El chocolate, la “bebida de los dioses” que inundó el barrio

Desde que el chocolate había llegado a la Corte siglos atrás desde América su aceptación iría en aumento, llegando a alcanzar cotas tan altas que ganaría el título de “bebida nacional”. No había cosa más socorrida para el viajero, para el enfermo, para el extenuado, para la tertulia, la visita, la fiesta o el ayuno que esta bebida. En el barrio fueron numerosos los comercios dedicados al chocolate, alguno ha llegado hasta nuestros días de hace más de ciento cincuenta años.

En España el chocolate bebido conoció una amplia difusión a lo largo de todo el siglo XVII y se anunciaba en las confiterías como la bebida que procede de las Indias. En este siglo el chocolate no faltaba en el menú de los reyes, y los nobles lo ofrecían caliente como parte imprescindible en las meriendas que ofrecían a sus visitas.

La nutritiva bebida se tomaba también en los períodos de ayuno, lo que abrió un vivo debate entre los defensores y los detractores de esa costumbre, hasta que el Cardenal François Marie Brancaccio, manifestó en 1662 Liquidum non frangit jejunum, es decir, el líquido no infringe el ayuno, sentencia que fue sancionada después por el papa Alejandro VII.

En el siglo XVIII los borbones continuaron la afición, sobre todo Felipe V y su hijo Carlos III, quienes desayunaban siempre con esta bebida y su uso irrumpió también en la repostería como ingrediente en dulces secos.

Aunque el chocolate fue abaratándose por el aumento de la producción de cacao a lo lardo de los siglos, es en el siglo XIX cuando empieza a ser consumido de forma masiva. Lo que comenzó siendo un artículo de lujo, comenzó a ser consumido por todas las clases como alimento económico y fácil de preparar, especialmente en calidad de desayuno. La Revolución Industrial abarató su coste, las fábricas de chocolate proliferaron en Madrid y las confiterías y chocolaterías se multiplicaron, como bien puede apreciarse en nuestro barrio donde varios establecimientos forman parte de la historia de comercio madrileño del chocolate.

La primera gran fábrica de chocolate, la famosa fábrica de Matías López y López, estuvo en la calle Palma Alta, donde además del chocolate para tomar como bebida ya se fabricaban infinitos objetos de chocolate como bombones, cigarros o culebras. Aunque Matías López tuvo antes otros establecimientos y molinos en Madrid, es en esta fábrica donde introdujo en la fabricación del chocolate una máquina de vapor dejando atrás la fabricación más tradicional (a brazo). El chocolate era tan popular en Madrid y en nuestro barrio que esto no impidió que siguieran existiendo otros molinos tradicionales de chocolate, como el molino “El Indio”, que estuvo situado en la calle de la Luna 14, una tienda con molino de chocolates que, por su preciosa máquina en forma de indio y su exquisita decoración, cuando cerró en 1993 pasó a formar parte de la decoración del Museo del Traje de Madrid.

Entre los comercios que perduran en nuestras calles dedicadas al chocolate tenemos la churrería Madrid 1883, en la calle Espíritu Santo, que lleva asentada en el barrio desde el mismo año de su nombre. Allí los vecinos pueden seguir con la costumbre de desayunar un exquisito chocolate a la taza, aunque en vez de con rebanadas de pan fritas (los típicos picatostes de siglos atrás) o con los buñuelos que fabricaban en los inicios del establecimiento, con otra masa frita, los churros y las porras que elaboran a diario. Sea por el placer de tomarse el tiempo de tomar un riquísimo desayuno o merienda o por la necesidad de reponer fuerzas tras una noche de fiestas en el barrio, el chocolate a la taza sigue siendo en el barrio una opción deliciosa, reconstituyente y nutritiva para los vecinos de ayer y de hoy.

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