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Acerca de Zapatero y Suso de Toro
He leído con atención en este mismo medio la trilogía de artículos que ha publicado Suso de Toro sobre José Luis Rodríguez Zapatero. También leí su libro sobre el expresidente y estuve en su presentación. En aquel acto, sólo se oyeron críticas hacia el escritor gallego -a quien no conozco personalmente-, acusándole de haber hecho un libro “pelota”, de “estar vendido”, de que “algo buscará”... y este tipo de comentarios tan españoles cuando alguien se atreve a escribir un libro hablando bien de alguien y, encima, del presidente del Gobierno.
Sin embargo, aún admitiendo bastante benevolencia con la la labor y la figura de Zapatero en el relato de Suso de Toro, confieso que estaba bastante de acuerdo con aquel libro, al igual que con esta trilogía de artículos. En aquella ocasión me callé ante los comentarios y no sé, incluso, si me uní al coro de críticas con alguna gracieta. Aunque aún no estaba en su peor etapa y volvió a ganar unas elecciones -el libro se presentó en noviembre de 2007-, ya era un valor social en alza hablar mal de Zapatero por todas las esquinas de este país, y había que tener mucho coraje para salir en su defensa y más para escribir un libro a su favor.
Pero hoy voy a redimir mi cobardía de aquella tarde. Por motivos profesionales, he conocido a Zapatero durante toda su etapa al frente del PSOE y durante sus ocho años de Gobierno. En modo alguno creo que haya sido el peor presidente de la democracia, como la derecha ha instalado en la conciencia colectiva de este país. Aquel “¡no nos falles!” que le corearon los jóvenes a las puertas de Ferraz siempre lo tuvo muy presente y creo que lo intentó cumplir.
Por recordar, retiró las tropas de la absurda e injusta guerra de Irak a los tres meses de mandato -también estuve allí cuando lo anunció y nadie daba crédito a la noticia-, subió de forma espectacular las pensiones mínimas -bien lo saben en mi casa-, instauró el cuarto pilar del Estado de Bienestar con una ley de la dependencia que, ahora que ya no existe, se empieza a saber de su necesidad, y amplió los derechos civiles en este país cómo nadie lo había hecho nunca en democracia.
Creo que fue un presidente feminista -su primera ley, contra la violencia de género y, después, la ley de igualdad-; ecologista -dio un impulso como nadie a las energías renovables- y de izquierda -la ley de memoria histórica que, con todas su deficiencias, ahí estuvo-. En los tres aspectos hubo errores y muchos esperaban más de él, pero se atrevió con asuntos que, hasta ahora, nadie lo había hecho.
En su contra, tengo que decir que no aprendió economía en dos tardes, ni siquiera en ocho años. Ni lo va a redimir con el libro El dilema, aunque comparto con Suso de Toro que tenía la necesidad de explicarse. Ni pinchó la burbuja inmobiliaria, que tanto denunció Jesús Caldera cuando estaba en la oposición; ni se atrevió a cambiar un sistema fiscal injusto, pese a reiterar hasta la saciedad que sólo pagaban impuestos las rentas del trabajo y no las del capital.
Como ciudadano, una cosa que no le perdonaré fue pasar del discurso que hizo en Pamplona ante los “compañeros del metal” de la UGT, defendiendo que había otra forma de salir de la crisis por la izquierda, a la claudicación del 10 de mayo de 2010, sólo unos meses después. Sin explicaciones, en diez minutos de intervención parlamentaria, Zapatero renunció a todos sus principios, a todo lo que había contado a la ciudadanía y se plegó a los intereses del mercado y de la derecha europea. No sé si había otra solución, ni me importa, pero así no se hacen las cosas.
Y tampoco acertó en cómo gestionó la reforma del Estatut de Cataluña, pese a la feroz campaña del Partido Popular. Fue todo un disparate anunciar que se aprobaría lo que saliera del Parlamento catalán, luego cambiarlo, finalmente pactarlo con CiU, someterlo a un referéndum y, luego, que el Constitucional lo tumbara en gran parte.
Creo que ni con el tiempo se restaurará la figura ni la labor de Zapatero. Fue tal la campaña que tuvo en su contra que su imagen está marcada para la historia. Casi todos los presidentes del Gobierno de esta democracia han salido del poder de forma traumática, pero nada comparable al odio social que se creó contra el expresidente.
Lo que no sé si saben sus detractores es que su “talante” y la fortaleza que siempre tuvo para asumir las críticas no le hacen perder la sonrisa. En su efímera vuelta a la actualidad, por la presentación de su libro, puedo asegurar que sigue exactamente igual que cuando llegó a la dirección del PSOE en el año 2000, y se fue el primer día como secretario general del PSOE con José Andrés Torres Mora a comprarse un traje al Corte Inglés de la calle Princesa, porque le iba a recibir José María Aznar en La Moncloa y no tenía qué ponerse.
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