Canneseries huye de la imagen seria del viejo Cannes en su primera edición

Hacerse un hueco en el calendario internacional de los festivales de cine es muy complicado. Tanto los periodistas como la industria audiovisual siguen sus inercias, tienen sus citas marcadas en la agenda... y es muy complicado que salgan de ese carril. ¿Qué hacía falta para que cuajara Canneseries, un festival competitivo entre pilotos de series de televisión de todo el mundo? Celebrarse en los márgenes de un mercado televisivo -sin industria no hay festival- y tener lugar en una ciudad cuya sola mención atrajese a las masas. Y ahí, aquí, está Cannes. Muchos meses después de que echara a andar el proyecto, ideado por el alcalde de la ciudad y por la exministra gala de Cultura Fleur Pellerin, anoche arrancó la primera edición de un festival que ha sabido aprovechar las inercias existentes... pero que también quiere diferenciarse.

El Festival de Cannes, que el próximo mes de mayo cumple 71 ediciones, es un festival eminentemente serio. Las premieres exigen rigurosa etiqueta, el personal de seguridad es implacable con la clasificación por colores de la prensa... e incluso los fotógrafos deben llevar etiqueta en el photocall. En Canneseries, sin embargo, han entendido que su naturaleza debe ser distinta, quizá porque el público de las series es también distinto. El photocall, de diseño desenfadado, se celebra por la mañana sobre la arena de la playa; el estilo que se recomienda para asistir a las premieres es “casual chic”, y anoche, en la gala de inauguración de la sección competitiva, la audiencia que llenaba la grada del Teatro Lumiére dejó muy claro que esto no es el Cannes que muchos conocíamos.

Cientos de jóvenes, que bailaban y daban palmas al ritmo de una música discotequera, esperaron pacientemente a que la gala arrancase para recibir con aplausos a Michelle Dockery, la protagonista de Downton Abbey, y a Patrick Dempsey, el eterno doctor Sheperd de Anatomía de Grey: la primera recibía el 'Variety Icon Award', un premio para una celebridad seriéfila; el segundo es el protagonista de La verdad sobre el caso Harry Quebert, la serie de apertura de Canneseries. Y aquí viene otra diferencia con Cannes. ¿Podemos imaginar al iraní Asghar Farhadi subiendo al escenario el próximo 8 de mayo y diciendo que no tiene lista su película Todos los saben, designada como película de apertura?

Pues eso fue exactamente lo que pasó anoche en Canneseries. El mítico director Jean-Jacques Annaud [El nombre de la rosa] subió al escenario y dijo que, aunque hace un año comprometió el visionado de un capítulo de su serie en el arranque del festival... no le había dado tiempo a terminarlo y había traído un montaje de 35 minutos. O sea, un 'sneak peek'. El respetable, al terminar el metraje, aplaudió igual que si hubiera asistido a un largometraje de dos horas. Cosas de las series.

La competición oficial

La ceremonia inaugural, llena de luces de LED y de ritmos imposibles, sirvió también para presentar en sociedad al jurado de Canneseries, que apareció en el escenario con estilo de banda de rock. A la cabeza está el escritor estadounidense Harlan Coben, y con él decidirán, entre otros, la actriz Paula Beer [Frantz] o el actor Michael Kenneth Williams [The Wire]. Como explicaban por la tarde en la rueda de prensa del jurado, su decisión se basará en el visionado del piloto de 10 series, procedentes de 9 países del mundo. Argumentaba Coben que, igual que con las primeras páginas de un libro un lector sabe si quiere seguir leyendo o no, así pasa con los pilotos de las series. Entre las 10 aspirantes al premio gordo se encuentra Félix, la serie de Movistar + que se estrenó el pasado viernes en España.

La ficción de Cesc Gay se verá las caras con Killing Eve, la serie que HBO estrena mañana lunes y que protagoniza Sandra Oh, o con Aquí la tierra, una producción de Fox que encabeza Gael García Bernal. Y entre serie y serie pasarán los días plácidos -y lluviosos- de Cannes. Nada que ver con Cannes-Cannes, ese Cannes al que regresaremos en mayo... y en el que volveremos a pelearnos por un buen puesto en la fila para ver una película ucraniana.