Suena el bocinazo final. El luminoso no engaña. Las canastas tampoco. 82-66 para el TAU, 16 de ventaja para el rodillo baskonista, uno de los conjuntos más fuertes de Europa que se ha acostumbrado a saldar por la vía rápida cada uno de sus compromisos. Mas en esta ocasión el resultado final, por muy tajantes que sean las cifras, no refleja las sensaciones que se vivieron en el encuentro. Sí en el cuadro vencedor, talento y sobrio como pocos pero no en el cuadro derrotado, que dio una gran imagen.
Primera mitad teñida de naranja
Entre charangas y cánticos se iniciaba el partido, con Pete Mickeal convirtiendo en canasta su tiro con una facilidad pasmosa a las primeras de cambio. Era sólo un espejismo. El Pamesa se propuso de inmediato que el ciclón baskonista no tuviera un nuevo paseo triunfal y pronto le dio la vuelta al luminoso, con un triple de Shammond Williams. La defensa naranja apretaba y, con velocidad al contraataque tomaba la iniciativa del choque (2-10). Golpe en la mesa. El tiempo muerto local no frenó el festival de Shammond Williams que, con su tercer triple en sólo tres minutos, hacía saltar las alarmas: 4-13.
Ya sin Splitter ni Rakocevic en la pista, los vitorianos parecían perdidos y sin referentes, mientras que Pamesa sí que encontraba guía en su periplo a la gloria: Matt Nielsen. Al demonio las estadísticas. Los números dirán que el australiano anotó sólo dos puntos en el primer periodo pero sus trascendencia fue mucho más allá. Cada ataque pasaba por sus manos antes o después, ayudas en defensa, un tapón por aquí, un rebote en ataque por allá. Y vuelta a empezar. Baloncesto, puro baloncesto: 8-20. El TAU miraba a McDonald pero los puntos le llegaron desde fuera, con Teletovic y Vidal reduciendo su desventaja al término de la primera función: 16-22.
En el arranque del segundo cuarto volvieron a escena los mismos protagonistas, Vidal y Nielsen y el choque entró en una fase que sería la tónica dominante durante los siguientes minutos, con Pamesa no terminando de romper ni TAU de remontar: 24-28. En esas, comenzó el show de Splitter. El brasileño, invisible en el cuarto inicial, apareció en la zona. Y de qué manera. Tirano, sin piedad. Diez puntos casi consecutivos de Tiago remontaron hasta por dos veces el encuentro para los suyos, aunque Pamesa había luchado mucho para tener el mando del choque durante los primeros veinte minutos y Rafa Martínez, con un triple a falta de cinco segundos para el descanso, tiró de justicia poética para que los suyos se fueran a vestuarios con una sonrisa: 33-35.
El rodillo despierta a tiempo
El intervalo sentó mejor a los baskonistas que, con un 5-0 inicial, parecían querer disipar dudas en tiempo récord (38-35). Sin embargo, como en las anteriores remontadas alavesas, los valencianos no se dejaron impresionar, por lo que el choque volvió a llenarse de igualdad y emoción. Canastas trabajadas, defensas asfixiantes y márgenes estrechos en el marcador. Estamos hablando de la Copa. Perovic le daba a Pamesa la última ventaja antes de que TAU pusiera la directa con un 10-1 y amenazara con escaparse definitivamente (51-44), aunque los taronja volvieron a encontrar alivio sobre la bocina con un triple: 54-50. Menudo bálsamo.
Kuqo daba la bienvenida al periodo final con su segundo enceste de tres puntos seguido y hubiera completado su minuto mágico dándole la ventaja a su equipo si hubiera convertido en triple la siguiente bola que se volvió a tirar desde más allá de 6,25. A continuación, Pete Mickeal, un auténtico enamorado de los finales calientes, olvidó su gris encuentro anotando cuatro puntos consecutivos para poner a TAU con siete de ventaja en el ecuador del último periodo: 66-59. Más tarde, la casta de Splitter y la inspiración de Vidal (50 de valoración entre el dúo) , terminaron por sentenciar el choque: 75-61, min.38.
El epílogo del choque fue una continua demostración de alegría por parte de los aficionados baskonistas, que animaron con sus cánticos el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid. Tienen motivo para el júbilo. Su equipo se ha habituado a vivir constantemente al filo del récord, coqueteando con la gloria una vez sí y otra también. Ocho semifinales de Copa lo atestiguan. Ese final, eterno para el vencido, no debe empeñar el orgullo de los de naranja. Al fin y al cabo, pocos equipos en el viejo continente han resistido tantos minutos a un pulso contra el “coco” baskonista. Muere un sueño y se prolonga otra. Es la esencia de este torneo.