Un año más llegando al ecuador de septiembre parece que irremediablemente ya todos estamos de vuelta al cole. Los papás con más lío que entusiasmo intentamos reorganizar rutinas, enterarnos de las novedades escolares y atinar con los materiales, uniformes y demás abalorios relativos a estas fechas. Pero bueno, ya lo hemos conseguido y casi que todos ya vamos ubicándonos. Los niños vuelven felices a reencontrarse con sus compañeros, con sus espacios de juego, con sus profes y a retomar la aventura de seguir aprehendiendo el mundo…
Una pena que este reencuentro esté tristemente teñido para la comunidad educativa del Colegio Pi i Margal, para docentes, para las familias y especialmente para los niños. Una comunidad que pasamos media vida en la Plaza Dos de Mayo. Y es que tristemente nos hemos encontrado una plaza completamente deteriorada, sucia, y que pareciera que el verano inexplicablemente la haya llevado a la total decadencia.
Una parte de ella está en obras, en principio un proyecto ilusionante que devolverá a la comunidad un espacio de encuentro y participación, sin embargo las obras se han trasformado en un sitio que alberga a personas sin hogar que han pasado la época estival viviendo, con todo lo que ello implica, en dichas obras.
Por otra parte el primer día de colegio nos encontramos en la misma puerta un baño químico. Entendemos que ha sido colocado allí para evitar el olor nauseabundo que sale de las obras, pero quienes han decidido hacerlo no saben que en cambio ha invadido de malos olores la misma entrada al colegio. Hemos solicitado que lo quiten y primero fue recolocado al lado de la fuente de agua de plaza y el pasado sábado se movió unos metros más allá, hacia el centro de la plaza. Coincidiendo con las reiteradas quejas de padres y de los directivos del colegio, en estos días, entendemos que con la intención de desinfectar, aparece inundado de un químico de color azul, con lo que se mezcla el intenso olor a orín que ya inunda toda la plaza con quien sabe qué producto.
Los niños sólo quieren jugar y no son conscientes del foco infeccioso o de la toxicidad del líquido en cuestión. La pasada semana estuvieron jugando por allí, alguno se tropezó y cayó cerca del barrizal, otros bebieron agua de la fuente en la que momentos antes un indigente se aseaba los pies. Ellos han seguido disfrutando con el agua y de los pocos días de sol que quedan…
Nos encontramos con una plaza que está invadida de personas bebiendo y fumando porros. A veces alguna pequeña reyerta o discusión callejera llama la atención de las familias que queremos seguir disfrutando de este espacio en el que hemos pasado horas de convivencia, celebrado cumpleaños infantiles, viendo como nuestros niños se ejercitan subiendo a columpios y toboganes y desarrollan sus habilidades sociales que son propiciadas, justamente, por este espacio comunitario.
Y los pequeños observan, saben y lo que no saben lo preguntan… Hoy se ha acercado un niño a una persona que se liaba un cigarro que aliñaba con productos que tenía dispersos en una de las verjas de la plaza. Y la persona le ha contestado, le ha regalado un pequeño recipiente con el que el niño, después de olerlo, se ha puesto a jugar…
Las familias que vivimos en este barrio -lo hemos elegido libremente- nos gusta el entorno, apreciamos y valoramos profundamente su diversidad y la convivencia que se promueve a lo largo de sus calles. Sin embargo queremos educar a nuestros hijos en valores, y lo que ven constantemente es contradictorio con lo que prodigamos. No paramos de repetirles que tiren las cáscaras del plátano a la papelera, que ni los papeles, ni las botellas de plástico pueden quedar en el parque. Desde bien pronto les enseñamos a hacer pipí en los baños, que amablemente nos ceden los amigos de los bares vecinos, como una forma de cuidar su intimidad y desde luego la limpieza del parque. Toda la comunidad no ceja en su empeño por enseñarles lo importante de respetar al otro, respetar su espacio, hablar con amabilidad y educación, pedir permiso, no pegar, respetar tu turno, no insultar… y en cambio estamos invadidos por ejemplos que van en contra de estos mensajes.
Creemos que urge el buscar alternativas de convivencia en la que todos tengamos un lugar en el parque, y en el barrio en su totalidad, donde se haga respetar por todos (incluido los niños y los padres) el mobiliario urbano, se penalice la falta de cuidado de la limpieza de las calles, se vele por el respeto y el cuidado, especialmente de los niños… creemos que esta es la simiente que podrá garantizar, a la larga, la vida comunitaria con la que todos soñamos.
Firma: Madres y padres del colegio Pi i Margall