Kagame, a las puertas de la reelección

Rioja2

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Un pequeño país del África Central decide hoy su futuro en las que son las segundas elecciones desde que en 1994 conociera el mayor de los horrores con un genocidio que costó la vida de 800.000 personas. Se trata de Ruanda, quien se debatirá entre la reelección del hasta ahora mandatario, Paul Kagame, y los pocos opositores que no han sido detenidos en estos días previos a los comicios.

Ante esta realidad de represión de la oposición, tal cómo denuncian ONG como Reporteros Sin Fronteras o Amnistía Internacional , es fácil augurar una victoria Kagame en las urnas.

La figura de Kagame despierta tanto amores como odios, para unos es sin duda un icono de África, al encabezar el brazo armado de su movimiento, el Frente Patriótico Ruandés (FPR) en 1994; sin embargo, para otros es “el mayor criminal de guerra activo del mundo”. El propio Kagame ha reconocido que ha sacrificado un modelo de democracia occidental a cambio del fin de la violencia a través un régimen centrado en la figura presidencial.

Con ello, se ha desarrollado una economía particularmente floreciente que se espera que alcance un crecimiento del 6% este año. Ruanda es, a día de hoy, uno de los cinco países más atractivos para los inversores, a juicio del Banco Mundial, y el país menos corrupto de África Oriental, según refleja un estudio realizado por Transparency International.

Sin embargo, los numerosos incidentes que han tenido lugar en el período de precampaña arrojan graves sospechas sobre el respeto a los Derechos Humanos en el país africano. En los últimos meses, se tiene constancia del asesinato de un periodista y un político, ambos críticos con la labor de Kagame.

No hay pruebas que relacionen al presidente con estos incidentes,

pero sumados a las detenciones de políticos opositores (acusados invariablemente del cargo “negación del genocidio”) parece revelar un patrón de intolerancia que para muchos, no obstante, es un precio a pagar para curar las heridas de uno de los acontecimientos más terribles de la historia reciente de África.

Anterior mandato

El Parlamento ruandés declaró a Kagame presidente de jure del país en 2000, un cargo ratificado tres años después en los primeros comicios presidenciales celebrados tras la masacre, y en los que el mandatario se hizo con el 95% de los votos y garantizó su estancia en el poder durante los siguientes siete años. Desde entonces, su labor se ha centrado en potenciar la economía del país y las relaciones comerciales con sus vecinos, en particular la República Democrática del Congo, donde su influencia sobre las conflictivas zonas de Kivu Norte y Kivu Sur es inapelable, en particular en lo que se refiere a los ricos recursos minerales (tantalio y tungsteno, en particular) de estas regiones congoleñas.

La política de normalización de Kagame se ha percibido incluso en el exterior, con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Francia, rotas en 2006 desde que un juez parisino le acusara de estar detrás del asesinato de Habyarimana, precisamente el mismo evento que desató el genocidio de 1994.

Para ONG como la Red de Entidades de Desarrollo Solidario (REDES), “lo más grave y sorprendente” es que estas cifras de víctimas “han pasado desapercibidas para la comunidad internacional”. “La principal causa generadora de este conflicto es el saqueo por parte de su Ejército de los ingentes recursos minerales de la República Democrática del Congo”. Kagame, al que calificaron como “el mayor criminal de guerra en activo del mundo”, ha participado en este saqueo “tanto directa como indirectamente, a través de grupos armados que financia y apoya en beneficio de grandes multinacionales”.

De hecho, el juez de la Audiencia Nacional de España, Fernando Andreu, vio en 2008 “indicios” de la implicación de Kagame en la matanza, en la que murieron nueve misioneros y cooperantes españoles. El magistrado no pudo procesarle porque como jefe de Estado tiene inmunidad de jurisdicción y de ejecución. Sí dictó en cambio órdenes de detención internacionales para 40 militares del Gobierno ruandés por delitos de genocidio, crímenes de lesa Humanidad y terrorismo.

Miedo preelectoral

Por su parte, Amnistía Internacional ha denunciado el “clima de miedo” que se vive actualmente en el país tras los recientes asesinatos del periodista Jean-Leonard Rugambagem el pasado 24 de junio en su domicilio de la capital, Kigali. Rugambagem estaba investigando la muerte, presuntamente a manos de los servicios de inteligencia ruandeses, del general Faustin Kayumba Nyamwasa en su exilio de República Sudafricana.

Además, Amnistía afirma tener fotografías de los restos mortales del vicepresidente del partido opositor de los Verdes Democráticos, Andre Kagwa Rwisereka, decapitado el pasado 14 de julio en el sur del país.

También fue retenida la periodista Agnes Uwimana, que cumplió en su momento un año de cárcel por difamación y por alentar las divisiones étnicas, y que el pasado mes de julio fue arrestada por las fuerzas de seguridad el pasado por publicar un artículo en el que comparaba al presidente Kagame con Adolf Hitler.

Además hay que tener en cuenta la exclusión del proceso electoral de la opositora Victoire Ingabire, porque las autoridades no han reconocido a su partido, las Fuerzas Democráticas Unificadas. Ingabire ha llamado a la abstención en unos comicios en los que el FDR y sus “partidos satélite” tienen las de ganar.

La oposición no pronostica otro resultado que no sea la victoria arrasadora de Kagame. “Su partido va a ganar porque se ha preparado estas elecciones y porque no se va a enfrentar a ningún tipo de adversario”, indicó el presidente del Partido Verde de Ruanda, Frank Habineza, a la radio pública internacional alemana.“”Estas son elecciones sin elección alguna“, lamentó en su entrevista con Deutsche Welle.

Sin embargo, Kagame no parece inquietarse por las críticas de sus opositores. “Mi trabajo no es crear una oposición [...]”, aseguró Kagame durante la campaña. “Mi trabajo es crear el entorno donde puedan suceder cosas legítimas”, afirmó, al tiempo que aseguró que las elecciones serán “libres, justas y estables”, razón por la que pidió al pueblo ruandés que “vote con libertad”.

“Si el pueblo de Ruanda decide que no debo continuar al frente, lo respetaré humildemente, al 110 por ciento”, matizó, antes de rechazar cualquier implicación en los hechos violentos con los que se le relaciona, y de reconocer que su modelo político no tiene por qué ajustarse necesariamente a lo que se entendería como normal en países occidentales.