Miguel Ángel Hernandez, escritor: “Fuera de Murcia no se tiene ese nivel de relación con la catástrofe del Mar Menor”
El contexto es el marco circunstancial que define la comprensión de una situación concreta, y sin él, el flujo de información pierde su valor. Miguel Ángel Hernández (Murcia, 1977) ha resignificado, con una novela que, de inicio a fin, trata sobre fotografía, el término del contexto, porque 'Anoxia' (Anagrama 2023), como buena novela de fotografía, ha enmarcado una historia corriente – estupenda y corriente – en el set figurativo de cómo la pérdida nos hace querer regresar al pasado.
'Anoxia' habla de falta de aire, aunque no lo hace en un sentido literal: es ese puño en el pecho que no deja respirar del todo, la tristeza del duelo. En realidad, la paradoja es, que es la historia de una mujer que comienza a respirar. Habla, indirectamente, del Mar Menor, de su muerte y en paralelo a Dolores, la protagonista, fotógrafa de muertos, inmortaliza a una – no muerta, pero – moribunda laguna momentos antes de su partida. El autor realiza un recorrido en paralelo a la sinopsis de su obra, en lo personal, como murciano y como autor de un libro que, aunque no anunciada, es la crónica de una muerte.
Miguel Ángel es historiador del arte; doctor, de hecho, y, en una condición académica como la suya, su mirada a través de la nostalgia resulta necesaria, bien por los tiempos, frenéticos y terribles, que corren, bien porque mirar el arte a través del tiempo sea una buena forma de comprender por qué miramos al pasado – en tantas ocasiones – con añoranza.
'Anoxia' es muy transversal a pesar de tener tantos localismos.
Con ‘El dolor de los demás’ aprendí que da igual donde decidas ambientar una historia; en este caso trata de la vida en un lugar pequeño, con sus localismos, pero es algo universal, en realidad; si vienes de un pueblo de Castilla-La Mancha la percepción, los agobios, el querer irse de allí, el poder volver: es algo universal, con independencia de situar la historia en un lugar concreto, porque todas las cosas pasan en un sitio. Creo que es importante también, al menos para mí lo es, una serie de percepciones de los sitios que solo tienes cuando te vas a vivir a ellos. Entonces yo puedo imaginar una historia en...Yo qué sé, en Berlín, y por mucho que haya leído sobre Berlín, siempre van a haber cosas que se me escapen, como el olor de la ciudad, la basura tirada por el suelo, etcétera. Los lugares tienen que ver con la experiencia más inmediata de cosas que no te han contado, sino que has vivido, y yo creo que eso solo sucede cuando has estado mucho tiempo en un sitio, cuando lo has recorrido de arriba abajo.
¿De dónde viene el interés por la fotografía de muertos?
Mi primera obsesión fue la película 'Los Otros' de Amenábar, que marcó a una generación entera. En la película, aparece un álbum de fotografías de muertos. La gente puede hacer cosas muy locas por amor, cosas muy extrañas y muy macabras, por amor. El tema está hoy bastante apagado en comparación, aunque, hace algo más de un año salió un libro de Carlos Areces, 'Post Mortem', que es un álbum de fotografías de fallecidos y resucitó un poco el tema. De hecho, Amenábar escribe el prólogo del libro.
Un tema un poco Iker Jiménez
En realidad, Iker hizo un programa sobre la fotografía postmortem, pero en un sentido más macabro y sobrenatural. Y a mí me interesó al principio por eso. Pero en cuanto empecé a leer me di cuenta de que no tenía nada que ver con eso. Tenía que ver con una práctica muy cotidiana que era retratar a la gente que fallece porque es el último recuerdo que te vas a llevar de de ellos. Entonces era algo muy cotidiano, no tenía nada que ver con lo mórbido y con lo macabro. Sólo es hoy cuando esa imagen fuera de contexto parece casi espectral. Pero es que pasa lo mismo con todas las fotos antiguas. Uno ve una fotografía del siglo XIX y fuera del contexto puede inspirar miedo porque ya no significan lo que significaban. Entonces, casi toda la utilización de la imaginería de la fotografía post-mortem estaba vinculada al terror.
El proceso de escritura a veces puede ser un sufrimiento. ¿Cómo es convivir con la nostalgia mientras se escribe sobre ella?
Me lo llevo ya de serie. Es verdad eso que dices de que para que un proyecto salga tienes que estar muy dentro del mismo, y tienes que estar dentro del personaje y dentro de la historia que estás contando. Entonces, evidentemente la emoción que va guiando tu vida durante el tiempo que estás escribiendo estás atravesado por esa emoción y acabas de algún modo siendo también el protagonista de la historia que que cuentas. Las emociones del personaje y de la historia acaban siendo tuyas, acaban trasladándose a la escritura. Entonces vives dentro de la historia. Sí, eso me ha pasado en todas las novelas que he escrito, quizá más aún en 'El dolor de los demás' que es una novela autobiográfica. Entonces, mi emoción y la del personaje era exactamente la misma. Pero también es pensar mucho en cómo tú has experimentado ciertas emociones en diversos momentos para darle esa experiencia al personaje. Y eso se va metiendo en tu vida cotidiana.
El tono de la narración, el ambiente frío, casi sombrío. Es todo muy sobrio. ¿También forma parte de la influencia emocional esa paleta de colores?
Está buscado. Y esa es una de las cosas que llamo 'artesanía', algo hecho a medida para la novela. Lo que más me cuesta muchas veces es encontrar ese tono. El tono es lo más importante y a veces lo que más cuesta un poco; puedes tener la historia con los personajes desarollados, la trama, todo. Pero si no encuentras la voz precisa con la que la historia se tiene que contar, se puede ir todo a tomar por saco. Y en este caso yo tenía la historia que quería contar, más o menos, porque no del todo, porque cuando encuentras el tono también se reconstruye la historia. No tenía la historia que quería contar el personaje, tenía el entorno, pero el tono no afinaba del todo, hasta que encontré la distancia justa que creo que es, o al menos, a mi me pareció a la distancia justo en ese momento, para que una historia que trata de emociones como el duelo, una mujer que ha perdido a su marido, que está sufriendo. Si ese tema lo escribes demasiado melodramático, muy cercano, muy lleno de emociones, muy lírico, se va al melodrama, se va a la banda sonora de muchos violines.
A mí me parecía que ya era bastante potente y emocional la historia que se contaba y el tono tenía que alejarse para que fuese la historia en sí misma la que hablara, la que contase. Yo lo veo en mi cabeza como una película, pero una película seca, sin banda sonora. El narrador tiene que estar desapegado, pero no dejar que eso enfríe del todo al personaje, así que tiene que seguir siendo cálido, pero no demasiado. Hay que aplicar una especie de filtro de distancia, que aporta aporta ese tono sepia, nostálgico pero no melodramático.
El marco está muy bien planteado; el Mar Menor aparece como una cuestión de fondo, pero marca profundamente la atmósfera emocional, aparece ahí la 'Anoxia' en un sentido literal.
He intentado que la cuestión del Mar Menor, de las inundaciones, no fuese el atrezzo, el fondo, sino también un elemento que afecta a los personajes. No llega y pasa de largo.
Hemos hablado antes de que, aunque la novela sea muy local en muchos aspectos, tiene la universalidad para que cualquiera pueda ponerse en situación. Sin embargo, da la sensación de que, en la vida real, un drama tan grande como es el Mar Menor no contagia tanta empatía en el resto de España.
He hecho (con 'Anoxia') presentaciones en Madrid, Málaga, Zaragoza, Salamanca y Barcelona y, sí, se sabe que en Murcia hay algo, que ocurre algo, pero se conoce poco, queda lejos. Fuera de Murcia no tienen ese nivel de relación que tenemos nosotros con la catástrofe.
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