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Su revolución ha comenzado, señora Von Touceda: una lectura de 'Coito ergo sum'

María von Touceda la tiene bien puesta. Con toda su cona (palabro que aquí hemos aprendido y ya no dejaremos de usar), nos presenta a una farmacéutica pija con ínfulas de ninfomanía, fumeta, perdida, entrañable, viciosa y con retranca, y la pone al frente de una novela de bildungsroman infestada de amor por las drogas blandas, las pollas gordas y el arte. El arte, lo único que “nos salva de nosotros mismos y de nuestra ignorancia”, según asegura la decidida protagonista, subyace siempre entre esta gamberrada de relato a modo de manifiesto de la autora. 'Coito Ergo Sum', la última novela de la escritora gallega, como dicen en nuestro pueblo (y nunca mejor en este caso) por donde pasa moja.

La editorial murciana La Marca Negra ediciones sigue ampliando su catálogo con un abanico de tormentas generacionales valiente y atrevido que ya antes había filosofado con el sexo ('Suicida (no profesional) busca puente' de Loola Pérez) y la angustia del sentido de la vida retratado en resaca y latas de cerveza ('Mañana me largo de aquí' de Santini Rose). Ahora vuelve a abrazar la obra de von Touceda, y tras 'Crítica del vicio' (2018) y 'Morfología del encuentro' (2019) publica 'Coito Ergo Sum', una novela corta en forma de viaje existencial donde el sexo y las drogas, de nuevo, sirven de excusa para humanizarse.

María von Touceda (Santiago de Compostela, 1979) es una bicoca para cualquier periodista. Acidísima, de sinceridad tourettiana, escatológicamente culta y capaz de citar a Yung Beef y La venerable madre Jerónima de la Fuente de Velázquez en pocas páginas de diferencia, vuelve a abrirse en canal más allá de las redes sociales para traernos esta historia que es más que carne de paja cultureta, literal y metafórica.

'Coito Ergo Sum' es la historia de Sara, la farmacéutica y su insaciable cona, y también de la ciudad que la acoge. Santiago de Compostela es el escenario de esa disposición plena, de esos encuentros donde ¿siempre? sale todo bien. Peregrinos solícitos que te follan en un callejón, compañeros de autobús que te comen el coño tras un día de trabajo, currelas que te lo hacen en el baño del súper. Sin detenernos en los fallos de raccord, está la pasión y el deseo. La sexualidad de Sara etiqueta la novela como 'erótica', cuando en esa tara, donde el lector no termina de entender estos fortuitos alcances, nos podemos perder la fantasía de una mujer que llena sin complejos sus anhelos (otros lo harán con los diazepanes, otros con terapia, aquellos, con el fútbol, la política, el Magno a la hora del desayuno y las licenciaturas encadenadas en la UCAM) con polvos sin principio ni fin.

Sara es molesta en su lectura porque además de mostrar y demostrar esa candente sexualidad, elige ponerse hasta el culo con algo tan poco femenino como los porros. Lo hace con su dinero, su propio sueldo, pilla a su propia camella (¡una tipa!) y encima le encanta. ¿Ah, la aplaudimos? Algo parece que nos atrae de personajes que en la vida real quizás diéramos de guascas. Sara podría liderar en nuestra terra el 'dudeísmo', la corriente filosófica surgida tras el éxito de 'El Gran Lebowski', mítica peli de los Coen de 1998, donde a un completamente stoned Nota ('The Dude') le gritan: “Su revolución ha terminado, señor Lebowski, mis condolencias. Los parias perdieron (…), búsquese un trabajo”. Sara tiene trabajo y un bolso de trescientos euros, pero es nuestra Nota. Fumeta, perdida, y, sin embargo, sigue adelante.

También 'Coito Ergo Sum' es, sin saberlo, una guía turística diferente, algo que no sale en la TimeOut ni los blogs de viaje de la Vogue. De portada en portada, de caño en caño, apoyamos el culo donde lo apoya Sara y conocemos algunos de los rinconcitos más exquisitos de la ciudad de Santiago de Compostela. Aprendemos un poquito de historia de España (“mucha gente piensa que el nombre de la calle Franco hace referencia al puto caudillo, pero en realidad tiene que ver con el Camino de Santiago Francés”) y de “ESSSPAÑA” (“Pachá hubo, pero no había suficientes gilipollas que fuesen”) pero, sobre todo, historia del arte, deformación profesional de la especialización universitaria de la autora. Culpable entonces de presentarnos a la 'Mujer adúltera' en la portada sur de la Catedral, el Franco, la iglesia de Salomé o la Plaza del Toural. Más allá del olor a lubricante de papaya, saboreamos Santiago.

¿Arte y feminismo? Antes de que huyáis por riesgo de aprender por mimetismo, la marca de la casa de von Touceda, su auténtica bala de plata para los corazones más duros, es su retranca viejoven, su humor infinito sin carcajada, sus líneas dramáticamente payasas, sus epitafios y carne de tatuaje nihilista. “Pelirrojo y zurdo, me lo tengo que follar: tal vez sea el mismísimo demonio”; “La sarna no tiene estamentos sociales” (qué te vamos a decir en Beniaján) o su mantra en la ficción y en la vida real: “Mi problema son los gilipollas”. El discurso feminista está en cada corrida en la boca; está, también, impregnada en los diálogos de Sara y su escudera, dejando toques de célebre tercera ola entre paseo y paseo: hombres micro y macromachistas, cosificación, el color rosa y la raya del eyeliner. Todo cuenta, todo suma, erradas y certeras, para las mujeres.

Más allá de la debatible necesidad de verosimilitud de la acción de la novela, si hay algo que podemos echar en cara a la picholeira (o picheleira) es la rápida resolución de la historia, el veloz desenlace que sin duda hubiera requerido de más miga, de más capítulos, de más novela, de más Touceda. ¿Quién te cortó el puto rollo, María, para no poder doblar este libro en extensión, para saber más de la transformación de Arturo, del devenir de Arantza, del capullo de Carlos, de la sorprendente Eva? Más vida de esos personajes que cuando empiezas a abrazar y sorprender, ¡puf! desaparecen. ¿O quizás era esa la idea? No parece que von Touceda sea de las que deja las cosas a medias. Procedemos a esperar con ansia entonces, nuevo material, una continuación, otra revolución.

María von Touceda la tiene bien puesta. Con toda su cona (palabro que aquí hemos aprendido y ya no dejaremos de usar), nos presenta a una farmacéutica pija con ínfulas de ninfomanía, fumeta, perdida, entrañable, viciosa y con retranca, y la pone al frente de una novela de bildungsroman infestada de amor por las drogas blandas, las pollas gordas y el arte. El arte, lo único que “nos salva de nosotros mismos y de nuestra ignorancia”, según asegura la decidida protagonista, subyace siempre entre esta gamberrada de relato a modo de manifiesto de la autora. 'Coito Ergo Sum', la última novela de la escritora gallega, como dicen en nuestro pueblo (y nunca mejor en este caso) por donde pasa moja.

La editorial murciana La Marca Negra ediciones sigue ampliando su catálogo con un abanico de tormentas generacionales valiente y atrevido que ya antes había filosofado con el sexo ('Suicida (no profesional) busca puente' de Loola Pérez) y la angustia del sentido de la vida retratado en resaca y latas de cerveza ('Mañana me largo de aquí' de Santini Rose). Ahora vuelve a abrazar la obra de von Touceda, y tras 'Crítica del vicio' (2018) y 'Morfología del encuentro' (2019) publica 'Coito Ergo Sum', una novela corta en forma de viaje existencial donde el sexo y las drogas, de nuevo, sirven de excusa para humanizarse.