”, cuenta Haran. “Es así de grave. Y una soldado médico que estaba en mi unidad, bajo mi mando, presentó una denuncia por acoso sexual y había testigos, pero todos los hombres se negaron a testificar a su favor y su comandante la amenazó con internarla en un centro, sólo por denunciar que estaba siendo acosada sexualmente”. En su opinión, algunos detestan la idea de que haya mujeres en el ejército mientras que otros esperan aprovecharse de su presencia.
“Dejé [mi brigada] porque había una persona en lo alto de la cadena de mando que acosaba a las mujeres y conozco a esas mujeres”, dice Haran. “Algunas de ellas son subordinadas mías y, por lo tanto, tengo una responsabilidad. Fueron acosadas por el mismo hombre, que básicamente les dijo que si se negaban a mantener relaciones sexuales con él, enviaría a sus maridos, que también estaban en la brigada, a la muerte. Me dijo que me callara porque no me acosaba a mí”.
The Guardian ha instado al Ministerio de Defensa a hablar con Haran e investigar las alegaciones, pero no ha obtenido respuesta. Según Haran, las mujeres tienen muchos motivos para descartar ser miembros de las fuerzas armadas de su país. Sin embargo, cada vez son más las mujeres en puestos de responsabilidad y el futuro por el que Elya tanto luchó sigue intacto.
En una conversación por Skype desde una base militar, Haran indica: “A pesar de todas las trabas, todos los días luchamos para mejorar nuestra situación y damos pasos adelante, vamos superando obstáculos y viendo mejoras”.
Traducción de Emma Reverter.
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