Cuando El Buen Gusto abrió en 1997, en un local del paseo Santa María de la Cabeza, un enorme escaléxtric cruzaba la rotonda cercana. Cuentan sus dueñas que era el único negocio de hostelería abierto en esta parte de Arganzuela, junto con una cafetería situada al otro lado. Por entonces, la mayoría de comercios eran grandes concesionarios de coches, acordes con un entorno muy motorizado, situado a un paso de Atocha y Lavapiés pero también cerca de la entrada a la M-30.
El paso elevado se desmontó en 2001. Y el restaurante del que hablamos cerrará sus puertas el próximo 30 de junio. Con él se acaba el chino de chinos más antiguo que quedaba en Madrid, después del cierre del submundo de Plaza España. El Buen Gusto (æ°é é¥åº) lo abrió un emigrante del gigante asiático, Wu Zhenzhong. Lo hizo en Arganzuela, lejos de los futuros chinatowns de Plaza España y Usera, porque por entonces vivía en la calle Batalla del Salado y había encontrado un buen local en el barrio donde montar un negocio que por entonces era innovador: un restaurante en el que sus compatriotas pudieran comer como en su tierra.
Para su sorpresa, la fórmula también interesó a sus vecinos y pronto comenzó a llenarse de madrileños que buscaban una gastronomía más allá del pollo con almendras y el rollito de primavera, una cocina asiática al gusto occidental que poblaba el resto de restaurantes chinos en España. El Buen Gusto ofrecía cocina típica de Wenzhou, una ciudad situada al sur de Shanghai donde los tallarines son su plato estrella. Pero también mariscos y pescados habituales en las cartas de esa zona costera junto al Mar Oriental de la China.
Hoy, Wu Zhenzhong tiene 85 años, está jubilado y vive lejos de la capital de España. El restaurante lo llevan sus hijas, Ana y Susi, quienes afrontan los últimos días al frente de un negocio que acaba a finales de mes porque un fondo inmobiliario compró el edificio a principios de año y les ha marcado la fecha de salida. “Esto va a ser para Airbnb”, asegura Susi en conversación con Somos Madrid. “Compramos edificios”, reza un cartel colocado sobre los balcones situados encima del local, con el nombre de la entidad que les echa: Red Hound Investments.
Recuerda Susi que su restaurante empezó a ser conocido en Madrid como “el chino del rey Juan Carlos” porque el monarca acudió al local en el año 2005, llevado por un amigo del país asiático, que le ofreció probar la auténtica comida de su país en este local situado en el número 60 de Santa María de la Cabeza. En la web del local recuerdan los once platos que probó y en la entrada del local queda como recuerdo la foto del emérito con los dueños del restaurante, enmarcada a gran tamaño. Por aquella época otro local de Madrid, el Rey de Tallarines (C/ San Bernardino), lucía con orgullo sendas placas en dos sillas donde se sentaron el entonces príncipe Felipe y su prometida, Letizia Ortiz.
Aunque la visita de Juan Carlos I fue lo que les dio la fama hace casi veinte años, en los últimos tiempos la atracción del local era el robot Mari Carmen, encargado de llevar los platos a las mesas para regocijo, sobre todo, de los más pequeños. “Fuimos los primeros en poner uno así en Madrid”, asegura Susi, que ocupa el cargo de chef en el negocio, mientras su hermana Ana es la jefa de sala, con capacidad para 120 personas.
Este trocito de Wenzhou en la capital ha acogido a lo largo de sus 27 años de existencia bodas y todo tipo de celebraciones, también a famosos como los actores Juanjo Artero o Jaime Lorente, tan habituales que sus fotos también adornan las paredes del local, junto a títulos de la escuela Cordon Bleu. Su hora punta eran los fines de semana, cuando convenía reservar para no quedarse sin mesa. En su extensa carta destacan, además de platos más típicos de la cocina asiática, los pescados y mariscos, además de las anguilas, que Ana encargaba en Valencia “donde son buenísimas”, destaca.
Ahora, los acuarios que albergaban las anguilas están vacíos y con carteles de se vende, al precio de 1.200 euros. El final de esta rara avis chinomadrileña es similar al de otros negocios con mucha historia que están desapareciendo en la capital fruto de la voracidad inmobiliaria asociada a los fondos buitre (esta misma semana se ha conocido el cierre de La Popular de Chamberí). En su caso, El pasado martes, uno de sus cocineros se marchó del local amenazando con denunciar a sus dueñas por sus condiciones laborales. El episodio acabó con varios agentes de la Policía Nacional tomando declaración al personal presente en la sala, informa El Confidencial.
¿Será este el fin de El Buen Gusto? Las hermanas que lo llevan trasladan su negocio a otro local de Majadahonda, pero quieren reabrir un restaurante similar en Arganzuela para el año 2025. “Tenemos aquí muchos clientes ”, dice mientras pide que enlacemos en este artículo su Instagram para que los clientes habituales puedan enterarse de su retorno. “Pero no es un adiós para siempre. Les aseguramos que Buen Gusto volverá”, escriben allí como último mensaje.