Sobre la gripe que no es y el remedio que igual sí
Parece ser que la gripe española que mató a hasta 100 millones de personas en todo el mundo no fue realmente española. El adjetivo se lo puso el corresponsal de The Times en Madrid porque fue nuestro país, neutral en la Primera Guerra Mundial, el único que al principio informó sin censura sobre la pandemia. En esta ciudad el virus mató a 6.500 personas y… qué más da. La historia no se repite nunca. La vida se empeña en ser distinta e imprevisible a cada segundo y nosotros ponemos el mismo tesón en no querer admitirlo.
No es cosa nuestra, es que estamos diseñados así. Nuestra red neuronal por defecto se ocupa de poner el filtro para soportar la entropía que nos (des)ordena. Puede que sin ella en marcha nos volviéramos locos; seguro que con ella en funcionamiento nos dejamos llevar por patrones, abusamos de los prejuicios y lucimos falta de comprensión de lo que tenemos delante. Nuestra capacidad para construir ficciones y organizar nuestras creencias en torno a ellas probablemente viene de ahí y, después de habernos traído hasta aquí a nuestra voraz manera, hay que ver para qué nos sirve en un contexto de crisis como éste. La suerte es que podemos elegir las ficciones que creamos y que también somos capaces de reducir el efecto de esa red neuronal que nos aprisiona.
Hasta ahora, hemos estado viendo el asunto del coronavirus como quien avista el tsunami y se queda parado haciendo fotos a la ola. O como quienes, con la crisis climática pegándonos bofetadas para despertarnos, hemos decidido seguir dormidos. Entiendo que, cuando se publique este texto, ya muchos habremos comprendido que lo del Covid-19 no es como una gripe y que las consecuencias en nuestra salud, nuestra economía y nuestra política van a ser graves y duraderas.
Lo de la gripe nos puede valer, eso sí, como metáfora. Dice la sabiduría popular que el cuerpo es sabio y que cuando caemos en las garras de un virus es porque lo necesitamos. Nos gusta pensar que esos días de reposo nos vienen bien, a veces incluso para replantearnos nuestra vida y dejar atrás lo que nos hacía sufrir: carrera, pareja, costumbres... La enfermedad como forma de renacimiento.
Ojalá este parón nos sirva para algo así. Ojalá renacer como una ciudad y una sociedad solidaria que se mueve por el bien común y no por egoísmo e inercia. Ojalá salir reforzados como comunidad frente al individualismo impuesto. Insisto, si la historia no se repite jamás, ¿por qué andar nosotros repitiendo comportamientos que no nos hacen ningún bien?
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