Trump y Macri, los presidentes que en su otra vida hacían negocios juntos, se ven en el G-20
No habrá cena en la residencia presidencial de Olivos ni mensaje conjunto para la prensa, pero Mauricio Macri tendrá su foto con Donald Trump. La Casa Rosada confirmó esta semana que el presidente de Estados Unidos y el de Argentina tendrán su encuentro en Buenos Aires este viernes por la mañana. Será breve, eso sí, porque los dos tienen una cumbre de líderes del G-20 a la que llegar antes del mediodía. Pero tampoco es que necesiten mucho tiempo para romper el hielo. Hace más de treinta años que se conocen.
Corría el año 1979 cuando el empresario y padre de Mauricio Macri, Franco Macri, comenzó su relación empresarial con Trump. El magnate republicano ya había heredado el negocio inmobiliario de Fred, su padre, y le vendía ese año a Franco un terreno en el West Side de Manhattan para construir viviendas. Al padre de Macri, que había amasado su fortuna con la obra pública argentina, le atraía la idea de convertirse en un promotor inmobiliario de Nueva York.
Un veinteañero Mauricio Macri fue el encargado de agasajar a Trump en Buenos Aires esos años. “Se volvió una especie de guía turístico para Trump, le mostró la ciudad, su noche, sus quintas y hasta su casa en Punta del Este”, publicó el periódico argentino La Nación. “Yo tenía 24 años, negocié con ese tipo que ahora es candidato a presidente, totalmente chiflado”, recordó el propio Macri en una entrevista emitida por el canal de televisión TN poco antes de las presidenciales argentinas de 2015. Macri se vanagloriaba en ella de haber firmado la adquisición de los terrenos por una cantidad equivalente a 600 millones de dólares de 2015 (descontando la inflación, representarían un valor de 170 millones de dólares en 1979). “Yo no creo que pueda ganar una elección, sus posiciones son muy extremas, puede ganar una interna, tal vez, pero creo que le facilita la elección a Hillary”, añadió.
Lamentablente para los Macri, el negocio en Manhattan no prosperó y en 1985 tuvieron que malvender los terrenos del West Side. ¿El comprador? De nuevo, Trump, que recordó la recuperación de su propiedad en un capítulo de 'El arte de la negociación', su popular autobiografía. “Al final acordamos un precio en efectivo de aproximadamente 100 millones de dólares”, escribió. Según el presidente de Estados Unidos, el error de Franco Macri fue aplicar en un desarrollo inmobiliario para el que había que encontrar compradores, los mismos principios que usaba para construir puentes que pagaba el Estado argentino.
Hay otras explicaciones, claro. Tal vez, la más cinematográfica sea la reconstrucción que de aquellos negocios de Franco Macri hizo el veterano periodista argentino Luis Beldi en el periódico Infobae: “Decidió comprar el cemento fuera de Nueva York. Era más conveniente el precio. En poco tiempo se dio cuenta de que los valores tan diferentes no eran producto de la competencia. En Nueva York el cemento era más caro porque lo monopolizaba la mafia, la misma que le había permitido a Donald Trump convertirse en el jugador más importante del negocio inmobiliario”. En la crónica de Beldi, “los estrechos vínculos entre Trump y la mafia hicieron imposible la vida de Franco Macri en Nueva York”. “Los camiones de cemento no pudieron atravesar el puente que une New Jersey con Nueva York. Padecieron atentados, amenazas a los chóferes y dicen que uno de los vehículos cargado de cemento conoció el fondo del río”.
En cualquiera de sus versiones, lo más probable es que el affaire Trump no quedara como un buen recuerdo en la memoria de los Macri. Pero al candidato a la Casa Rosada tampoco le quitaba el sueño. Como demostró durante esa entrevista de 2015, Macri descontaba que si ganaba las presidenciales argentinas su interlocutora en la Casa Blanca sería Hillary Clinton y no Trump.
Hasta que en noviembre de 2015 Macri ganó las elecciones y un año después lo hizo Trump. Hubo un primer momento de desconcierto por el futuro de la relación entre los dos países, pero no duró mucho. A Trump el nombre de Macri le debía de recordar un negocio fabuloso que había hecho en los ochenta. Además, el nuevo presidente argentino había dejado claro en seguida que Estados Unidos podía contar con él, con el acatamiento de la justicia estadounidense en el célebre caso de los fondos buitre como una de sus primeras medidas de Gobierno.
No fue el único gesto de amor argentino en una relación que, según el historiador Leandro Morgenfeld, se caracteriza por la aceptación de la agenda política, económica, militar e ideológica de Estados Unidos “casi sin pedir nada a cambio”. “Lo primero que hizo Macri, incluso durante la época de Obama, fue reivindicar la Organización de Estados Americanos [promovida por Estados Unidos] y darle la espalda a otros organismos alternativos regionales, como Unasur y CELAC”, explicó Morgenfeld a eldiario.es.
En su opinión, otra concesión de Buenos Aires, es el “realineamiento de forma clarísima en términos militares, siguiendo la doctrina estadounidense de guerra contra el narco”. “Argentina y Estados Unidos han vuelto a hacer entrenamiento militar conjunto; se ha avalado, con un decreto firmado hace pocas semanas por Macri, la vinculación de las fuerzas armadas a las fronteras, algo contrario a lo establecido por ley en temas de seguridad interna; y, por supuesto, un vínculo más estrecho con los organismos de inteligencia de Estados Unidos”.
A cambio de abrir las importaciones, arreglar con los acreedores y liberalizar el movimiento de capitales, sobre Argentina iba a caer una “lluvia de inversiones”, en palabras del propio Macri. Pero hasta el momento no se ha producido. Ha habido avances en la autorización para exportar carne y limones de Argentina hacia Estados Unidos, pero no parecen representativas al lado del arancel impuesto por Trump al biodiesel argentino. Morgenfeld habla de unos 50 millones de dólares al año en limones y otros 100 millones de dólares en carne, frente a una exportación de biodiesel a Estados Unidos que hoy está bloqueada y en 2016 generó 1.200 millones de dólares.
Donde sí ha sido decisiva la ayuda estadounidense es en los 57.000 millones de dólares concedidos en 2018 por el Fondo Monetario Internacional para el rescate de Argentina. En palabras de su presidenta, Christine Lagarde, “el mayor programa que ha elaborado el FMI”. Según Morgenfeld, para lograrlo fue decisivo “el apoyo de Trump y del secretario del Tesoro, y claramente tuvo que ver con una cuestión geoestratégica en una región en disputa con China y con Rusia en la que ya habían caído gobiernos alineados como el de [Pedro] Kuczynski y donde [Andrés Manuel] López Obrador había ganado en México, había que sostener a un Gobierno muy alineado con Estados Unidos como el argentino”.
El problema es que con ese apoyo estadounidense Macri consiguió algo que los argentinos no querían. Según una encuesta de la consultora D'Alessio Irol-Berensztein, el 75% de la población se oponía a acudir al organismo multilateral de crédito en mayo de 2018, cuando el Gobierno comenzó a barajar esa posibilidad. Trump no puntúa mucho mejor en el país austral. Según otro sondeo del Centro de Investigaciones Pew Research, los argentinos y los mexicanos son los latinoamericanos que menos confianza tienen en el presidente de Estados Unidos.
Es de esperar que Macri no haga manifiesta esa animadversión que sienten sus compatriotas hacia Trump en la reunión que celebra este viernes con él. Como hombre de Estado que vela por los intereses de su país, tampoco querrá recordar la entrevista de 2015 en la que lo llamó chiflado y se equivocó estrepitosamente con su pronóstico electoral para Estados Unidos.
El tiempo ha convertido aquella conversación grabada en vídeo en una sucesión de errores de cálculo. Solo uno de los intercambios ha resistido el paso de los años. “Imaginate vos presidente, primera reunión con el presidente de los Estados Unidos, Mauricio Macri y Donald Trump, arrancan a las puteadas”, le dice la periodista riéndose. La respuesta de Macri es de una clarividencia inaudita: “No, no, hello my friend, me va a decir el tipo”.