Estamos terminando el mes de abril y eso, deportivamente, significa que las competiciones están también a punto de finalizar. Es más, algunas lo han hecho ya. En la máxima categoría de baloncesto femenino en España, por ejemplo, el último partido de liga se jugó el día 17 de este mes y ahora arrancarán las eliminatorias hasta que un equipo se proclame campeón. Pero únicamente las disputarán ocho de los 16 equipos que participan en el campeonato. Es decir, que otros ocho equipos ya están de vacaciones. A finales del próximo septiembre (coincidiendo con el nuevo curso) se celebrará en Australia el Mundial, pero solamente acudirán a la cita las jugadoras que sean convocadas con sus selecciones. El resto, la gran mayoría, tendrán que esperar hasta mediados de octubre para que empiece otra vez la liga. De hecho, España no se ha clasificado para el Campeonato del Mundo, así que la mayor parte de las jugadoras que militan en nuestro país estarán cerca de cinco meses sin competir. Eso, en la élite, desde el punto de vista físico es demasiado.
Llama la atención que la Liga Endesa, la máxima categoría del baloncesto masculino (en la que hay 18 equipos, dos más que en la femenina) la competición –sin las eliminatorias por el título- termine un mes más tarde, el 15 de mayo. Y la segunda división de chicos, la liga LEB Oro (también con 18 equipos), concluya el 20 de mayo. Hasta en Estados Unidos, el universo baloncesto por excelencia, la temporada femenina es más corta que la masculina. Las chicas empiezan en mayo y terminan entre finales de septiembre y principios de octubre. Justo en ese momento, empieza la masculina y dura hasta junio. Es decir, no se solapan pero los chicos juegan tres meses más, mínimo.
¿Por qué las chicas terminan antes y empiezan más tarde? En España, principalmente, se debe una cuestión económica. El calendario está mucho más apretado, llegando a veces a jugar varios partidos en una misma semana, con el objetivo de terminar antes. Si eso sucede, los clubes se ahorran un mes de sueldos, viajes, hoteles, casas de jugadoras y de entrenadores. Mínimo estamos hablando de entre 15.000 y 20.000 euros, que para muchos clubes es un mundo. De hecho, tristemente, la pasada semana conocíamos la noticia de que Campus Promete quizá tenga que disolver el equipo de cara a la próxima temporada porque no cuenta con patrocinadores para costear el proyecto. Es el día a día de un deporte que, pese a ser de los que más licencias femeninas tiene en nuestro país, no esté reconocido como deporte profesional por el Consejo Superior de Deportes (con todo lo que eso conlleva: convenio colectivo, paro, bajas…). La primera división de baloncesto masculino sí está catalogada como deporte profesional por el CSD porque es una liga privada, dirigida por la Asociación de Clubes. Sin embargo, la femenina pertenece a la Federación Española.
Por lo tanto, las jugadoras que militan en la Liga Femenina española tienen un contrato laboral de ocho o nueve meses (de agosto/septiembre a abril, que dura la temporada). En ese tiempo llevan su cuerpo casi al extremo jugando partidos cada poco tiempo, más todavía los equipos potentes que también juegan competición europea ya que además de viajar por todo el continente, juegan el doble de partidos. Y para redondear, el pasado verano jugaron un Europeo de selecciones nacionales y los Juegos Olímpicos. Sería inimaginable que los hombres jugasen dos campeonatos tan exigentes en un mismo verano, después de sus respectivas campañas con sus equipos durante el año.
La postemporada es vital
Es necesario parar para coger oxígeno. Descansar el cuerpo y también la mente es imprescindible para la salud de cualquier deportista porque, a nivel profesional, todo se lleva al extremo para intentar conseguir los objetivos. Cada vez es más común hablar del papel de la salud mental y del asesoramiento psicológico en el mundo del deporte para ayudar a alcanzar metas, mejorar en el corto plazo o simplemente para gestionar el éxito y las derrotas. En este sentido, muchos atletas aprovechan el final de la temporada para incidir más en ello y dedicarle más tiempo. “La vida del deportista requiere una dedicación absoluta, aunque estén de vacaciones. Tienen que mantenerse en forma (muchos deportistas contratan a un preparador físico personal en este momento), cuidar su alimentación y también aprovechan este periodo para mejorar técnicamente algunos aspectos del juego (el tiro, alguna ejecución de movimientos, la velocidad…). Es importante, primero, valorar el trabajo que se ha hecho durante el curso y después, en algunos casos, es necesario centrarse en la motivación, la confianza o la recuperación de una lesión desde el punto de vista mental. ¿Qué puedo hacer en este mes y medio para alcanzar mis objetivos la próxima temporada? Eso deben preguntarse y hacerlo”, señala el psicólogo Alfonso Quiñonero.
Los equipos suelen comenzar a trabajar las últimas semanas de agosto o las primeras de septiembre con una preparación física conjunta para poner al cuerpo a tono después de las vacaciones. Ésta es una parte esencial del curso. “Acumular muchos partidos en poco tiempo siempre es complicado, el control de cargas desde el principio es fundamental. Además, en ligas como la española tienes poco margen de error. Suma una vital importancia hacer un buen trabajo en postemporada, pre-pretemporada y pretemporada para competir al máximo nivel durante el tiempo que dura la competición”, afirma David López Castillo, el preparador físico del conjunto murciano Hozono Global Jairis. Precisamente ellas están firmando un año espectacular y están a dos partidos de ascender a la máxima categoría del baloncesto femenino español. A partir del próximo fin de semana, las del Jairis también estarán de vacaciones y David ya tiene ideado el planning que pasará a sus jugadoras. Quiere que descansen unos días, pero que después desconecten del baloncesto realizando otras actividades. Bajo ningún concepto quiere que estén 100% paradas.
Además de durar menos tiempo la competición femenina, en la mayoría de los casos, también los salarios están a años luz de los masculinos. Con la intención de no estar tanto tiempo sin jugar y de intentar mejorar económicamente, muchas jugadoras deciden participar en otras ligas mientras la española está de vacaciones. En el mejor de los casos es la WNBA, pero si no hay competiciones en Sudamérica, por ejemplo. “Recomiendo que jueguen en otras ligas siempre y cuando no arrastren ninguna lesión y su condición física se lo permita. Pero desde mi punto de vista lo ideal es hacer un trabajo de postemporada y pre-pretemporada para hacer de sus debilidades una cualidad”, sentencia Castillo. Sí, el baloncesto femenino todavía está lejos de equipararse al masculino.
Estamos terminando el mes de abril y eso, deportivamente, significa que las competiciones están también a punto de finalizar. Es más, algunas lo han hecho ya. En la máxima categoría de baloncesto femenino en España, por ejemplo, el último partido de liga se jugó el día 17 de este mes y ahora arrancarán las eliminatorias hasta que un equipo se proclame campeón. Pero únicamente las disputarán ocho de los 16 equipos que participan en el campeonato. Es decir, que otros ocho equipos ya están de vacaciones. A finales del próximo septiembre (coincidiendo con el nuevo curso) se celebrará en Australia el Mundial, pero solamente acudirán a la cita las jugadoras que sean convocadas con sus selecciones. El resto, la gran mayoría, tendrán que esperar hasta mediados de octubre para que empiece otra vez la liga. De hecho, España no se ha clasificado para el Campeonato del Mundo, así que la mayor parte de las jugadoras que militan en nuestro país estarán cerca de cinco meses sin competir. Eso, en la élite, desde el punto de vista físico es demasiado.
Llama la atención que la Liga Endesa, la máxima categoría del baloncesto masculino (en la que hay 18 equipos, dos más que en la femenina) la competición –sin las eliminatorias por el título- termine un mes más tarde, el 15 de mayo. Y la segunda división de chicos, la liga LEB Oro (también con 18 equipos), concluya el 20 de mayo. Hasta en Estados Unidos, el universo baloncesto por excelencia, la temporada femenina es más corta que la masculina. Las chicas empiezan en mayo y terminan entre finales de septiembre y principios de octubre. Justo en ese momento, empieza la masculina y dura hasta junio. Es decir, no se solapan pero los chicos juegan tres meses más, mínimo.