Una de cada 100 infectadas con zika podría dar a luz un bebé con microcefalia

The Guardian

Sarah Boseley —

Un nuevo estudio, realizado a raíz de una epidemia en la Polinesia francesa, ha detectado que una de cada cien mujeres infectadas por el virus del zika al comienzo del embarazo podría dar a luz a un bebé con microcefalia.

La investigación ha sido publicada en la revista médica The Lancet y aporta más pruebas para vincular el zika con este trastorno, que impide un desarrollo correcto del cerebro en los recién nacidos y, por consiguiente, provoca que su cabeza sea más pequeña de lo normal.

“Nuestros científicos respaldan firmemente la hipótesis de que una infección por el virus del zika durante el primer trimestre de embarazo esté asociada con la microcefalia”, explica el coautor del estudio, el doctor Simon Cauchemez, del Instituto Pasteur en París. “Establecimos que una de cada 100 mujeres corren el riesgo de transmitir el trastorno durante la primera etapa de desarrollo embrionario. Los resultados se extraen de un brote en la Polinesia francesa durante 2013 y 2014, aunque aún falta comprobar si estos datos se pueden aplicar a otros países”.

Aunque el riesgo de un 1%, calculado a través de un método matemático, parece bajo en comparación con otros virus como la rubéola –que provocan malformaciones congénitas en un 50% de los embarazos–, la tasa del zika es muy elevada dentro de sus estándares. Se están estudiando otros posibles factores en Brasil, donde el aumento de los casos de microcefalia ha desencadenado una alerta internacional por parte de la Organización Mundial de la Salud. 

Los resultados de la Polinesia francesa “se podrían extrapolar a América Latina ahora que hablamos de un relativamente pequeño porcentaje de afectados respecto a la inmensa muestra de población de mujeres embarazadas”, añade el otro autor del estudio, Arnaud Fontanet.

Sin embargo, este índice del 1% es menor que el que señaló otro estudio a principios de este mes. Unos científicos de Río de Janeiro realizaron pruebas a 72 mujeres con sarpullido, el síntoma más característico de la enfermedad, y que habían dado positivo en la prueba del zika. De las 42 embarazadas en buen estado de salud que accedieron a someterse a un ultrasonido, el 29% estaba gestando un feto con microcefalia u otro trastorno de malformación congénita.

Los científicos del Instituto francés analizaron los datos de la cepa de la Polinesia francesa buscando específicamente casos de microcefalia. Su estudio, dicen, dispone de unas estadísticas completas y cuenta con un registro de cada anomalía congénita que se observó en el archipiélago. Encontraron ocho casos de microcefalia en dos años e identificaron un vínculo con la epidemia de zika en siete de ellos. En ese octavo establecieron su punto de partida. Un caso al año sería lo habitual en la población francopolinesia y es el equivalente a dos casos por cada 10.000 nacimientos, una cifra similar a la europea.

Objetivo concreto: la microcefalia

Mediante una serie de modelos matemáticos, los expertos de París intentaron explicar el aumento de este trastorno durante la epidemia de zika. Encontraron un patrón en las embarazadas que habían sido infectadas durante el primer trimestre de gestación.

Los investigadores centraron su atención en la microcefalia en lugar del alto número de malformaciones congénitas que se registraron durante la cepa de la Polinesia francesa. “Una infección de zika durante el segundo o tercer trimestre podía ser el origen de otras anomalías congénitas”, reveló Fontanet a The Guardian. El primer trimestre es esencial para el desarrollo del cerebro, “pero una infección tardía puede dar lugar a otro tipo de trastornos”. Esta clave podría extrapolarse al estudio de las embarazadas brasileñas.

En una observación al respecto, Laura Rodrigues, doctora de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical en Londres, escribió que “las pruebas que vinculan la microcefalia con la infección durante el primer trimestre de embarazo son factibles a nivel biológico, teniendo en cuenta el tiempo de desarrollo del cerebro y los graves daños neurológicos”.

Rodrigues piensa, sin embargo, que hacen falta más investigaciones. “Pronto llegarán estadísticas de Pernanbuco, Colombia, Río de Janeiro y otros lugares. La rápida elaboración de conocimiento durante la epidemia es una oportunidad para observar la ciencia en pleno proceso: desde la formulación de nuevas hipótesis y la obtención de nuevos resultados que puedan confirmarlas o contradecirlas, hasta el perfeccionamiento de los métodos científicos y la construcción paulatina de consenso”.

La experta en enfermedades neurológicas en niños de la Universidad de Liverpool, Melissa Gladstone, aplaude las investigaciones pero llama a la precaución. “A menos que se establezcan conexiones directas y/o se emprendan investigaciones completas en bebés para descartar otras causas e identificar infecciones de zika, será difícil confirmar este vínculo”, advierte la doctora. “Es más, nos queda un largo camino para identificar efectos más sutiles del virus en los niños a largo plazo, que vayan más allá de la microcefalia y produzcan dificultades en el aprendizaje”.

El doctor Derek Gather, catedrático en medicinas biomédicas en la Universidad de Lancaster, aclara que el estudio es útil para concretar un periodo de riesgo durante el embarazo, que sirva para advertir a las mujeres embarazadas que pretendan viajar a las áreas afectadas.

Traducido por: Mónica Zas