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Análisis

La meritocracia de Ayuso y Cía.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, interviene durante la segunda convención sectorial del Partido Popular (PP), a 24 de octubre de 2022, en Madrid (España)

David Noriega

24 de octubre de 2022 22:46 h

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Lo tienen todo y les falta tesón y paciencia. La presidenta de la Comunidad de Madrid ha hecho este lunes un retrato desolador de los jóvenes españoles. “Les falta cultura del esfuerzo”, dijo en unas jornadas del PP sobre juventud, en las que atribuyó esta carencia a las reformas educativas, los videojuegos, las nuevas tecnologías y una izquierda que “colectiviza”. Isabel Díaz Ayuso, que lleva 17 años a sueldo del Partido Popular, a quien sus padres donaron un piso y cuyo hermano cobró más de 280.000 euros en comisión por un contrato a dedo de la administración que presidía ella misma en lo peor de la pandemia, apuesta por que se pueden alcanzar “todas las metas” con esfuerzo y compromiso.

Ayuso entró en la Asamblea de Madrid en 2011, el año que cumplía los 33, aunque llevaba desde 2006 vinculada al Partido Popular, donde había ejercido tareas de comunicación tanto para la formación como para el gabinete técnico de la presidenta Esperanza Aguirre. La exlideresa regional llegó a proponer en 2013 “que no pueda ir a un cargo público ni a un escaño ni puesto directivo importante alguien que no haya cotizado a la Seguridad Social en otra cosa, que no haya sido autónomo, empresario, que no haya hecho cosa distinta en su vida”.

Para entonces, la actual presidenta madrileña, que llevaba ya dos años en la cámara regional, cumplía ese requisito por los pelos. En su propio perfil de linkedin figuran dos tempranas y breves incursiones en el mundo laboral fuera del Partido Popular. La primera se alargó durante un año, entre 1998 y 1999, en 101 Agency. La segunda fue incluso más fugaz: nueve meses como productora en Spin FM, una radio local de Dublín, Irlanda, entre octubre de 2002 y junio de 2003.

“No voy a quitar a nadie de los que están, que hay muchos en esa circunstancia”, absolvió sin embargo Aguirre de su propia propuesta, mientras Ayuso escalaba en el organigrama del partido y el Gobierno madrileño, hasta que su afinidad con Pablo Casado la colocó en lo alto de la lista para las autonómicas de 2019.

En aquel momento, desde el propio PP de Madrid se azuzó un debate que levantó ampollas dentro de Nuevas Generaciones. La entonces alcaldesa de la capital, Ana Botella, se alineó con Aguirre y llegó a afirmar en 2013 que “suprimiría las nuevas generaciones de los partidos”. “La gente donde tiene que estar con 16, 17 y 18 años es trabajando, estudiando o formándose”, dijo. Beatriz Jurado, que presidía la organización, era senadora y actualmente ocupa un asiento en la Junta de Andalucía.

El debate no se concretó en una limitación al ascenso de las jóvenes promesas conservadoras en favor de una carrera profesional consolidada. Pablo Casado construyó su ahora malograda carrera política sobre la base de las Nuevas Generaciones, que ha sido una suerte de empresa de colocación para un buen número de afines al Partido Popular. Al exlíder de la oposición incluso le regalaron un máster “a modo de prebenda” por su “relevancia política”, según la jueza que instruyó el caso. Se lo dieron, dice, “sin efectivamente cursarlo, sin mérito académico alguno”.

Casado fue quien puso en lo alto de la lista para las elecciones autonómicas de 2019 a Ayuso, con quien mantenía una buena relación personal. Durante aquellos días ambos presumían de amistad. Pero, a lo largo de tantos años en política, la actual presidenta ha tenido también otras madrinas. Si llegó a la Asamblea con Aguirre, fue con Cristina Cifuentes con quien accedió al primer Gobierno. Hace menos de un mes, se intercambiaba piropos con la expresidenta, que dimitió tras estallar el 'caso máster', otro trato de favor a una dirigente del partido.

Pero los favores son habituales en el PP de Madrid. El alcalde José Luis Martínez Almeida ha fichado como personal de confianza durante esta legislatura al menos a dos asesores vinculados con NNGG. Rubén Gil entró al Consistorio en febrero para realizar “labores de comunicación y estrategia política”, según figuraba en su perfil profesional, con un sueldo de 53.700 euros al año. Miguel Ángel Sastre, el número tres de Bea Fanjul, percibe 58.671 euros, pese a que solo realizó prácticas y colaboró con un estudio de arquitectura durante unos meses antes de conseguir este trabajo.

Fuera del paraguas del PP, la situación para esos jóvenes a los que les falta “cultura del esfuerzo”, según describía Ayuso, es mucho peor. En España, un trabajador menor de 24 años percibía, de media en 2020, 14.485 euros al año y 20.684 euros aquellos entre 25 y 34 años. Con estos salarios, una de las mayores dificultades de los jóvenes, lejos de que “lo tienen todo”, es acceder a una vivienda. La presidenta madrileña, que se niega a regular los precios del alquiler, hablaba en primera persona de esta problemática, en una entrevista en El Mundo. “Estoy harta de pagar alquiler y tengo ilusión por comprarme una casa, pero en Madrid se ha disparado la vivienda”, afirmaba en junio.

Ella, que cobra más de 100.000 euros al año como presidenta de la Comunidad, ya tiene una vivienda en Madrid, según consta en su declaración de bienes en la Asamblea. Pero no tuvo que dar una entrada, ni contratar una hipoteca, ni pagar al contado. Fue una donación que le realizaron sus padres en octubre de 2011, ocho meses después de que MC Infortécnica SL, una sociedad participada por el matrimonio y otras tres parejas, obtuviese un crédito-aval de 400.000 a través de Avalmadrid, una entidad pública de la Comunidad, por el que ella intercedió, avalado por sus propiedades, que no pudieron ser embargadas pese a que nunca saldaron su deuda.

Su hermano Tomás Díaz Ayuso también se vio beneficiado en aquel reparto. Sus padres le donaron a él un finca en Sotillo de la Adrada. De este pueblo de Ávila era un amigo de la infancia de la presidenta y su hermano. Pero no uno cualquiera. Es el empresario que, como destapó elDiario.es, consiguió vender en abril de 2020, por la vía de emergencia, 250.000 mascarillas a la Consejería de Sanidad de Madrid, por 1,5 millones de euros. La presidenta nunca ha negado esa relación, pero sí conocer los detalles del contrato.

En esa operación también participó Tomás. De hecho, el hermano de la presidenta se llevó una suculenta comisión de 286.000 euros. Ese dinero, que recibió mientras en España morían cientos de personas al día, fue el detonante de una guerra sin cuartel en el PP. Fue el propio Casado quien destapó esa cantidad, en una confesión que le costaría la dirección nacional del partido, que había sido durante lustros su única profesión.

En esa guerra sucia en el seno de PP, y señalado por el supuesto espionaje a la presidenta, cayó Ángel Carromero, otro antiguo dirigente de Nuevas Generaciones y mano derecha del alcalde. Fue a mediados de febrero, pero a finales de marzo Almeida ya estaba enredado en un nuevo ‘caso mascarillas’. Como destapó elDiario.es, Luis Medina Abascal, hijo del fallecido duque de Feria, se embolsó un millón de euros en comisiones por la venta de material sanitario defectuoso o por encima de su precio en lo peor de la pandemia, tras llegar al Ayuntamiento de la mano de un primo de Almeida, según los investigadores. Otro caso que queda lejos del esfuerzo y el compromiso que reclama Ayuso para los jóvenes. 

Al menos, la presidenta exculpa a los jóvenes: “Les falta esa cultura del esfuerzo que se ha ido perdiendo por muchas cuestiones. Por las sucesivas leyes educativas que han convertido la educación en España en un gran fracaso, regalando los aprobados, igualando a la baja y con un exceso de promesas que solo lleva a una frustración de expectativas”.

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