Cuando una mañana de hace tres meses los hermanos Relloso abrieron la puerta de su tienda de comestibles en la calle de la Palma, algunos trozos de cristal cayeron, lo que les alertó de que alguien, la noche del viernes, había roto el bonito letrero clásico de cristal pintado que rezaba “Alimentación. Frutería, Conservas, Joaquín Relloso”.
La rotura difícilmente podía ser casual a esa altura pero es que, además, hubo ensañamiento pues sacaron piedras y palos del cajetín donde estaba encastrado el rótulo.
El gran letrero se ha mantenido medio roto y deslucido hasta que esta semana lo han reemplazado. El nuevo respeta la tipografía clásica del anterior, pero el cristal pintado ha tenido que ser sustituido por un material plástico: “quedan muy pocos talleres que hagan esos letreros y son muy caros. El coste de reponer el anterior era de 2000 euros y el seguro no daba más de 1100”. Lo cuenta Pedro Relloso, mientras hace un bocadillo: sale un momento del mostrador para coger un tomate, corta el lomo al instante, abre el pan…un ritual que repite varias veces al día.
Los hermanos Relloso llevan ya 41 años en la tienda del número 21 de la calle Palma. Pedro tenía unos 14 cuando llegó; Joaquín, el dueño, un poco más. “Vino antes del pueblo”. Por sus coloniales han pasado y pasan – explica – “todos los de la tele”. Alaska cuando empezaba, por ejemplo, probablemente de camino a casa Costus, porque nos consta que los pintores de la Movida compraban en una tienda donde se agolpa la comida de suelo a techo, en el perfecto orden geométrico que caracteriza esos comercios en vías de extinción que llamamos colmados. “No tardamos en colocarlo: la fuerza de la costumbre”.
Estos días pasados, en que se retiró el viejo cartel roto para colocar el nuevo, los vecinos no paraban de preguntar a los tenderos. Ese letrero era orgullo de toda la calle. En el interior de la tienda hay fotos del bonito local, una de ellas se la mandó a los Relloso desde Australia alguien que pasó por delante, se enamoró y la tomó.
Si apena ver morir sucios y abandonados los letreros espejados del comercio tradicional en nuestras calles, más cuesta creer que alguien se empeñe en romper la armonía y el mimo que transmiten comercios como Alimentación Joaquín Relloso. Por suerte, la belleza de esta abacería malasañera habita, sobre todo, en una forma de hacer cada vez más inusual.