En tiempos en los que la despoblación amenaza con el cierre de bares en los pequeños municipios - ese punto de encuentro vital para la vida social de vecinas y vecinos- Mansilla de la Sierra es el ejemplo de resistencia. Su bar municipal ha pasado de unas manos a otras, tras cinco años con un anterior propietario y que saliera a subasta en octubre, asegurando su apertura. Una buena noticia en un municipio que según datos del INE, en 2018, contaba con 55 habitantes.
Mano de pintura, limpieza, y un nuevo nombre 'La Costumbre' y este punto crucial del pueblo - en la plaza Mateo Matute, al lado del Ayuntamiento, continúa con su actividad con tres vecinas tras la barra desde la pasada semana. “Costumbre porque es eso, nuestra costumbre de juntarnos aquí, nos parecía bonito”, señala Rocío Menéndez, encargada de la cocina. “No es sólo tener un sitio para beber algo, es el sitio de reunión, en el que hablamos y salimos de casa”.
Entre la oferta, destaca su barra de pinchos y carta de tapas -que varían desde bocatitas de revuelto de picadillo hasta tortilla de patata, morritos o croquetas de caseras- así como diferentes platos de menú. Todo comida casera, como hace hincapié.
Estos primeros días ha sido un no parar, ha asegurado esta vecina. “Casi tengo más gente entre semana que los findes”. Además, para las personas mayores del Centro de la Tercera Edad, la comida tiene un precio de cerca de 2,5 euros, gracias a un programa de subvenciones del Gobierno de La Rioja y del Ayuntamiento de la localidad, así les ofrecen, dos o tres primeros y segundos a elegir. “Es una manera de que se reunan, de que salgan de casa y se despreocupan de qué comer”. “Intento meter alguna legumbre, verdura... los segundos suelo meter carne, algún pescado fresco”. “A mí me han dicho que los caparrones me salen muy ricos”, comenta entre risas.
El contrato es de un año, prorrogable otros tres, como detalla esta vecina. “El Ayuntamiento te da un montón de facilidades, pero tienes que tenerlo abierto, dar un servicio”, razona esta vecina, que ya se encargó anteriormente el bar. “No puedes tenerlo y no abrir, porque da vida, si no hay un bar la gente es más reacia a salir y se van a otros pueblos”. “Es lo importante, tirar para delante los que vivimos aquí todo el año”.
Y es que el empuje de vecinos y vecinas ha logrado que este bar continúe. “Los primeros días se me saltaban las lágrimas”, comenta. “Hemos tenido una acogida súper buena, todo el mundo está como loco, somos una gran familia, nos apoyamos”.
Rocío es una de las impulsoras de la nueva biblioteca de la localidad y, ahora, junto a dos vecinas toman el relevo del bar. Destaca que estas iniciativas salen “a raíz de mujeres”, además, de edades variadas, de los 25 a los 60. “Es muy importante destacarlo”, repite poniendo en valor las voces de las mujeres que luchan contra la despoblación y por mejorar la vida en zonas rurales.