Me he “puesto pez”

Según lo que nos comentó la persona que estaba tras la barra del Pontepez, esta expresión, en los pueblos de León, significa embriagarse (bueno, en mi caso ha sido un compendio alcohólico-culinario). Este local, en el que ya había estado otras veces, es la típica taberna (con sus descuidos estéticos, como la falta de una buena mano de pintura o una cocina no precisamente de diseño, y su decoración totalmente personal, en este caso carteles de cine y de música) pero con toques gastronómicos originales. La gente que la frecuenta va desde el parroquiano propio de cualquier tasca, normalmente hombre solo que pide una copa/caña con pincho (triste, el pincho, entre semana, más cuidado a partir del jueves, que hay más público) como pretexto para charlar un rato, hasta estudiantes, gentes de izquierdas, alternativos varios y otros que, simplemente, pasaban por allí. Tanto esta vez como en otras ocasiones la selección musical es destacable, me gustó mucho escuchar de nuevo la canción de The Who de la escena final de Quadrophenia.

La carta, de raciones, es muy curiosa y ofrece dos variedades de hamburguesitas (de ternera y de buey con salsa Jack Daniel’s [ésta la probamos otra vez y era algo más gruesa que la de ternera]), patatas rotas y huevo con aceite de trufa y boletus edulis, burrata fresca, solomillo ibérico a la pimienta verde, camembert frito, foie micuit, tres ensaladas (ensalada de pera y texturas de parmesano, de queso fresco y de ventresca) y productos típicos de León (embutidos y quesos).

Mi acompañante, M., pidió una caña (1,50 €) y yo un vino blanco (2,50 €), es decir, el que tenían, un Neire 2012 de Rueda, desconocido totalmente para mí, pero agradable. Era un verdejo atípico, tenía menos retrogusto a plátano, era más simple, acompañaba bien los platos. Servido en copa correcta. Nos ponen una cestita con los cubiertos y una ración abundante de pan (pistola y hasta aquí puedo leer).

De primero pedimos una ración de patatas con alioli de pera (3,50 €). Tremendo plato de patatas con un sabor algo dulce (por la pera, aunque no era un gusto predominante, se insertaba bien en el alioli) con un toque picante (espolvoreadas con pimentón), una buena combinación. Aquí empezamos a ver la decoración que caracterizará las 5 raciones que elegimos (cebollino picado y sésamo [negro o blanco]). No es por molestar, pero no estaría mal buscar otras opciones (por ej. perejil, cilantro, romero o albahaca, si queremos verde y gustos especiales, y algún fruto seco picado). Después es el turno de la hamburguesita Pontepez (3 €), de carne de ternera, con lecho de mayonesa con cebolleta sobre panecillo redondo y decoración… bueno, ya he hablado de ello. Muy rica y en su punto.

Se nos acaban las bebidas, M. pide un doble de cerveza (2,60 €) y yo, un tinto, para probar, me ofrecen el que tienen, un Crepúsculo de Tierras de León. El hombre, muy peculiar, que nos atiende nos dice que es como un Ribera del Duero, pero que no quieren pagar la D.O. y por eso resulta menos conocido y más barato. Realmente recuerda a un Ribera de Duero, es suave y persistente en boca, predomina el sabor de uva Tempranillo. Glups, al ver la cuenta en casa, observamos que se les ha olvidado incluirlo…

Seguimos con las raciones, es el turno del pollo con krispis y salsa de mostaza dulce (4,50 €), realmente, para mi gusto, es el plato estrella: trocitos de pollo rebozados en copos de maíz con una salsa de curry picante con leche de coco (tal como nos explicó el cocinero, un brasileño muy simpático), ¡logradísimo! Vaaale, no digo nada de la decoración.

Después, tortilla de patata como la hacía mi abuelo (es decir, su abuelo, no el mío), 4 €. No es de las mejores, está bien, simple, con patata y un poquito de cebolla, pero nada especial. ¿Adivináis con qué estaba decorada? Decidimos, finalmente, elegir un producto de León y pedimos media ración de morcilla con pimientos del Bierzo (4,50 €), excelente, muy cremosa y sabrosa, y los pimientos bien. Sí, sí, la ornamentación es la que es, no diré más.

Para finalizar ofrecen helados servidos en copa con nata y chispa (se me olvidó preguntar a qué se referían con esto, si era la chispa del camarero, de algún ingenio luminoso o algún toque especial) y sugieren que se pregunte por los sabores del momento. Sólo espero que la decoración no sea “la de siempre”. De cualquier forma, nosotros estamos como bolas y nos espera una cuesta para volver a casa, así que nos rendimos y nos vamos castigados sin postre.

En resumen, es una taberna original, de ambiente agradable, variado y relajado, con música con carácter, vino correcto y raciones con una muy buena relación calidad/precio. Muy recomendable para ir a cenar en plan informal y sin gastar mucho dineritis.

Al ir a pagar a la barra, ahí está el ser del otro día, me sonríe de nuevo… Entonces recuerdo las palabras de mi primo R. que me preguntaba si la oveja que había visto la otra vez era eléctrica... Me quedé totalmente aturdida, no supe ver si era eléctrica o no, pero empiezo a pensar que soy replicante (en el más amplio sentido de la palabra), ¿qué me pasa Dr.?

P.S. Recomiendo estudiar detenidamente el espejo pintando de forma laberíntica al que le falta una pieza y que pone, entre sus colores y vericuetos, “todos somos raros”. ¡Qué bonita es la sabiduría popular!

  • Pontepez, Calle del Pez 18, Tel. 915232933. Horario, lunes a jueves: 20.00 – 00.00; martes a sábado: 13.00 – 16.00; viernes y sábado: 20.00 – 02.00.