Impresiones jugables The Forest; una lucha constante entre el bosque, sus habitantes y tú

En julio del año pasado os hablamos en un primer avance de The Forest, sin lugar a dudas uno de los títulos más llamativos del ya extenso catálogo de juegos que dan forma a Steam Early Access, el servicio de Steam que nos permite acceder a videojuegos en desarrollo de forma anticipada estableciendo si así lo deseamos cierto feedback con sus responsables. Nos llamó la atención por su apuesta por la supervivencia y el terror, dos géneros que parecen estar golpeando con mucha fuerza durante los últimos años, especialmente en el panorama independiente gracias a títulos como DayZ y Rust.

Ahora hemos decidido sumergirnos de lleno en él con la intención de descubrir de primera mano qué es lo que puede llegar a ofrecer cuando esté plenamente terminado, supuestamente en una fecha aún por determinar de este mismo año. Y qué deciros, después de darle duro durante horas, os podemos asegurar que apunta maneras, si bien es cierto que a día de hoy cuenta con ciertos claroscuros que pueden echar para atrás a más de uno.

Si estás preparado para aterrizar en una isla aparentemente desierta tras un aparatoso accidente de avión, teniendo que ingeniártelas para sobrevivir al hambre, las heridas, el frío y otros peligros ocultos muchísimo más temibles, sigue leyendo estas líneas. Sin embargo si lo tuyo es la acción pura y dura o si prefieres no salir del plácido hogar virtual de tus Sims, es mejor que no sigas leyendo, que no pruebes The Forest; porque lo que encontrarás en él puede provocarte un auténtico shock.

Siendo uno con la naturaleza.

Tal y como ya hemos comentado, a día de hoy abundan los videojuegos de supervivencia en los que, además de tener que sobrevivir a los peligros propios de la naturaleza y a la mismísima estupidez y torpeza humana, nos las tenemos que ver con otros peligros más ‘sobrenaturales’, como zombis, mutantes y extraterrestres. También abundan y con gran éxito los juegos de construcción tipo Minecraft, en los que tenemos total libertad para dar rienda suelta a nuestra creatividad y a la vez podemos crear nuevos objetos a partir de ciertos elementos (lo que se conoce como ‘crafteo’).

Pues bien, The Forest coge un poco de todo esto, lo mete en la termomix de tus padres y saca de ello un sabroso batido no apto para todos los públicos. Para aclarar esta comparación, será mejor que empecemos a hablar ya de nuestra propia experiencia en esta recóndita isla a mitad de camino entre el paraíso y el infierno.

El juego comienza con una cinemática. Vamos en un avión al lado de un niño que imaginamos será nuestro hijo, cuando tiene lugar un terrible accidente. En mitad de la conmoción vemos como un ser extraño, un hombre perfectamente depilado y pálido como la leche, se lleva al crío. Despertamos más tarde, completamente sanotes, y sin tener la menor pista sobre qué podemos o debemos hacer.

Lo primero es coger todos los objetos que vemos en el avión, incluyendo un móvil que nos dará ciertos datos, como la temperatura ambiente, la temperatura corporal, los pasos andados, la humedad, etc; pero tampoco podemos olvidarnos de recoger barritas energéticas, latas de refresco, bandejas de comida de avión (peor es morir de hambre, ¿no?) y un hacha. Sí señor, aquí tenemos nuestra primera herramienta y sin lugar a dudas la que más utilizaremos a lo largo de esta aventura.

Una vez pisamos césped nos encontramos en mitad de un gran bosque bellamente recreado con sus frondosos árboles, sus hierbas altas, sus numerosos matorrales y un buen puñado de fauna corriendo de un lado a otro, ya sean lagartos, pájaros, conejos, mapaches o ciervos. Hay que decir que en dicho sentido, The Forest nos ha encantado, siendo capaz de transmitir la sensación de que realmente estamos caminando en mitad de la naturaleza no ya sólo por lo visual, si no que también por un poderoso apartado sonoro que da cabida al soplar del viento según la zona en la que nos encontremos, al zumbido de los mosquitos y al crujir de las hojas a cada paso que damos. Y eso sin mencionar los ciclos día y noche y un climatología dinámica que nos obligará a buscar refugio cuando se produzca una tormenta.

¿Qué hacemos ahora? ¿A dónde carajo nos dirigimos? Bien, tenemos total libertad para hacer lo que nos venga en gana teniendo en cuenta tres factores: necesitamos comer, necesitamos dormir y necesitamos evitar a la criatura que se ha llevado a nuestro hijo y a todos sus posibles amigos. ¿El motivo? Como buenos ‘invasores’ que somos hemos intentado machacar con el hacha al primero que hemos visto, pero siempre con el mismo resultado: nos ha machacado hasta hacernos perder la consciencia, y hemos despertado de noche, completamente para el arrastre, en mitad de una siniestra cueva en la que habitan tanto estos tipos lechosos como otras criaturas esperpénticas que parecen responder a lo que saldría si recoges un montón de piernas y brazos humanos y los unes con ‘super glue’ sin ningún tipo de criterio artístico y/o moral.

El enfrentamiento directo está por lo tanto prohibido, al menos durante las primeras fases del juego, dado que los enemigos son mucho más rápidos, ágiles y resistentes que nosotros. Destacar que el comportamiento de estos, salvo por ciertos errores de la IA comprensibles teniendo en cuenta que se trata de un juego en desarrollo, nos ha parecido más que destacable, dando lugar a situaciones variadas y realistas que nos permiten imaginar que ciertamente estos tipejos tienen un cerebro dentro de esa cabeza imberbe.

Dependiendo de cómo actuemos ellos reaccionarán de una forma u otra. Puede que simplemente se queden en la distancia, observándonos (lo cual por cierto da mal rollito), o puede que salgan huyendo. Otros se suben a los árboles y nos siguen saltando de copa en copa. Por las noches, cuando no vemos un pimiento, la cosa se vuelve bastante más truculenta, con grupos de estas criaturas que salen aparentemente a patrullar por el bosque, y que no dudarán en darnos caza. Suelen ir encabezados por un caudillo, y sus tácticas incluyen el rodearnos e intimidarnos esperando a que cometamos alguna estupidez como por ejemplo golpear a uno de ellos.

Por lo tanto, lo primero que hay que hacer en The Forest es buscar un sitio en el cual asentarnos. Nosotros optamos por establecernos en la ribera de un río al que llegamos de coña, puesto que no hay mapa alguno. Allí descubrimos un pequeño poblado abandonado con cadáveres y señales de que, efectivamente, estos tipos son un tanto caníbales. Fue turno entonces de construir un pequeño refugio para descansar y poder guardar la partida, para lo que tuvimos que recoger piedras, palos y talar algún que otro árbol.

Para construir cualquier cosa en The Forest hacen falta recursos. Hablamos de cosas como hojas, cuerdas, palos, palos largos, piedras, pieles y troncos. Y no, no es nada fácil llegar a reunir una gran cantidad de todos estos recursos, por lo que nadie se piense que va a poder montarse un castillo en un fin de semana. Tras varias horas de juego, conseguimos montarnos una cabaña rudimentaria, diversos cestos para guardar recursos, una trampa para atrapar conejos, una jaula para guardarlos, una pequeña hoguera y una estructura para conservar alimentos. Las primeras partidas se resumen en despertar por la mañana, comer algo, recoger recursos, evitar a los caníbales cuando aparecen (ojo, pueden no hacer acto de presencia durante horas y horas), recoger más recursos, construir algo y volver a dormir.

Una vez tengamos lo básico, lo que viene a ser un campamento casi autosuficiente, ¿qué hacemos? Pues básicamente explorar. Sabemos muy bien los peligros que hay en el bosque, por supuesto, pero algo nos llama a que explorar para saber qué es lo que nos podemos encontrar en The Forest, ya sean otros supervivientes, nuevos y valiosos recursos o la mismísima guarida de los caníbales.

Tras muchas horas invertidas, podemos decir que contamos con varios campamentos base, con alguna que otra trampa plantada estratégicamente para acabar con todo aquel caníbal que nos persiga y con no recovecos de la isla explorados. Sin embargo, seguimos teniendo un miedo visceral a aventurarnos en el bosque de noche, sin ver más allá de lo que ilumina nuestro mechero y sin mayor defensa que la de salir corriendo; aunque eso sí, gracias al sistema de crafteo del juego hemos conseguido dar forma a una rudimentaria hacha de piedra, a un arco que sólo sirve para cazar, a un par de cócteles molotov y a una bomba con temporizador. Pero estas dos últimas cosas las reservamos para una ocasión especial, porque seguro que la habrá. Al igual que dejamos para otra el probar un llamativo modo cooperativo gracias al cual podremos sentirnos menos solos mientras deambulamos por el bosque.

Dado que no podemos dedicarle todo el tiempo que nos gustaría, dejamos The Forest con la sensación de que aún puede aportar muchísimo más. Es cierto que cuenta con no pocos problemas, esperamos que propios de la versión en desarrollo que hemos probado, como por ejemplo el pedir un alto número de recursos para las construcciones que nos obliga a talar medio bosque si queremos hacer algo decente, o la poca efectividad de las trampas ‘anti-caníbales’ que sembramos por el escenario, por no hablar de una buena cantidad de fallos técnicos e incoherencias de todo tipo.

Pero su gran virtud, por encima de hacernos sentir en sintonía con la naturaleza, o más bien con una naturaleza un tanto hostil, radica en que cuanto más jugamos más nos sentimos como uno de esos seres primitivos que pueblan la isla. Al final, andaremos por ahí con las manos llenas de sangre, cubiertos por pieles de lagarto, comiendo conejo y ciervo todos los días, rebuscando cualquier tipo de recurso útil por el suelo y corriendo y saltando entre los arbustos rumbo vete tú a saber dónde. Y sí, eso es algo maravilloso, algo por lo general fuera del alcance de nuestra amodorrada vida frente a la pantalla del ordenador, con nuestras facturas, nuestros partidos de fútbol, nuestros ‘sushis’ y el tintinear constante de nuestros teléfonos móviles.

Ay, ¡quién pudiera teletransportarse ahora mismo a una isla repleta de caníbales!