La noche del 31 de diciembre los vecinos de Madrid y, por supuesto, también los del barrio, tenían la costumbre de “echar el año” y “echar los estrechos”.
Eso era antes de que empezara a celebrarse la llegada del año con las 12 uvas.
Este uso popular de “echar los estrechos” derivaba de la tradición anual que tenían los romanos de estrechar la mano a sus esposas y amantes prometiendo fidelidad durante todo el año.
Ellas, a su vez, hacían iguales promesas de amor y fidelidad.