Varios testigos indicaron que el atentado fue cometido en el momento en que numerosos feligreses salían de la mezquita al término de la oración del mediodía. Unas 30 pequeñas viviendas de adobe quedaron arrasadas, según informó el gobernador de la provincia de Kirkuk, Abdul Rahman Mustafa. Kirkuk es una ciudad con vastas reservas de petróleo y cuyo control se disputan árabes, turkmenos y kurdos.
“Es una catástrofe para la provincia de Kirkuk y en especial para la localidad de Taza”, declaró Mustafa. Se trata del ataque con más víctimas desde el doble atentado que en marzo de 2008 costó la vida a 68 personas.
Entre las víctimas del atentado hay mujeres y niños. “Estaba sentado en mi casa cuando de repente una potente explosión sacudió el suelo. Enseguida me vi cubierto de sangre y corrí aturdido afuera. Mi querido barrio era todo escombros”, se lamentaba Husain Nashaat, de 35 años.
Mientras, el Hospital Azadi, el más cercano al lugar del atentado, las escenas eran de caos. Las ambulancias trasladaban a los pacientes cubiertos de sangre que eran guiados a toda prisa hacia el interior por los sanitarios. En las calles, los policías y militares blandían sus rifles para detener el tráfico para facilitar el paso a las camionetas que también trasladaban a heridos.