Es una liberación, algo que los ucranianos llevan esperando desde hace medio año. El Ejército ucraniano ha arrebatado más de 6.000 kilómetros cuadrados a la ocupación rusa, según el presidente Zelenski, incluidas algunas ciudades del Donbás que el Ejército ruso tardó meses en tomar.
Cualquier imagen que aparece de una ciudad recién liberada es observada con fascinación. Me quedé pegada a un vídeo corto que muestra al Ejército ucraniano entrando en Balaklia, la primera de las grandes ciudades liberadas en la región de Járkov. En las imágenes, las mujeres del pueblo salen de los sótanos, abrazan a los militares y los invitan a quedarse a comer.
“Chicos, nos quedan algunas tortitas”, dicen. Los soldados se hacen de rogar. “Ahora no podemos, gracias, quizás un poco más tarde”, responden, en el tono que los hijos suelen reservar para sus madres. “Tenemos que seguir, y este lugar es peligroso: tienen que ser evacuadas”, explican.
Sorpresa
La celeridad y el éxito de la operación han sido sorprendentes, y es extremadamente difícil para cualquiera verificar lo que está sucediendo en el terreno: el Estado Mayor de las fuerzas armadas de Ucrania ha restringido extraoficialmente el acceso de cualquier periodista a la línea del frente durante el transcurso de esta operación. Llevo meses cubriendo la guerra y, en una conferencia celebrada en Kiev en los últimos días, tuve la oportunidad de hablar con altos mandos del Ejército ucraniano sobre la contraofensiva.
Lo que hemos oído hasta ahora es que el Ejército ucraniano ha conseguido no solo desplazar la línea del frente, sino romper la línea y avanzar hasta la retaguardia del Ejército ruso. Las tropas rusas han abandonado sus posiciones en masa, dejando su equipo, vehículos, proyectiles e incluso dinero. En una de las ciudades, según la información publicada, la policía ucraniana ha encontrado 20 millones de rublos rusos (335.000 euros) dejados por los ocupantes. Cuando un general ruso intentó presentar la retirada como un “reagrupamiento” planificado, fue ridiculizado incluso por los propagandistas.
He hablado con un oficial militar de alto rango que se muestra sorprendido y todavía un poco receloso por el resultado. “Lo más probable es que sea una fenomenal torpeza de los rusos. Todavía es posible que sea una emboscada. Cuanto más observamos, más parece una torpeza de las fuerzas rusas”, me dice.
También he conseguido hablar con el ministro de Defensa ucraniano, Oleksii Reznikov, que, con una sonrisa, asegura que debería haber “más sorpresas”. Ya con una expresión más grave subraya: “Tal vez el estado de ánimo de los rusos sea bajo en la región de Járkov, pero en el sur las tropas aerotransportadas rusas combaten y están muy motivadas, de hecho, hacen la vida imposible al Ejército ucraniano”.
Esperanza con cautela
En general, la población está esperanzada.
Durante los últimos cinco meses, el Ejército ruso ha librado una guerra de artillería en lugar de participar en batallas directas. Pero, a los pocos días de esta nueva ofensiva, el Ejército ucraniano afirma haber capturado a miles de soldados rusos como prisioneros de guerra. Esto hace esperar que al menos 8.000 militares ucranianos retenidos en Rusia puedan ser liberados como intercambio.
Pero no se equivoquen: no es un camino fácil. Los soldados ucranianos todavía están luchando y muriendo. Recorriendo mi muro de Facebook, me he enterado de la muerte de un compañero de dos amigos míos, asesinado en la región de Járkov durante los últimos días, y he leído sobre miembros de la ópera nacional que se han unido al Ejército.
He constatado que los expertos internacionales, los diplomáticos y los corresponsales son los que más entusiasmo expresan. Los ucranianos se muestran esperanzados pero cautelosos. Cada uno de nosotros tiene un amigo, un pariente o alguien que conoce luchando sobre el terreno en este momento, alguien con quien no podemos contactar, o que podría ser enviado a alguna misión.
¿Qué pasará después? La sensación general es que debemos esperar ataques a la infraestructura civil. Las tropas del Kremlin bombardearon ciudades que querían someter, como Severodonetsk y Mariúpol, pero se han abstenido de destruir las centrales eléctricas en el resto de Ucrania.
La destrucción de las redes eléctricas será peor cuando llegue el frío, en noviembre y diciembre. El 11 de septiembre, el día después de que hablara con oficiales ucranianos, Rusia disparó misiles contra centrales eléctricas, dejando sin electricidad a cinco regiones: Járkov, Sumy, Zaporiyia, Dnipró y el Donbás. En la segunda ciudad más grande de Ucrania, Járkov, que fue la que más sufrió, murieron dos trabajadores de una empresa energética mientras intentaban restablecer la energía para millones de personas.
La alegría de la liberación
Por el momento, hay que centrarse en las regiones liberadas. Cuando las regiones de Kiev, Chernígovââ y Sumy fueron liberadas en marzo, la prioridad fue recuperar la normalidad lo antes posible: reconstruir, restablecer el suministro de energía, gas y agua, y restaurar la conexión a Internet. Una semana después de los combates en torno a Kiev, las ciudades de Bucha e Irpín estaban llenas de gente que volvía a casa.
Ahora, se ha aconsejado a los habitantes de los territorios recién recuperados que evacuen, ya que los rusos no les permitieron hacerlo durante la ocupación. Demasiadas casas han sido destruidas; las aldeas recién liberadas son la nueva línea del frente, y están sin gas, agua y luz, pero también sin rusos. El reciente discurso de Zelenski ha convertido esta escena en un eslogan para la reciente etapa de la guerra. Ucrania vivirá felizmente sin gas ni electricidad, mientras los rusos no estén. “Sin vosotros” es el nuevo lema.
En uno de los pueblos, la conexión móvil ya funciona, así que llamé a algunas personas para preguntar qué estaba pasando. No hablaban del horror de la ocupación, sino de la alegría de la liberación: “Los soldados ucranianos que vinieron casi resultaron heridos de lo fuerte que los abrazaba la gente; casi los aplastaban entre sus brazos”.
* Nataliya Gumenyuk es periodista ucraniana especializada en conflictos y asuntos internacionales, autora del libro La isla perdida: historias de la Crimea ocupada.
Traducción de Emma Reverter