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La amnistía como salvavidas

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Hay un cierto tipo de personas que vive de sus adversarios. Suelen ser individuos sin demasiadas capacidades profesionales, que necesitan de la vida y de los actos del otro para esconder sus carencias, su mediocridad. Representan el paradigma perfecto del parásito: realizan su fotosíntesis diaria por medio de los ataques a aquel al que reconocen como enemigo. Eso les da protagonismo, relevancia social. Para un sector de la sociedad se convierten en imprescindibles no por los méritos propios, sino por su ensañamiento a la hora de poner de manifiesto las supuestas debilidades de los demás. Es el caso, por ejemplo, de López Miras, quien siempre ha vivido de sus ataques a Pedro Sánchez. La trayectoria política del presidente de la Comunidad no se entendería si no fuera por ese destino común que lo ha atado al secretario general del PSOE. En rigor, Sánchez constituye su principal y única fuente de energía. López Miras carece de una alimentación política autónoma. Por sí mismo no se sostiene.

Desde que llegó a la presidencia del Consejo de Gobierno, el político lorquino ha jugado a fortalecer su presencia en los medios nacionales. Es un comodín apetecible para tertulias y prescriptores, ya que siempre está dispuesto a disparar indiscriminadamente contra el malvado Sánchez. Se siente cómodo en esa arena en la medida en que sus opiniones no requieren de elaborados argumentos ni de un equipamiento intelectual excepcional: le basta con repetir las consignas de su partido y de apropiarse de los lugares comunes que flotan en la opinosfera para rellenar unos cuantos minutos de radio y televisión. En contra del modus operandi de sus predecesores -que siempre priorizaron la política regional sobre la nacional-, López Miras ha resuelto dedicarse en cuerpo y alma a los asuntos que incumben al conjunto del país. Ahora bien, no extraigamos conclusiones precipitadas ni erróneas de esta última afirmación. Que López Miras priorice la política regional sobre la local no obedece a sus cualidades de hombre de Estado, sino a su incapacidad para la gestión. Lo nacional es una huida, y no una evolución. Que cada dos por tres lo veamos montado en el tren de los debates de país no es la consecuencia de que la Región de Murcia se le quede pequeña, sino, antes bien, al hecho dramático y demoledor para los murcianos de que se le queda grande. Su papel sobrevenido como opinador de cuestiones nacionales no responde, en su caso, tanto a sus virtudes como a sus defectos. Conforme su gestión sea mas deficitaria, su necesidad de agigantar su presencia mediática será mayor.

La actual coyuntura en la que se encuentra la política española -dividida agonísticamente por la Ley de Amnistía pactada con el independentismo catalán- ha supuesto para López Miras un salvavidas hecho a la medida de sus necesidades. Da lo mismo que la Región de Murcia lidere todos los rankings negativos de España y que, por lo tanto, la vida de sus ciudadanos sea muy mejorable: sus votantes lo van a valorar, durante esta legislatura, por su capacidad pulmonar para gritar “¡iviva España!” más alto que nadie y para acusar a Sánchez de traidor y de mal patriota. El perfil sociológico de esta tierra favorece además este tipo de comportamiento: el murciano reacciona más ante los peligros que acechan a la patria que, por ejemplo, ante el riesgo de muerte del Mar Menor. El político 'salvapatrias' le resulta enormemente seductor. Y ahí López Miras tiene todas las de ganar. En esta Región se ha votado siempre más en clave nacional que autonómica. Y el presidente del PPRM ha sabido leer e interpretar esta idiosincrasia perfectamente. Poco va a hablar de los problemas de la Región de Murcia en esta legislatura. La “cataluñacización” de la política regional no ha hecho más que empezar.   

Hay un cierto tipo de personas que vive de sus adversarios. Suelen ser individuos sin demasiadas capacidades profesionales, que necesitan de la vida y de los actos del otro para esconder sus carencias, su mediocridad. Representan el paradigma perfecto del parásito: realizan su fotosíntesis diaria por medio de los ataques a aquel al que reconocen como enemigo. Eso les da protagonismo, relevancia social. Para un sector de la sociedad se convierten en imprescindibles no por los méritos propios, sino por su ensañamiento a la hora de poner de manifiesto las supuestas debilidades de los demás. Es el caso, por ejemplo, de López Miras, quien siempre ha vivido de sus ataques a Pedro Sánchez. La trayectoria política del presidente de la Comunidad no se entendería si no fuera por ese destino común que lo ha atado al secretario general del PSOE. En rigor, Sánchez constituye su principal y única fuente de energía. López Miras carece de una alimentación política autónoma. Por sí mismo no se sostiene.

Desde que llegó a la presidencia del Consejo de Gobierno, el político lorquino ha jugado a fortalecer su presencia en los medios nacionales. Es un comodín apetecible para tertulias y prescriptores, ya que siempre está dispuesto a disparar indiscriminadamente contra el malvado Sánchez. Se siente cómodo en esa arena en la medida en que sus opiniones no requieren de elaborados argumentos ni de un equipamiento intelectual excepcional: le basta con repetir las consignas de su partido y de apropiarse de los lugares comunes que flotan en la opinosfera para rellenar unos cuantos minutos de radio y televisión. En contra del modus operandi de sus predecesores -que siempre priorizaron la política regional sobre la nacional-, López Miras ha resuelto dedicarse en cuerpo y alma a los asuntos que incumben al conjunto del país. Ahora bien, no extraigamos conclusiones precipitadas ni erróneas de esta última afirmación. Que López Miras priorice la política regional sobre la local no obedece a sus cualidades de hombre de Estado, sino a su incapacidad para la gestión. Lo nacional es una huida, y no una evolución. Que cada dos por tres lo veamos montado en el tren de los debates de país no es la consecuencia de que la Región de Murcia se le quede pequeña, sino, antes bien, al hecho dramático y demoledor para los murcianos de que se le queda grande. Su papel sobrevenido como opinador de cuestiones nacionales no responde, en su caso, tanto a sus virtudes como a sus defectos. Conforme su gestión sea mas deficitaria, su necesidad de agigantar su presencia mediática será mayor.