El Pitiu Rochel no es el Palacio. Alicante tampoco es Logroño. Jugaban los mismos equipos que hace unos días, pero la intensidad, en el arranque, del Barcelona no fue la misma que después de festejar el título de Asobal. En juego estaba el pase a la final de la Copa del Rey, donde el Cuenca esperaba rival tras vencer a Bidasoa y Granollers en las dos jornadas precedentes. Y el cuadro de Xavi Pascual no se dejó sorprender para pelear por otro trofeo que añadir a su vitrina después de doblegar 28-24 a los riojanos, que se vuelven a encontrar con el cuadro catalán en el camino de esta competición.
Pese a un comienzo de partido equilibrado, Moller empezó con su particular exhibición de paradas que propiciaron que los azulgranas se marcharan 8-3 al cuarto de hora (con 7 intervenciones del meta danés). La defensa de los franjivinos no frenaba los tiros desde los 9 metros de N’Guessan y Mem, mientras que Hernández -pese a volver a ser elegido mejor jugador del partido- no sobresalía como sí hiciera en el empate firmado en tierras riojanas. Velasco se veía obligado a parar el ritmo vertiginoso de un contrincante que quería hacer sangre.
Balenciaga y Junior Scott eran las alternativas para no perderle la cara al encuentro. También Xavi Pascual rotaba sus piezas, pero la velocidad del ataque de los riojanos permitía que Moller ya no gozara de continuidad en sus paradas. En el otro lado de la pista, el Barcelon seguía a lo suyo. Además, incluso podía correr para continuar con su festival anotador. Tomás, Entrerríos, Gómez (incluidos dos penaltis) y Ariño, con el último tanto del primer tiempo, daban el relevo para tomar la directa y estar muy cerca de la final, con el 17-10, pese a que Thiagus veía la roja al propinar un codazo a Kusan, el cual se había activado en los últimos minutos con dos tantos desde los 6 metros.
En la segunda mitad, Velasco empezó con Balenciaga, Kukic y Junior Scott en la primera línea, mientras que Moreira sorprendía desde los seis metros. Hubo fluidez para que al Barcelona le diera por pensar. No le preocupaba mucho si su ataque mantenía la continuidad de antes de entrar en los vestuarios. El BM Logroño quería. Lo intentaba y daba la sensación de que podían meterse en el choque. David Cadarso, aprovechando unos dos minutos de Muñoz, hacía el 21-16 con aún 20 minutos por disputarse.
Junior Scott amenazaba desde fuera. Gracias a dos goles del francés, el 24-20 era posible, incluso con bola para reducir las diferencias. El ataque de los azulgranas no brillaba porque los riojanos estaban más enchufados. Hernández lucía con alguna parada y aunque el control seguía siendo de los pupilos de Xavi Pascual, el BM Logroño peleaba contra el marcador y el tiempo. El problema radicaba en que los logroñeses no aprovechaban sus oportunidades. Evidentemente, para remontar el 17-10 del descanso había que hacerlo todo prácticamente perfecto y eso no sucedió.
Moreira insistía con el 25-21 con diez minutos para la conclusión. Entonces llegaron los nervios porque el cuadro franjivino estaba obligado a anotar en cada ataque y frenar el potencial de su contrincante. Moller aparecía para desquiciar al BM Logroño, por lo que el asunto se complicaba más por mucho que los riojanos no bajaran los brazos. Además, la exclusión de Sánchez-Migallón, con el 27-23, terminó por evidenciar que no iba a ser posible repetir en el último partido de la competición. Una pena. Sobre todo porque si había algún momento en el que se podía dar la sorpresa, era el actual, como se evidenció en el juego. Si en la mayoría de los duelos precedentes entre ambos conjuntos, a excepción del vivido en el Palacio hace diez días, el Barcelona apretaba el acelerador en la segunda mitad, en Alicante, tras las tablas en Logroño, lo pisó desde el comienzo. Ahora toca centrarse en Asobal, donde el subcampeonato es un gran aliciente para los seis partidos que restan para acabar la temporada.