Fallece José Caperos, el niño de la guerra que luchó por la memoria histórica en La Rioja
Ha fallecido José Caperos, hijo de un padre asesinado y de una madre heroína. Así lo definía el que fue niño de la guerra y ha fallecido este 12 de abril de 2024, a los 92 años, en Vitoria. Tío del actual alcalde de Casalarreina, Félix Caperos, José ha sido una de las pocas memorias vivas que en los últimos años recordaban la guerra y la represión, de Bilbao a Francia, de allí vuelta a España, a La Rioja.
Su padre, Miguel Caperos, era concejal de Casalarreina en 1936. Eso le costó la muerte. Fue asesinado en una cuneta y enterrado en La Barranca. Su viuda, Teresa Lumbreras, se quedó sola con cinco hijos y un futuro pintado de negro. Aun así, salió adelante. La historia de José Caperos, niño de la guerra, se entiende mejor contada en primera persona.
Era uno de los hijos menores y en un vídeo editado por el Ayuntamiento de Casalarreina hace unos años recordaba perfectamente aquella época. “Mi madre nos tuvo que mandar a Bilbao con un tío a mi hermano y a mí porque se estaba preparando para ser maestra, aunque nunca pudo ejercer. Mis primeros recuerdos son los de los bombardeos en Bilbao, cuando las sirenas atronaban sobre la ría y teníamos que salir como locos a refugiarnos”. El Gobierno vasco evacuó en 1937 a los niños y las mujeres en un barco rumbo a Francia. “Allí me regalaron el primer y único regalo de Reyes que he tenido en mi vida”, recordaba José emocionado, “un avión de cartón lleno de caramelos”.
Tenía apenas cinco años cuando volvió a Casalarreina. “En la estación de Hendaya nos esperaban mi madre y mi tía. A mi madre le habían cortado el pelo, porque no valía con asesinar, tenían que meter el miedo en el cuerpo a los supervivientes. Cuando la vi la abracé con fuerza, pero mi hermano pequeño no la conocía, tenía miedo y se agarraba a mi tía”, recordaba Caperos en el vídeo documental que su sobrino, actual alcalde de Casalarreina, encargó como homenaje a los asesinados y represaliados del municipio.
“A mi madre le he visto llorar muchas veces desconsoladamente”, continuaba, “nos reunía en una habitación a los tres hermanos pequeños y, en las noches de invierno nos contaba quién había hecho daño a mi padre y nos decía una frase que se me quedó grabada para siempre: ay hijos, el pobre es el peor enemigo del pobre”.
Cuando alguien le preguntaba a José qué era para él La Barranca, no lo pensaba ni un segundo. “La Barranca no me trae más que malos recuerdos, allí tuve por primera vez conciencia de la muerte. Con los escasos recursos que tenía mi madre nos llevaba cada año en tren desde Casalarreina a Lardero y luego desde allí andando, en los primeros años medio escondidos. Era un páramo en medio del monte con tres montículos rectos. 'Ahí está vuestro padre, fue uno de los últimos en morir', nos explicaba”.
A pesar de esos malos recuerdos, José tenía claro que La Barranca es fundamental para mantener viva la memoria de todo lo que sucedió. A su madre la recordaba como “una auténtica heroína porque fueron ellas las que aguantaron, a las que vejaron. Nosotros éramos niños y en la calle jugando se olvidaba todo pero ellas tuvieron que ser valientes y salir adelante. Mi madre era inteligente, arriesgada, nos contó siempre lo que pasaba y nos inculcó que huyéramos de la política porque no traía más que problemas”. A pesar de tanto dolor, siempre se consideró un afortunado: “nosotros al menos tenemos hasta certificado de defunción de mi padre y sabemos dónde está, hay otros muchos que no”.
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