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De aviones y aeropuertos

El crecimiento del transporte aéreo ha sido exponencial en los últimos años. El avión es uno de los medios con mayores impactos para el medio ambiente. Los aviones producen una gran variedad de emisiones tóxicas a la atmósfera además de dióxido de carbono, uno de los principales agentes del cambio climático que amplifica el impacto ambiental del transporte aéreo. El rápido y continuo crecimiento a lo largo de los últimos años, así como su previsible aumento futuro, convierten a este sector en uno de los principales agentes de insostenibilidad territorial, ambiental, social y económica. Un viaje en avión produce 20 veces más dióxido de carbono que un viaje en tren. La industria aérea recibe exenciones fiscales y subvenciones enormes que permiten que los billetes de avión que compramos sean artificialmente baratos. Solamente unos pocos gobiernos imponen un impuesto al pasajero, el IVA a los billetes de avión o un impuesto al queroseno.

El crecimiento desmesurado de las infraestructuras relacionadas con el transporte aéreo requiere una transición medioambientalmente sostenible. Se necesitan moratorias para la construcción y la ampliación de aeropuertos, ciudades aeroportuarias y zonas económicas especiales. Hay que trabajar para el desarrollo normas medioambientales estrictas para las aeronaves, límites al número de vuelos, un impuesto al viajero frecuente y un paquete fiscal aéreo justo. Es urgente avanzar hacia una economía de distancias cortas, es necesario poner en cuestión los hábitos y conductas sociales y laborales que dependen del transporte aéreo en distancias cortas y el uso de medios alternativos como el ferrocarril. La fiebre de construcción de aeropuertos se extendió por todo el país y tuvo como resultado, en muchas ocasiones, aeropuertos sin aviones o funcionando a media capacidad.

Es necesario un cambio de rumbo, una reflexión en profundidad de la sociedad civil sobre los objetivos y los impactos ambientales, sociales y económicos del transporte aéreo. Hay que plantear una moratoria sobre la construcción y expansión de estas infraestructuras, incluidos los planes de urbanización comercial e industrial en torno a estas instalaciones que tengan por objeto promover el crecimiento de la aviación, como las ciudades aeroportuarias y los proyectos de zonas económicas especiales. También hay que tener en cuenta las regiones que se quedarían aisladas, sin acceso a los viajes por vía aérea, buscando alternativas medioambientales para conectarlas.

En la región hemos tenido esa situación. Teníamos al el aeropuerto de San Javier, de uso conjunto militar y civil, en el que se construyó una nueva pista además del aeropuerto del Altet, a menos de 45 minutos de Murcia, con una gran cantidad de rutas nacionales internacionales. Sin embargo, Valcárcel y su Gobierno se empeñaron la construcción del aeropuerto de Corvera, cuyos resultados actuales ostentan muchas más sombras que luces. No hay que olvidar que se nos vendió una previsión de pasajeros anuales de cinco millones de personas.

En la actualidad el aeropuerto de Corvera cuenta con un millón de pasajeros y dista mucho de las cifras de dos millones que llegó a tener el de Sana Javier antes de la crisis económica. Sin embargo, el aeropuerto ha ido perdiendo pasajeros y en noviembre pasado tenía una caída de 173.000 pasajeros respecto a los usuarios que pasaron por el aeropuerto de San Javier el mismo mes del año anterior.

El aeropuerto estuvo siete años cerrado antes de entrar en funcionamiento. Según la estimación que ha dado a conocer el Tribunal de Cuentas en su informe de fiscalización correspondiente al año 2017, el aeropuerto causó a la Región daños y perjuicios por importe de 180 millones de euros, hay que sumar los gastos ocasionados por el aval de 182 millones otorgado por la Comunidad a Aeromur que perdió el contrato de Corvera en 2013. La Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo desestimó el recurso de Aeromur contra el fallo del TSJ, así la devolución de los 182 millones de euros avalados por las arcas autonómicas la debe afrontar Aeromur, pero esta sociedad está en proceso de liquidación, y no va a hacer frente a esta devolución ni, probablemente, podrá hacerlo en el futuro de modo que será una pérdida más para toda la ciudadanía murciana. Este cúmulo de mala gestión y despilfarro ha llevado a decir a un periodista murciano que la historia de este aeropuerto es un delirio que todavía se prolonga.

El crecimiento del transporte aéreo ha sido exponencial en los últimos años. El avión es uno de los medios con mayores impactos para el medio ambiente. Los aviones producen una gran variedad de emisiones tóxicas a la atmósfera además de dióxido de carbono, uno de los principales agentes del cambio climático que amplifica el impacto ambiental del transporte aéreo. El rápido y continuo crecimiento a lo largo de los últimos años, así como su previsible aumento futuro, convierten a este sector en uno de los principales agentes de insostenibilidad territorial, ambiental, social y económica. Un viaje en avión produce 20 veces más dióxido de carbono que un viaje en tren. La industria aérea recibe exenciones fiscales y subvenciones enormes que permiten que los billetes de avión que compramos sean artificialmente baratos. Solamente unos pocos gobiernos imponen un impuesto al pasajero, el IVA a los billetes de avión o un impuesto al queroseno.

El crecimiento desmesurado de las infraestructuras relacionadas con el transporte aéreo requiere una transición medioambientalmente sostenible. Se necesitan moratorias para la construcción y la ampliación de aeropuertos, ciudades aeroportuarias y zonas económicas especiales. Hay que trabajar para el desarrollo normas medioambientales estrictas para las aeronaves, límites al número de vuelos, un impuesto al viajero frecuente y un paquete fiscal aéreo justo. Es urgente avanzar hacia una economía de distancias cortas, es necesario poner en cuestión los hábitos y conductas sociales y laborales que dependen del transporte aéreo en distancias cortas y el uso de medios alternativos como el ferrocarril. La fiebre de construcción de aeropuertos se extendió por todo el país y tuvo como resultado, en muchas ocasiones, aeropuertos sin aviones o funcionando a media capacidad.