La gama del Citroën C4 Cactus se ha enriquecido últimamente con la versión Rip Curl, que se distingue por diversos elementos decorativos que le otorgan un aire aún más desenfadado y por disponer de un control de tracción más sofisticado que favorece la circulación por terrenos de baja adherencia.
Esta edición especial está disponible con un motor turbodiésel de 99 caballos y con otro de gasolina de 110, que es el que hemos podido probar. Se trata de un propulsor de tres cilindros que ofrece una respuesta briosa siempre que el régimen de giro no decaiga y que, como la mayoría de esta clase de mecánicas, se caracteriza por un ruido muy particular, aunque en este caso bastante matizado.
El Rip Curl equipa un cambio manual de cinco velocidades que presenta un escalonamiento correcto y permite que el coche se desenvuelva con suficiencia en cualquier situación. El consumo combinado en ciudad y carretera se sitúa en alrededor de 6 litros, una cifra contenida para un motor de gasolina.
En el tráfico urbano el Cactus se mueve con agilidad porque es un modelo ligero y la abundante potencia a disposición le hace ganar velocidad fácilmente. Lo mismo ocurre en carreteras y autovías, donde se puede mantener la velocidad de crucero legal con un nivel de ruido razonable, es decir, sin que echemos en falta una sexta marcha.
Esta última observación entra en relación con un aspecto muy paradójico del Cactus. Nos referimos a que carece, por ejemplo, de cuentarrevoluciones y de información sobre temperatura del refrigerante porque los responsables de la marca no lo consideran necesario; la filosofía es que nos encontramos ante un modelo sencillo y asequible.
Otro tanto aducen con respecto a la tracción total, que no está prevista ni siquiera en esta versión ‘campera’ que, precisamente por serlo, equipa un sistema de tracción (Grip Control) con modos de conducción específicos para circular por arena, barro y –genéricamente– fuera de carretera. Además, el Rip Curl monta necesariamente neumáticos especiales para barro y nieve pero, repetimos, la tracción es y sólo puede ser a las ruedas delanteras.
Parecidas contradicciones afectan al equipamiento. Esta versión incorpora de serie climatizador, navegador, cámara de visión trasera, el citado Grip Control y (posible) conexión a internet, entre otros elementos ‘lujosos’ que encarecen la factura hasta 18.950 euros. Pero, como cualquier Cactus, no dispone de luz en las plazas traseras, ventanillas traseras practicables (son de tipo compás) o elevalunas de un solo toque.
Para el conductor, el hecho de carecer de regulación en profundidad del volante implica que la cabeza pueda quedar demasiado cerca de la parte del techo, muy abultada, que se une con el parabrisas. Esa misma protuberancia afecta a los pasajeros de las plazas traseras laterales, al menos en las unidades con techo panorámico.
Por lo demás, la terminación no es la de un coche ‘barato’. El interior presenta un diseño moderno, transmite sensación de amplitud y cuenta con elementos muy atractivos como la guantera en forma de pequeña maleta.
El salpicadero está coronado por una pantalla táctil de 7 pulgadas que agrupa la mayoría de las funciones y elimina así un buen número de botones. Esto último es, en principio, una buena noticia, aunque tener que recurrir a la pantalla para casi todo obliga a desviar la mirada de la carretera más de lo aconsejable.