Son tiempos complicados para los servicios públicos en Madrid. La excusa de la crisis ha servido para hacer un lifting a la educación que en algunos lugares se está quedando en los huesos. El último ejemplo lo tenemos en la Escuela de Artes y Oficios de Palma, a la que Ignacio González y su consejera, Lucía Figar, le quieren quitar su Bachillerato de Artes. Nos quieren quitar nuestro Bachillerato de Artes.
Porque la eliminación de servicios públicos en Malasaña no solo afecta a sus 180 alumnos. La supresión de estas enseñanzas (no para trasladarlas a otro lugar, sino para cerrarlas y eliminar las plazas) hace daño a todo el barrio: a los comercios que rodean la escuela, donde los alumnos desayunan, compran sus materiales y toman algo a la salida, a todos los padres que ven cómo sus hijos se quedan sin una opción única en la que estudiar y tendrán que pagar -los que puedan- costosas escuelas de arte, y al resto de vecinos, que ven cómo el barrio se vacía de contenido y camina inexorable hacia un lugar sin personalidad.
Los barrios obreros cuidan su industria por encima de todo porque saben que es lo que les da de comer cada día. En Malasaña una de las industrias más importantes es la del ARTE, con mayúsculas. Cuando una institución como la Comunidad de Madrid toca este pilar de la zona en su parte más débil, la de la formación de los artistas que nos emocionarán con su trabajo dentro de diez años, está socavando la esencia misma del barrio. Y todos sus vecinos deberían ponerse en pie de guerra.
De momento los que se han movido para defender lo de todos son los alumnos y profesores de la Escuela de Palma. Muchos de ellos se encerraron anoche bajo el lema #laPalmaNOsePoda y hoy se manifiestan por su conservación. Son el ariete, la punta de lanza, de una acción que ha de llegar más lejos. La solución está cercana, a solo tres meses vista: las elecciones del mes de mayo servirá para desalojar de las instituciones a los que intentan acabar con lo de todos, con el arte de todos, con la esencia del barrio. Porque en Malasaña, el arte no se toca.