Salón de Ginebra, por la senda del coche eléctrico y autónomo

Pedro Umbert

A lo largo de sus 88 ediciones, el Salón del Automóvil de Ginebra se ha consolidado como el principal motorshow europeo junto con los de París y Frankfurt, que a diferencia de aquel se alternan entre sí en una cita que suele coincidir con el comienzo del otoño. Parte de su éxito quizá se deba a que, como Suiza, Ginebra es territorio neutral y de esa manera se evita que un fabricante local acabe brillando con demasiada luz con respecto a sus competidores.

Aunque comenzó a celebrarse en 1905, la exposición ginebrina no pudo sustraerse a los efectos de la Segunda Guerra Mundial (y sus secuelas económicas posteriores), de manera que las 113 ediciones que pudieron haber sido se han quedado en las menos de 90 arriba mencionadas.

En los pabellones de Palexpo, el recinto que acoge históricamente la feria, han visto la luz innumerables modelos entre los que ha habido de todo: coches míticos desde el momento preciso de su nacimiento, como el Lamborghini Miura –que hizo temblar, dice, al mismísimo Enzo Ferrari–, fiascos de notable envergadura y un sinfín de otros vehículos cuya trayectoria resultó discreta en comparación con estos hitos.

Si nos ceñimos a las convocatorias de los últimos años, Ginebra aparece como la quintaesencia de unas tendencias que son comunes a todos los grandes salones del automóvil tradicionales. Una de ellas es, sin duda, la falta de interés de algunas marcas por participar estas citas clásicas cuando les cuesta menos dinero y –se supone– es más efectivo recurrir a las redes sociales u organizar otros eventos más cercanos a sus clientes potenciales.

La edición de 2014 fue la de la salida oficial de la crisis financiera mundial y por eso el Salón se llenó de modelos pequeños y prácticamente listos para salir a la venta, como si sus fabricantes estuviesen deseosos de ofrecer al público productos asequibles y que pudieran consumirse ya.

Al año siguiente, en claro efecto péndulo, se desbocaron el optimismo y los caballos con una estampida de superdeportivos como el Bugatti Veyron. Los dos últimos salones han visto la explosión de modelos SUV, en todas las presentaciones posibles, aunque los deportivos no han dejado de tener protagonismo.

Las corrientes tecnológicas de fondo han sido la electrificación, la conducción autónoma y las nuevas soluciones de movilidad, estrechamente relacionadas entre sí. Las normativas para combatir la contaminación ambiental y el calentamiento global han forzado a los fabricantes a explorar sistemas de propulsión alternativos, y entre ellos la electricidad ha conseguido una posición de predominio, tanto que en Ginebra (como en los demás salones) un porcentaje altísimo de las novedades presentadas en la última década incorporaba motor eléctrico.

La edición de 2018, que se celebra entre el 8 y el 18 de marzo, va a insistir en fórmulas del mismo tipo. Algunas de las más relevantes son el Jaguar I-Pace, el esperado primer vehículo 100% eléctrico de la marca británica, o la versión eléctrica del Hyundai Kona. El I. D. Vizzion, buque insignia de la familia de vehículos eléctricos de Volkswagen, anuncia conducción autónoma, controles vía realidad aumentada y aprendizaje adaptativo mediante inteligencia artificial. Si los alemanes están en lo cierto, el futuro se pasea estos días por Ginebra.