Todas las navidades, desde el 22 de diciembre y hasta el 5 de enero, todo es lotería en las televisiones: pueblos con desgracias, brujas de la suerte, millones que caen en la barrios deprimidos... y las colas de Doña Manolita, una de las imágenes canónicas de la Navidad y de las semanas anteriores.
La mítica Manolita y sus tres hermanas abrieron la primera de sus administraciones en la calle de San Bernardo, en el año 1904. Dicen que en aquellos años – contaba sólo veinticinco – la célebre lotera era una joven guapa y carismática que no tardó en hacerse con una clientela fija: los estudiantes de la Universidad Central, entonces en la misma calle, que se acercaban al despacho de loterías en busca de suerte y de una sonrisa de quien lo regentaba.
En 1930 podía leerse en ABC que “establecida en la calle Ancha, ha vendido a la Matritense de Caridad 400.000 pesetas, entre las que iba una remesa de 100.000, que abarcaba desde el 16.621 al 16.630”. Muchas serían las crónicas que en lo sucesivo contarían cada final y principio de año las pesetas (y euros) que ha repartido, a partir de 1931 en el archiconocido establecimiento de Gran Vía 31 primero y después en la calle del Carmen. Pronto, además, la casa abriría otro local en la Puerta del Sol con Arenal, donde hacía la competencia a la popular La Pajarita.
En una entrevista a la revista Crónica, doña Manolita explicaba cuál era, a su parecer, el secreto de su éxito:
El número de anécdotas que de una u otra manera han tenido a Doña Manolita como centro en este centenar largo de años es interminable. En una ocasión, por ejemplo, una pareja que se conoció en la cola de la administración (la cosa puede dar para mucho) se casó y tuvo un hijo. No les tocó un duro pero les tocó el Gordo.
Doña Manolita murió hace ya más de medio siglo, en 1951, convirtiéndose la administración de Sol en Hermana de doña Manolita. En 1985 se hizo cargo de ella un sobrino y en 1987 Doña Manolita cambió de mano,s después de que éste huyera al extranjero debiéndole 38 millones de pesetas a Hacienda. Durante los últimos meses de 1987 la tienda de regalos que se estableció en el local de la Puerta del Sol se llenó de gente en busca de décimos pero allí se leía en un cartelito “La lotería, en la calle; dentro no hay”. Mientras, muchas loteras callejeras hacían el agosto en Navidad.
Años después, regentada por otros, la estampa de la lotera más conocida de España sigue siendo el mejor reclamo para los cazadores de fortuna sin amor al riesgo en el despacho de la Gran Vía.