Se busca gurú hasta septiembre. Además de un ser de luz deberá tener mucho carisma, para esta misión tan alta: convencer a los habitantes del Mar Menor y quienes se bañan en sus maltratadas aguas de que los vertidos de la agroindustria siguen cayendo al mar por el camino de siempre.
Que el mar puede estar transparente, pero sus fondos podridos. Sólo trabajará un par de meses, porque una vez que cierre el último chiringuito y se acabe la temporada de alquileres, todos, menos la pandilla buitre, olvidamos la laguna. Se busca un maestro, no un mago, porque no hay que creer sin evidencias. Cómo las del último estudio científico que demuestra el aumento de cáncer infantil en las cercanías de esta albufera.
El estudio ha sido publicado hace unos días por investigadores de universidades de Madrid, Toledo, Murcia y Guadalajara y se añade a la lista negra de tortura medioambiental, a la fetidez de sus orillas, a todo lo que sufre la flora y fauna que aún queda viva.
Lo que nunca han querido ver López Miras y su guitarra, sus jefes, los empresarios o los pescadores que, con mirada cortoplacista apostaron por la sombra de las ayudas y ahora lloran lágrimas de ruina. Tampoco a esa población que repite como una consigna que las aguas están tan limpias que ha resucitado el caballito de mar, incluso en las playas más marchitas.
Sólo falta que el gobierno autónomo, en su huida negacionista, contrate a Miguel Bosé y sus magufoseguidores para la próxima campaña veraniega. Que Nacho Cano componga una balada triste a las tortugas y linces liberados en pos de un letal destino, después de que el presidente las suelte en caudillescas cuclillas, rodeado de cámaras.
O quizá les salga más barato ese diputado trumpista del partido ultra que habla de electrodomésticos para ricos, dice que la mancha blanca del Mar Menor es lejía y consigue que, por primera vez en la historia de un parlamento suspendan de empleo y sueldo a un diputado (Víctor Egio, va por tí) tras afearle su baja paternal. Estás bajezas flotan, como el detritus en un domingo por Cala del Pino. Y contaminan nuestras riberas.
Ya sabemos que no encajan las palabras oscuras con el entorno de paz y armonía al que se debe un gurú, pero si se repite muchas veces una verdad, a lo mejor, y por fin, lo entendemos. Que el Mar Menor agoniza. Y no está mejor que nunca, por mucho que los Fundeingenios lo digan con la complicidad irresponsable (pero bien pagada) de algunos medios de comunicación. Al chamán que nos hace falta este verano no se le pagará con dinero, porque la bondad no se compra y todas esas cosas. Su premio será una fotografía retocada donde las nacras posan en los fondos marinos igual que en una película de Pixar, abriendo apenas sus conchas recién nacidas, tiernos bebés sobre cunas de algas.
Nuestro hombre, que también puede ser mujer, se reunirá con diferentes colectivos, utilizará la ecuanimidad como si no hubiera un mañana, porque ser ecuánime es lo último en estilo coach, y les dirá que el activismo no se practica desde el sofá, ni a golpe de likes. Pelear siempre es hasta las trancas. Enseñará, sin despeinarse el aura que el enemigo sólo teme tres cosas: la firmeza, la verdad y una foto en prensa. Que ni las emociones ni las ielepés han servido de nada. Si no somos capaces de defender el Mar Menor en serio, el abrazo de mañana será tan aparente como las palabras de un gurú. También muy fotogénico, pero será el abrazo de Judas.
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