La Habana del cambio deja ver el progresivo deterioro de la ciudad
Desde hace meses, al llegar a una esquina de El Vedado, el barrio más próspero de La Habana, los peatones tienen que hacer maniobras para esquivar el bache de un metro de ancho en la Calle 10. Los pedazos de hormigón desparramados rodean el agujero, convertido en basural; una mancha más en la fachada del deteriorado esplendor de La Habana.
Según sus habitantes, así es “como están las cosas” en la capital de Cuba. De igual modo que envejecieron la ciudad, la gente y la arquitectura, también envejecieron los servicios públicos. Aparentemente, La Habana recibe un nuevo impulso gracias al deshielo en las relaciones con EEUU, pero las estructuras de mantenimiento municipal fallan gravemente.
“En marzo, cuando vino Obama, limpiaron la calle entera; llevaron a los mendigos y a los vagabundos a un asilo especial”, recuerda Hamlet Lavastida, un artista de 33 años residente en La Habana. “Hicieron carreteras nuevas y pintaron muchos edificios, pero sólo en los lugares en los que iba a estar Obama. La gente hacía el chiste de que ahora tendríamos que esperar otros 50 años para que viniera otro presidente de EEUU y construyeran otra carretera…”.
Por el momento son solo pequeñas bromas, pero, según Lavastida, crece el descontento entre los cubanos por los servicios públicos: las calles sucias y la infraestructura destruida. “A veces la empresa telefónica hace perforaciones para instalar el cableado telefónico y nunca lo vuelve a tapar. Lo dejan así durante meses”, se queja.
Las filtraciones de agua fluyen de manera cotidiana por las calles de los barrios de La Habana sin que nadie las arregle. Los contenedores públicos de basura pueden estar desbordados durante semanas sin que nadie sepa cuándo los vaciarán. “Anarquía” es la palabra que según Lavastida mejor define la falta de cohesión entre las diversas organizaciones gubernamentales centralizadas: la empresa de comunicaciones, la empresa de suministro de agua y los recolectores de residuos, llamados “comunales”.
Paseando por el centro de La Habana con tres escritores del Havana Times (un blog en inglés que dice albergar una “escritura de mentalidad abierta, desde Cuba”), la conversación gira rápidamente hacia el tema de las calles. “Tenemos graves problemas medioambientales en la ciudad. Problemas con la recolección de residuos, con los pozos cloacales rebalsados y con la polución ambiental”, dicen.
Estos problemas se hacen evidentes caminando por las callejuelas de la zona de El Capitolio, la antigua sede del gobierno y uno de los edificios más espectaculares de la ciudad. En lugar del fuerte olor de los gases que sueltan los viejos autos de La Habana, se siente el hedor de las cloacas y del polvo que flota en el aire húmedo. Doblamos en una esquina y vemos cómo se desborda la basura de un contenedor repleto. El agua estancada que se escapa de un desagüe ocupa todo el pavimento. Sobre la acera, un edificio agrietado se sostiene con un andamiaje de madera.
“La basura está en todos lados”, dice Luis Miguel Bahía, que vive en Cerro, uno de los barrios más pobres de La Habana. “Camino un poco y, cuando doblo la esquina esperando encontrar aire fresco, siento el olor de toda la basura sobre la acera y pienso: ‘¿Dónde estoy? ¿Cómo es que llegamos a esta situación?’”.
Como era de esperar, los barrios periféricos y las comunidades más pobres están aún más abandonados. Will Aurelievich también vive en Cerro. Cuenta que, cerca de su casa, la red de cloacas se rompió y durante seis meses tuvieron que cuidarse de no caminar sobre “mierda humana de verdad”, en sus propias palabras. Hasta que finalmente la repararon. Aurelievich planeaba hacer un documental sobre este problema. Casualmente, ni bien empezó con el proyecto, los servicios públicos vinieron a arreglarlo.
Los habitantes de Alamar, otro de los distritos abandonados, escribieron en varias oportunidades en el blog del Havana Times sobre el deficiente trabajo de recolección de residuos en el vecindario (una de las publicaciones tiene como título: “Cuba: hasta que la mierda nos separe”). Aparentemente, la mayor parte del presupuesto gubernamental va a los comunales (como se conoce a los encargados de recoger la basura), pero se dice que es “uno de los sectores más ineficientes del país”.
La burocracia y el embargo
Al parecer, uno de los problemas es el alto grado de burocracia. En teoría, la administración de la ciudad responde ante la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, pero ellos no tienen el control sobre el presupuesto. El control está en manos del gobierno central. Según Stephen Wilkinson del Instituto Internacional para el Estudio de Cuba, el canal abierto para las quejas de la población lo atiende un consejo asesor, pero no el organismo que financia y controla los servicios públicos.
Pero Cuba es un país con recursos limitados. Depende del comercio y vive con un embargo de Estados Unidos desde hace 56 años. Según Helen Yaffe, una especialista en economía cubana de la London School of Economics que vivió varios años en La Habana, “hay que empezar por el bloqueo, que impidió el comercio y las inversiones de EEUU desde la década de 1960, aunque uno no quiera parecer a la defensiva”. “Las autoridades aquí tienen un presupuesto muy limitado. Tienen que priorizar qué es lo que hacen”.
Como dice Yaffe, Cuba es un país de contradicciones. Puede que uno tenga que esquivar cotidianamente un agujero en el pavimento, pero el gobierno provee asistencia médica universal y educación gratuita. Yaffe recuerda una ocasión en que su hija de dos años se enfermó de neumonía en La Habana. “Dentro del hospital, la atención fue increíble. Pero estábamos en una habitación que no tenía agua caliente. De hecho, ni siquiera había agua todo el tiempo. Eso refleja las contradicciones que Cuba ha tenido que enfrentar en términos de desarrollo. En materia de infraestructura, Cuba tiene muchos problemas”.
Tras cinco años en el extranjero, Lavastida regresó hace poco a su país. Admite que faltan recursos pero en su opinión la desintegración de la infraestructura y de los servicios públicos se debe a causas más profundas. Las personas no se interesan tanto por sus comunidades, dice, lo que refleja el colapso de los valores socialistas de Cuba: “La gente no tiene interés por lo que pasa en las calles. De alguna manera, esto también es parte del cambio. Los cubanos se están volviendo más individualistas”.
Para Lavastida, esta apatía es una “disidencia pasiva”. “Recuerdo que, cuando yo era pequeño, había algo llamado Domingo Rojo, en el que todos los vecinos tomaban la determinación de limpiar las calles como un servicio comunal voluntario. Era genial. Pero ya nadie cree en las acciones voluntarias ni en el comunismo. Hay una gran animosidad entre el Gobierno y los ciudadanos… todos los días”.
Luis Miguel Bahía también nota una sensación de apatía en la sociedad cubana: “A largo plazo, la gente reacciona a las imposiciones (por parte del gobierno) de solidaridad, de comunidad y demás. Ese tipo de cosas no se deben imponer porque crean el efecto contrario. Por ejemplo, la basura en las calles: le hablé a un vecino sobre el tema y me contestó que fuera por otro lado para evitar la basura. A nadie le importa nada”.
Una inversión en brecha social
Da la impresión de que la llegada de más dinero extranjero a La Habana sólo hará crecer el individualismo y la brecha entre ricos y pobres. La cantidad de cubanos trabajando en el sector privado llega a casi medio millón de personas, tres veces más que en 2008. La generación de nuevos ricos está aislando a los que viven del salario que reparte el Gobierno. A los habaneros les preocupa que la privatización se esté metiendo dentro del sector público: al parecer, si le das algo de dinero a los comunales, se llevan la basura de inmediato.
En abril, durante el último Congreso del Partido Comunista, Raúl Castro hizo públicos nuevos documentos sobre la marcha del socialismo cubano. Según Yaffe, fue un acto muy significativo: “El plan esbozado en los documentos hace mucho hincapié en la necesidad de mejorar”. El tiempo dirá si el plan hará que los cubanos cambien lo que sienten por sus comunidades.
De regreso por El Vedado, veo a una máquina envuelta en una nube de humo recogiendo parte de la basura en la Calle 10. La máquina se detiene y los trabajadores dejan al descubierto el cráter en el pavimento. Tal vez lo arreglen pronto. O tal vez no.
Traducción de Francisco de Zárate