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El prodigio del verano

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Todavía estamos en agosto y cuesta volver a la rutina. Los más afortunados seguís de vacaciones, pero a otros se nos acabaron hace días. También el deporte y sus protagonistas han echado ya a rodar, aunque realmente no ha habido semana sin alguna competición, fuese de la disciplina que fuese. Precisamente, mi madre (que podría ser la de cualquiera o, incluso, nosotros mismos) me preguntaba el otro día “¿cómo es posible que en la prensa digan que empieza de nuevo la temporada deportiva, si tú no has parado de ver partidos o carreras en todo el verano?”. Tiene razón y eso me hizo reflexionar.

Muchos deportes aprovechan el periodo estival para iniciar sus competiciones y beneficiarse así del vacío que deja el fútbol para captar audiencia y seguidores. Por ejemplo, yo he disfrutado muchísimo en julio y agosto viendo baloncesto, masculino y femenino, de categorías de formación (jóvenes de 16 a 20 años). Debido a su edad, durante el curso no disputan torneos internacionales porque tienen que asistir a clase. Además, en plena temporada el deporte profesional centra toda la atención mediática y apenas hay cabida para estas edades. Por eso, estos meses son ideales para descubrir jóvenes talentos (que luego quizá, debido a lesiones, a que prefieren centrarse en los estudios o a que simplemente no les llega la oportunidad adecuada, no llegan a ser profesionales). Me divierte ver lo competitivos que son estas y estos chavales y los valores (que creo que es lo más importante) de esfuerzo, solidaridad y compromiso que desprenden. ¿Que les falta la experiencia a la hora de tomar decisiones que te da el paso de los años? Está claro. Pero eso a mí me parece también atractivo. Apuntar en mi memoria el nombre de un jugador o de una jugadora y ver su evolución en el tiempo me gusta. Quizá sea muy friki, pero con algo hay que entretenerse en verano.

Además, han sido unos meses fructíferos para España ya que ha disputado siete finales, en los siete torneos en los que ha participado: Medalla de oro en los Europeos sub 20 masculino y femenino, oro también en el Europeo sub 18 masculino y plata en el femenino, plata en el Mundial sub 17 masculino y femenino y también en el Europeo sub 16 de chicos, las chicas lo están jugando precisamente ahora. Mejor imposible. Sólo Estados Unidos y Lituania nos ha privado de hacer pleno.

Un murciano, el mejor del mundo

Uno de los campeonatos que más ha enganchado al público durante estas vacaciones ha sido el Mundial de baloncesto masculino sub17 (jugadores de máximo 17 años). Se disputó en Málaga del 30 de junio al 8 de julio y los partidos importantes pudieron seguirse por Teledeporte, la televisión pública española. Incluso el pabellón Martín Carpena podía verse casi lleno, con personas importantes en las gradas como políticos o exjugadores de la talla de Pau Gasol. La selección española llegó hasta la gran final y compitió hasta los últimos minutos contra la poderosa Estados Unidos (67-79), que sigue siendo inalcanzable en esto del baloncesto. Una plata que sabe a oro porque esos chavales jugaron un torneo increíble. Todos tuvieron su momento a lo largo del campeonato, pero las y los murcianos pueden presumir orgullosos de que el trofeo al mejor jugador del mundo sub17 se lo llevó uno de los suyos: Izan Almansa (firmando una media de 12 puntos y 13 rebotes por partido). Ni siquiera el hecho de ser subcampeón hizo dudar a la FIBA (el máximo organismo internacional de baloncesto). Él, antes que un estadounidense. Y eso, pues da gusto.

La historia de Izan Almansa es peculiar. Nació en junio de 2005 en Murcia y es hijo del que fuese jugador profesional Steve Horton, un americano que disputó dos temporadas por aquí. A simple vista puede apreciarse que el joven es un portento físico, pero poco a poco va puliéndose también técnicamente. Desde muy joven, Izan Almansa comenzó a destacar en el UCAM Murcia, club al que llegó con sólo 9 años (hasta entonces había preferido jugar al fútbol pese a su altura, que en la actualidad ronda los 2’07 metros) y en el que estuvo hasta casi los 14. Juan Antonio Martínez y Carmen Puigcerver se ocuparon de su formación deportiva conscientes de que Izan tenía cualidades para poder dedicarse al baloncesto. Pronto llamó la atención de ojeadores, agentes y clubes más poderosos, como el Real Madrid, donde fichó al salir del UCAM. Allí estuvo dos cursos, hasta que el verano pasado decidió cruzar el charco rumbo a los Estados Unidos para convertirse en el primer español en recalar en la Overtime Elite League (un proyecto en el que compaginan los estudios con los entrenamientos y los partidos y en el que los jugadores perciben un sueldo, algo inusual en estas edades). Su sede está en Atlanta y su rutina diaria es dura. Consiste en ir a clase de 9 a 12:30, aproximadamente, una hora para comer y entrenar después, de 13:30 hasta las 17h. Le dejan descansar y cenar hasta las 20h, cuando vuelve a hacer entrenamientos individuales tanto de gimnasio como en la pista. El objetivo de esta academia es claro, quieren que sus jugadores lleguen a la NBA (la mejor liga del mundo), sin olvidarse de sus estudios.

Cristina Almansa, su madre no puede estar más orgullosa de él. Vivió a través de la televisión su segunda medalla del verano, ya que también ganó el oro en el Eurobasket sub 18 que se disputó en Turquía (jugando contra chicos de un año más) y nuevamente fue elegido el mejor jugador del torneo. Confiesa que es duro separarse de su hijo, pero le apoya en todas las decisiones que toma y va a verlo cuando puede.

El futuro decidirá si Izan Almansa se convierte en jugador profesional de la NBA. Él no tiene miedo a afirmar que es su sueño y su objetivo. Ojalá en unos años vuelva a escribir de que un murciano está en la mejor liga del mundo. Las condiciones y el trabajo, las tiene. Ahora falta también ese factor suerte que hace falta en el mundo del deporte, como en la vida misma.

Todavía estamos en agosto y cuesta volver a la rutina. Los más afortunados seguís de vacaciones, pero a otros se nos acabaron hace días. También el deporte y sus protagonistas han echado ya a rodar, aunque realmente no ha habido semana sin alguna competición, fuese de la disciplina que fuese. Precisamente, mi madre (que podría ser la de cualquiera o, incluso, nosotros mismos) me preguntaba el otro día “¿cómo es posible que en la prensa digan que empieza de nuevo la temporada deportiva, si tú no has parado de ver partidos o carreras en todo el verano?”. Tiene razón y eso me hizo reflexionar.

Muchos deportes aprovechan el periodo estival para iniciar sus competiciones y beneficiarse así del vacío que deja el fútbol para captar audiencia y seguidores. Por ejemplo, yo he disfrutado muchísimo en julio y agosto viendo baloncesto, masculino y femenino, de categorías de formación (jóvenes de 16 a 20 años). Debido a su edad, durante el curso no disputan torneos internacionales porque tienen que asistir a clase. Además, en plena temporada el deporte profesional centra toda la atención mediática y apenas hay cabida para estas edades. Por eso, estos meses son ideales para descubrir jóvenes talentos (que luego quizá, debido a lesiones, a que prefieren centrarse en los estudios o a que simplemente no les llega la oportunidad adecuada, no llegan a ser profesionales). Me divierte ver lo competitivos que son estas y estos chavales y los valores (que creo que es lo más importante) de esfuerzo, solidaridad y compromiso que desprenden. ¿Que les falta la experiencia a la hora de tomar decisiones que te da el paso de los años? Está claro. Pero eso a mí me parece también atractivo. Apuntar en mi memoria el nombre de un jugador o de una jugadora y ver su evolución en el tiempo me gusta. Quizá sea muy friki, pero con algo hay que entretenerse en verano.