Al volante del nuevo Range Rover, un SUV, de nuevo, superlativo

Si renovar un modelo de éxito supone un quebradero de cabeza para cualquier fabricante, cuando la tarea toca hacerla con un vehículo que, además de un clásico, es la referencia en cuanto a lujo y sofisticación, el empeño adquiere un extra de complejidad. Este es sin duda el reto que ha debido afrontar Land Rover al poner al día su coche más emblemático, el Range Rover, nacido en 1970 y actualizado previamente en 1994, 2001 y 2012.

El pasado mes de diciembre ya te adelantamos aquí cómo se las había apañado la marca británica para conseguir que el nuevo modelo sea tan Range como siempre y, al mismo tiempo, haya cambiado hasta el punto de resultar irreconocible si atendemos a los detalles particulares. El diseño de la zaga, por ejemplo, destaca por la audacia de unas ópticas traseras que parece que no están hasta el momento en que se iluminan.

En el frontal, el nido de abeja de la parrilla da paso a una estructura de eslabones que otorga al rostro del vehículo un aspecto más limpio, minimalista y, por supuesto, indiscutiblemente premium.

Estos dos detalles estéticos sintetizan el recorrido que ha realizado Range Rover, como firma de Land Rover, para transformarse de símbolo del lujo tradicionalmente entendido a un exponente del modern luxury, que entre otras cosas lleva consigo un minimalismo acogedor, nada frío. Otra forma de resumir esta evolución sería comparar -así lo hace la propia marca- la típica mansión en la campiña inglesa con una construcción moderna como la Casa de la Cascada de Frank Lloyd Wright.

Como viene siendo habitual, el Range se ofrece en dos longitudes de carrocería, de 5,05 y 5,25 metros, y con cinco o cuatro plazas, en este último caso con dos asientos traseros Executive. La variante larga puede incorporar dos plazas más, reales -se recalca-, de modo que se garantice la comodidad de las familias numerosas en la totalidad de un habitáculo que se caracteriza por los mejores materiales (hasta porcelana) y el mayor esmero en la terminación.

En cuestión de motores, cinco son las opciones disponibles mientras se materializa, en 2024, la versión 100% eléctrica del modelo. De momento están a la venta variantes de gasolina, diésel con hibridación ligera -y etiqueta Eco- e híbridas enchufables (PHEV). Estas últimas, de 440 o 510 caballos y con distintivo 0 emisiones de la DGT, tienen ahora una batería mucho más capaz que en el modelo anterior (38,2 kWh), con lo que la autonomía eléctrica alcanza los 113 kilómetros, una de las mayores del mercado.

La batería soporta una potencia máxima de 50 kW en recarga de corriente continua, gracias a la cual recupera el 80% de su capacidad en una hora, y en una toma de 7,2 kW se rellena por completo en alrededor de cinco horas.

Por problemas de suministro por todos conocidos, la versión de gasolina de ocho cilindros en V y 530 caballos solo se podrá solicitar a partir de marzo de 2023, y la mayoría de las disponibles teóricamente en la actualidad están sujetas a demoras en la entrega de cerca de un año, según reconoce la misma marca.

Con la desaparición del conocido acabado Vogue, la gama se compone ahora de cinco terminaciones: SE, HSE, Autobiography, First Edition (durante el lanzamiento del coche) y SV, la más sofisticada y personalizable. Todo en el Range es superlativo, precio incluido, de manera que la versión más asequible, híbrida enchufable de 440 CV y de carrocería corta, cuesta 140.950 euros, y la más costosa sin hacer -digamos- a la medida, con motor V8 y batalla larga, se va a los 185.050. Si se desea algo especial que requiera de la intervención del departamento Special Vehicle Operations (SV) de Land Rover, no es extraño que la factura supere de largo los 250.000 euros.

Despliegue tecnológico

En un coche actual, el lujo es indistinguible de la tecnología, y por eso el Range Rover de quinta generación incorpora todo un arsenal de dispositivos avanzados. Sin ánimo de ser exhaustivos citaremos solo la suspensión neumática electrónica y equipada con amortiguadores predictivos, las puertas de apertura automática con detector de obstáculos, el asistente Alexa integrado y el sistema de purificación del aire del habitáculo, además de un equipo de sonido con cancelación de ruido del exterior.

En carretera, el mejor aliado del comportamiento de un coche que no en vano se acerca a las tres toneladas es la dirección de las ruedas traseras, capaces de girar un máximo de 7 grados. De este modo se obtienen dos ventajas: cuando se trata de aparcar y de callejear, el Range dispone de la maniobrabilidad casi de un Range Rover Evoque, que mide solo 4,37 metros de largo; en tramos virados como los que hemos disfrutado durante la presentación del modelo, el giro de las ruedas posteriores ayuda a que la enorme masa en movimiento se inscriba mejor en la curva, redondeando desde atrás la trayectoria del vehículo.

Del lujo que ya es tradicional encontrar a bordo del Range, destacaremos elementos como el asiento de palco que hace posible la doble hoja del portón, el refrigerador alojado entre los dos asientos posteriores Executive y la mesa central extraíble eléctricamente, con la que se puede desplegar en las plazas traseras una especie de oficina móvil que cabe utilizar entre el máximo lujo y confort.

Por supuesto, el Range Rover conserva sus ya legendarias dotes offroad gracias, entre otras razones, a la incorporación del sistema de tracción Terrain Response 2. Otra cosa es que el usuario de un modelo como este tenga ganas de excursiones todoterreno y que las llantas de 23 pulgadas sean el complemento más adecuado para aventurarse en ellas.