Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.
El resultado de las elecciones alemanas tiene más “suspense” de lo que se cree
Lo ocurrido este domingo en Baviera –la victoria de la derecha, el CSU, el partido desde siempre coaligado al CDU de Angela Merkel en las elecciones regionales, con un 47,7 % de los votos- es una señal política muy clara, pero ni mucho menos un anticipo de lo que ocurrirá dentro de seis días en los comicios generales de toda Alemania. Esa es la impresión que transmiten todos los analistas, incluidos los de la prensa germana de derechas. No porque crean que se pueden producir cambios drásticos en el sentido del voto que ahora indican los sondeos, sino porque ninguno se atreve a predecir cual será el reparto final de escaños. Y cuando hay cinco partidos (el CDU/CSU, el socialdemócrata, el verde, Die Linke y el liberal) con posibilidades teóricas de entrar en el gobierno, la incertidumbre sobre el color del futuro gobierno, -que no sobre el nombre de su máximo responsable, que sin duda de ningún tipo seguirá siendo la actual canciller-, se mantendrá hasta que se lleve a cabo el recuento final. Y puede que incluso durante algunos días, o semanas, más.
Baviera no es Alemania. Porque una abrumadora mayoría de los bávaros –el 84 %, según un reciente sondeo de la cadena de televisión ARD- cree que “la economía va bien”, y no porque sí: esa región es, mucho más que cualquier otra, la expresión del éxito de la política económica de la austeridad de costes y de la conquista de mercados exteriores que se identifica con Angela Merkel, pero que fue ideada y empezada a aplicar por su predecesor socialdemócrata Gerhard Schröder, aunque eso le costara la derrota electoral de 2005. Por el contrario a los habitantes de otras regiones, particularmente a las del Este, la ex – RDA, la Alemania comunista, pauperizada tras la reunificación de 1990-, ven las cosas de manera muy distinta: los salarios y las pensiones de miseria, la falta de inversiones en infraestructuras, la injusticia social, en suma, han sido asuntos centrales en la campaña electoral en esas zonas del país.
Y además, porque el land (estado federado) de Baviera, el mayor del país –con sus 70.000 kilómetros cuadrados de extensión y sus más de 13 millones de habitantes- ha votado conservador desde hace 60 años, y en algunas ocasiones con bastante más fuerza que el pasado domingo. Mientras que las demás formaciones del espectro político tienen sólidas posiciones de partida en otras regiones. Hasta el punto de que el CDU/CSU está en minoría en el Bundesrat, la Cámara legislativa que representa al poder político en las regiones.
Asumiendo esas diferencias, los analistas ven, sin embargo, que las elecciones bávaras pueden influir en las generales en algunos aspectos concretos. Y sobre todo, en cómo el dramático descenso del partido liberal –que con el 3,2 % cosechado no entrará en el Parlamento bávaro- puede influir en el voto que los electores conservadores expresen el domingo que viene. Fuentes del CDU citadas por varios periódicos temen que no pocos votantes conservadores den su segundo voto –un instrumento electoral que no sólo existe en Alemania y que sin pesar tanto como el primero puede terminar reduciendo el resultado del partido preferido, en este caso el de Angela Merkel- a los liberales, al FDP, con el fin de que alcancen el mínimo del 5 % requerido para entrar en el parlamento nacional y poder ser así, como lo han venido siendo desde 2009, los socios de gobierno del CDU/CSU.
Esa es una de las incógnitas generadas por las elecciones bávaras. Otra, también citada por los diarios germanos, es que una parte de los votantes conservadores se confíen en exceso por los resultados del pasado domingo y, dando por descontado el éxito, no crean necesario acudir a las urnas dentro de seis días. Una más, y no pequeña, es que el mal resultado de ayer –sólo un 8,5 %- galvanice el voto potencial de los verdes, que se cree que está un tanto desmovilizado en los últimos tiempos, lo cual permitiría a este partido superar el umbral del 10 % -que es el máximo porcentaje que le dan hasta ahora los sondeos- el 22 de septiembre.
Todos esos elementos, y también el hecho de que no está ni mucho menos claro que tanto el CDU/CSU y el SPD (socialdemócrata) obtengan exactamente el resultado que pronostican las encuestas (39 % y 27 %, respectivamente) explican la citada incertidumbre. Si el FDP no entra el parlamento, la opción de un gobierno de coalición entre conservadores y socialdemócratas podría terminar imponiéndose, aunque durante toda la campaña electoral los líderes de unos y otros –Angela Merkel y Peer Steinbrück, respectivamente- hayan rechazado tajantemente esa posibilidad. Tampoco se puede descartar, aunque no parece muy probable, que de verificarse alguno de los efectos hipotéticos citados, que el SPD y los verdes obtengan mejores resultados que los previstos y consigan los escaños necesarios para formar gobierno. El eventual apoyo que esa coalición podría obtener de Die Linke –al que todos los sondeos garantizan su entrada en el parlamento- tampoco puede descartarse del todo en ese escenario, aunque el SPD haya negado radicalmente esa posibilidad: en política nunca se sabe lo que va a pasar hasta que ha pasado.
Lo ocurrido este domingo en Baviera –la victoria de la derecha, el CSU, el partido desde siempre coaligado al CDU de Angela Merkel en las elecciones regionales, con un 47,7 % de los votos- es una señal política muy clara, pero ni mucho menos un anticipo de lo que ocurrirá dentro de seis días en los comicios generales de toda Alemania. Esa es la impresión que transmiten todos los analistas, incluidos los de la prensa germana de derechas. No porque crean que se pueden producir cambios drásticos en el sentido del voto que ahora indican los sondeos, sino porque ninguno se atreve a predecir cual será el reparto final de escaños. Y cuando hay cinco partidos (el CDU/CSU, el socialdemócrata, el verde, Die Linke y el liberal) con posibilidades teóricas de entrar en el gobierno, la incertidumbre sobre el color del futuro gobierno, -que no sobre el nombre de su máximo responsable, que sin duda de ningún tipo seguirá siendo la actual canciller-, se mantendrá hasta que se lleve a cabo el recuento final. Y puede que incluso durante algunos días, o semanas, más.
Baviera no es Alemania. Porque una abrumadora mayoría de los bávaros –el 84 %, según un reciente sondeo de la cadena de televisión ARD- cree que “la economía va bien”, y no porque sí: esa región es, mucho más que cualquier otra, la expresión del éxito de la política económica de la austeridad de costes y de la conquista de mercados exteriores que se identifica con Angela Merkel, pero que fue ideada y empezada a aplicar por su predecesor socialdemócrata Gerhard Schröder, aunque eso le costara la derrota electoral de 2005. Por el contrario a los habitantes de otras regiones, particularmente a las del Este, la ex – RDA, la Alemania comunista, pauperizada tras la reunificación de 1990-, ven las cosas de manera muy distinta: los salarios y las pensiones de miseria, la falta de inversiones en infraestructuras, la injusticia social, en suma, han sido asuntos centrales en la campaña electoral en esas zonas del país.