-Anda ya, ¿quién te va a leer eso? Los menores de veintitantos, ¿leyendo periódicos?, ¡tú no estás bien de la chaveta! A ver, ¿qué les vas a contar? -me dice sentándose a mi lado.
-Que hace diez años llegó a España un ansia de libertad y justicia, que arrancó en Túnez y en pocas semanas prendió en muchos países vecinos…
-¿Por qué no haces un hilo en Twitter? O mejor, ¡unos vídeos en TikTok!
-Qué pereza… No sé, esto es cosa seria…
-¡Es cosa seria! -se burla ella-. ¿A ti te parece que el 15M es comparable a las primaveras árabes? Me parece tremendo. Además, llamarlas así, ¡primaveras árabes!
-El pueblo se alzó, desde Libia hasta Siria.
-Pero ¡aquello fue mucho más cruento! Y además, excepto Túnez y Egipto, no lograron sacarlos. Y ya ves cómo está Egipto…
-Sí, sí, era lo que pensaba decir... Mira:
Meses después, de forma muchísimo más atenuada, el descontento alcanzó también Europa e incluso llegó hasta el barrio financiero de Nueva York.
-¡Me parto y me mondo!
-Bueno, fue algo parecido al estallido social que vivió Chile en 2019, que se trasladó también a Haití, Ecuador, Puerto Rico, Bolivia, Chile y Colombia.
-Otro incendio que sofocó la pandemia -resopla Lady Chorima.
-¿Puedo seguir?
-Venga.
En todos estos países, la gente que salió a ocupar las plazas reclamaba reformas políticas y democracia. En el caso de Túnez y Egipto, sirvió para derrocar líderes autoritarios que parasitaron el gobierno durante décadas. En España, donde vivíamos un momento de crisis (para variar), además de denunciar la corrupción político-financiera y los paraísos fiscales, sirvió para cuestionar el bipartidismo, la monarquía, el IBEX 35, las cláusulas abusivas de los préstamos hipotecarios, el sistema contributivo y los privilegios de las grandes fortunas.
-Ahí ya los has matado a todos de aburrimiento -se ríe ella-. Te olvidas de la Troika. También cuestionamos el poder de la Troika.
-A ver, calla la boca y escucha -le digo.
-Y no te olvides de mencionar la crisis ecológica, que la catástrofe nuclear de Fukushima fue en marzo de 2011.
-Sí, sí, vale…
Los países de África y Oriente Medio arrastran aún las consecuencias de las guerras que se desataron…
-Y tendrás que recordarles -me vuelve a interrumpir- cómo trata la Unión Europea a los refugiados, encerrándolos en campos... Y que huyen de esos países porque se persigue y encarcela la libertad de expresión.
-Pues claro.
-Y que quienes protestaban lo pagaron con la vida.
-Ya, ya.
-Entretanto en España nos íbamos de manifas como quien sale de cañitas -dice con sorna-. Para soltar “un poco” la rabia. A ver cómo lo vas a contar para que suene épico, porque de eso se trata “un poco”, ¿no? ¿Ese es “un poco” el artículo que quieres montar?
-Pero ¿a ti qué te pasa?
-¡Con “un poco” me coloco! -me dice partiéndose de risa.
En España, una marea de colectivos multicolor inundó las calles y ágoras con sus reclamos.
-¡No, por favor! En serio, pareces el NO-DO.
Aquí me río yo, espantada.
La semilla germinó en Madrid, en la Puerta del Sol, una semana antes de las elecciones que le darían la mayoría al PP en esta comunidad. La gente que había salido a manifestarse decidió tomarse un descanso y pasar allí la noche. La policía vino y los desalojó. Volvieron más al día siguiente, con sus pancartas, su juventud y sus ganas de cambiar las cosas. La policía volvió a desalojarlos. Y así durante varias noches, mientras que las acampadas fueron creciendo y propagándose por más ciudades: Barcelona, Salamanca, Santiago de Compostela… Y a más represión, más gente salía, animada por un espíritu rebelde y contestatario.
-Una heroicidad, lo nuestro -dice mirándose las uñas.
-No te pases, Chori. Tú también estuviste.
-Ay, ¡a mi me encanta correr delante de los maderos!
En todas estas revueltas, las redes sociales fueron claves para convocar movilización y concentraciones, tal vez pueda criticarse esa utilización acrítica de las nuevas tecnologías, pero también es cierto que gracias a internet y a la pluralidad de periódicos digitales se desmontó la estrategia “desinformativa” de los medios tradicionales.
-¿Y por qué no dices lisa y llanamente que al País y cía se les vio mucho el plumero?
-¿Quieres que siga leyendo? -le respondo de mal humor.
Ella apoya un codo en la mesa y se gira hacia mi.
En definitiva, el 15M es demasiado amplio y complejo para definir lo que fue o dejó de ser. Esas instantáneas de las plazas abarrotadas por una masa de jóvenes y yayoflautas persisten en la memoria de quienes las vivimos. Y sí -concluyo-, ese mismo año hubo también elecciones generales, el 20N salió elegido presidente del gobierno Mariano Rajoy.
Aquí Chori estalla en carcajadas. La miro y ella niega con la cabeza.
-Si es que no tenemos remedio.
Hasta aquí, este intento de “relato objetivo”.
Dice Laura Casielles: “Lo más extraordinario y fértil del 15-M fue precisamente el ser una amalgama de preguntas vivas. Lo más transformador de las prácticas y el pensamiento que emanaron de aquellos días tiene que ver con un no-saber lleno de posibilidades… Dice Cernuda que ”el deseo es una pregunta cuya respuesta no existe“. El 15-M era todo deseo, sin que la respuesta tuviera por qué existir. Deseo de cambio, deseo de vida, deseo de primavera y de recuperar algo perdido y de encuentro y de reflexión y de amor y de libertad y de atravesar países en la noche para compartir un rato de lo extraordinario…”
-Los deseos -sentencia Chori, como pensando en otra cosa- no sirven de nada si no se articulan en acciones.
-Bueno, se dieron muchos pasos.
-Sí, muchos pasitos pa’lante y muchos pa’trás… Anda, sigue.
“Pero cuando el tiempo pasa -sigo citando a Casielles-, tendemos a recordar las respuestas, más que las preguntas. A ir fosilizando esas respuestas. Las cosas vivas empiezan a convertirse en recuerdos, y, como en todo amor, las batallas por el relato producen aberraciones.”
Chori resopla.
-Las batallas por el relato, las batallas por el relato… -repite chascando la lengua-. Lo de aquí fue más bien la indignación del consumidor estafado, ¿no te das cuenta? La rebeldía de los urbanitas del “un poco”. Lo que quería esa “masa crítica” no era más que bienestar económico. Se rebelaban para exigir “amos mejores”. Unos individualistas, en el fondo, ¡una progresía liberal!
-¿Defender la escuela, el trabajo, la sanidad pública te parece individualista? -le pregunto, ofendida.
-Son derechos fundamentales, pero fíjate, a escala mundial, ¿cuántos países detentan esos derechos? Compara, por ejemplo, con esos países del sur de los que hablabas y comprobarás que lo nuestro son privilegios, los pocos que aún nos quedaban a la clase trabajadora en Europa. No me mires así, por supuesto que había que protestar, pero no sé si todo el mundo lo hacía siendo consciente del para qué.
-Es evidente que habría multitud de para-qués -le digo yo.
-¿Cuántos pensaron que no podríamos mantener a toda costa nuestro nivel de consumo? ¿Dime cuántos indignados no identifican consumo con “bienestar” o “nivel de vida”?
-Entonces, ¿no hubo utopía social en el 15M? -pregunto.
Lady Chorima se encoge de hombros.
-Haberla, la había. Pero, ¿cuántos se han rebelado frente a la vida estándar que nos depara esta sociedad?
Me echo para atrás en la silla, sin saber qué contestar.
-Dime cómo vas a concluir tu artículo.
-Con estas palabras de Casielles: “Tras el 15-M, nuestro lenguaje cambió. Nuestra mirada cambió. Transparencia, participación, asamblea se convirtieron en palabras comunes. Plaza no volvió a significar lo mismo. Tampoco política, que ahora podía conjugarse en primera persona del singular. Se aprendió colectivamente que se podía exigir; también que para ello había que aportar…”
Además, fue un revulsivo contra los liderazgos, se puede añadir, tan ligados a la cultura patriarcal, apuntaló la revolución feminista, deshizo el bipartidismo…
-¡Para nada! -corta Chori-. No tienes más que echar un vistazo a los resultados de las últimas elecciones. Unidas-Podemos baja con Ciudadanos. Y el resto es lo que había, más la extrema ranciedad.
-No estoy de acuerdo -respondo-. De repente, la vieja política vio cuestionados su funcionamiento y proceder, y tuvo que ponerse al día. En las asambleas aprendimos a consensuar y a no tratar de imponer. Adoptamos y asumimos un lenguaje inclusivo que no consiste en ese empeño por duplicar pronombres, sino en tenernos en cuenta a las mujeres.
-Diez años, no es nada… -me dice Lady Chorima.
-La mecha del 15M sigue prendida -respondo yo.
-Sí, sí y otro mundo es necesario… Sobre todo porque hemos arruinado éste.