Hace algunas semanas el deporte volvió a traspasar límites y a convertirse en tema central de debate nacional e internacional. Estuvo cerca, incluso, de crear un conflicto diplomático entre España y Brasil. Y todo por el fútbol ¿o hay más? El futbolista carioca del Real Madrid, Vinicius Jr, lleva toda la temporada siendo el foco de la ira y de los insultos de las aficiones contrarias por su actitud dentro del campo llegando hasta cotas denunciables. A finales del mes de enero, en la previa de un partido entre el Real Madrid y el Atlético, apareció en un puente situado sobre una carretera de acceso a la capital española un muñeco ahorcado con la camiseta del jugador y una pancarta en la que se leía “Madrid odia al Real”. Ambos equipos hicieron público un comunicado condenando la violencia, siendo el Real Madrid el que iba más allá hablando del trasfondo que podrían tener esos hechos: “Damos las gracias por las muestras de cariño tras el lamentable y repugnante acto de racismo, xenofobia y odio”. Ésa fue la primera vez, con cierto eco, que se puso sobre la mesa el tema del racismo en el deporte en nuestro país, dado que el futbolista es una gran estrella a nivel mundial con casi 38 millones de seguidores en sus redes sociales. Todo lo que hace o dice y todo lo que le rodea tiene una repercusión muy grande.
La segunda vez que se ha hablado de racismo sobre Vinicius ha tenido una magnitud inimaginable, terminando con el Cristo Redentor de Río de Janeiro apagado como muestra de solidaridad con el astro brasileño. El 21 de mayo, el Real Madrid jugaba un partido de liga en Mestalla, el estadio del Valencia CF y ya desde que bajaron del autobús se escucharon agravios discriminatorios y sonidos de mono hacia él y todo tipo de improperios hacia el resto de sus compañeros . Durante el encuentro, cuando el equipo visitante se disponía a realizar un saque de esquina, Vinicius señaló a un aficionado en la grada por llamarle mono: “Has sido tú, has sido tú”, gritaba. El juego se detuvo durante algunos minutos y la policía entró en escena para expulsar a la persona que había insultado.
Posteriormente, el futbolista fue muy crítico en su cuenta oficial de Twitter: “No era la primera, ni la segunda, ni la tercera vez. El racismo es normal en LaLiga, la competición cree que es normal, la Federación Española también y los adversarios la alientan. El campeonato que un día fue de Ronaldo, Ronaldinho, Cristiano y Messi hoy es de los racistas. España es una hermosa nación que me acogió y a la que amo, pero que accedió a exportar al mundo la imagen de un país racista. Hoy en Brasil, España es conocido como un país racista. No son casos aislados, siempre es ese discurso para justificarlo”. Esas palabras tuvieron tanto recorrido que terminó manifestándose el presidente del gobierno en Brasil, Lula da Silva y obligaron al Ministerio de Exteriores de España a desplegar una estrategia diplomática para crear puentes entre ambos países.
Con el machismo nadie se volcó
El ‘Caso Vinicius’ se trasladó a la actualidad parlamentaria y puso a España frente al espejo del racismo. Deportistas, políticos, cantantes e intérpretes a nivel internacional se pronunciaron sobre ello y condenaron cualquier acto xenófobo. Una vez más, el fútbol traspasaba fronteras y ponía de manifiesto una lacra social que azota a nuestro país y que sufren cientos de personas que desgraciadamente no tienen el altavoz de Vinicius ni son conocidas. Aunque gracias al futbolista, quizá cambien algunos protocolos en el fútbol.
Toda esta repercusión dista mucho de la que tuvieron las también futbolistas de la selección española el año pasado. Tras varios campeonatos sin lograr grandes cosas, pese a tener a algunas de las mejores jugadoras del mundo entre ellas, las futbolistas estallaron y pidieron un cambio. Consideraban que su entrenador, Jorge Vilda (con contrato hasta 2024, pese a los malos resultados), no tenía los mejores planteamientos tácticos y que su metodología y gestión de grupo no era la más adecuada. Pronto la prensa nacional, en su mayoría masculina, tildó el asunto de “complot, rebelión, motín, chantaje” y llamó “exageradas y poco profesionales” a las futbolistas. Adjetivos inusualmente utilizados para hablar de vestuarios masculinos de los grandes equipos como el Real Madrid o el Barça (porque esto ha pasado toda la vida).
La Federación (cuyo presidente también es un hombre) apoyó públicamente a Vilda y lo ratificó en su puesto y les recordó a ellas en un comunicado que “de acuerdo a la legislación vigente, no acudir a la llamada de la selección será calificado como una infracción muy grave y puede acarrear sanciones de entre dos y cinco años de inhabilitación”. La situación era tan insostenible que 15 de estas jugadoras han renunciado a vestir la camiseta de España alegando que el conflicto les estaba afectando a la salud. En julio hay Mundial, el torneo más importante, y muchas de ellas (de las mejores) no parece que vayan a estar.
Nadie se pronunció a nivel institucional ni indagó en el tema para saber qué pasaba ni por qué había tanto malestar entre las futbolistas. Es más, gran parte de la sociedad las culpó a ellas por querer despedir al entrenador (algo que admitieron que no habían hecho, simplemente habían puesto temas sobre la mesa). Tampoco lo hicieron cuando Marta Xargay y Anna Cruz, dos de las mejores jugadoras de baloncesto de la historia de nuestro país, en el verano de 2021 denunciaron públicamente tratos vejatorios del seleccionador por los que renunciaron a acudir más con el equipo nacional. Se cambió al entrenador, pero poco más.
Recientemente, varias jugadoras del Alhama ElPozo de Primera División de fútbol denunciaron a su entrenador por lo mismo. Randri García, el técnico (hijo también del presidente del club y marido de la directora deportiva), primero guardó silencio, después lo negó todo y habló de envidias y de intento de desestabilizar el proyecto y terminó diciendo “si alguien se ha sentido mal por mis comentarios, sólo me queda pedir perdón”. Pero tampoco tuvo más recorrido porque no se han demostrado los hechos y es la palabra de unas contra la de otro. Por eso, ningún político en la Región de Murcia se pronunció sobre ello ni se trató con profundidad el tema en la prensa. El equipo terminó perdiendo la categoría, pero lo normal es que Randri siga siendo su entrenador.
El machismo, la maternidad y la desigualdad son asuntos problemas que afectan de lleno a la sociedad y también al deporte español, pero apenas tienen repercusión. ¿Hay problemas de segunda división? Parece que sí
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