Cuando sale en las noticias cualquier incidente protagonizado por menores de edad, o cuando nos lamentamos de la falta de civismo de quienes queman los montes, o de quienes no recogen la caca del perro, o la proliferación de mascarillas tiradas en la calle, o los altos niveles de corrupción en algunos sectores públicos y privados, etc., la primera solución que se propone siempre es la mejora de la Educación: poner más atención a lo que se hace en las escuelas e institutos, insistir en la Educación en Valores Cívicos y Éticos, incentivar el pensamiento crítico, creativo y solidario. Y, sin duda, que esa solución es la mejor a largo plazo, pero es una solución que exige un compromiso político por parte del Ministerio y de las Consejerías.
En Primaria y en Secundaria se necesita alguna materia que se ocupe directamente de tratar las cuestiones de la moral vivida y las de la moral pensada (Ética), las cuestiones de la legalidad y la legitimidad, las cuestiones de la justicia y las de la vida buena. Y no vale decir que estas cuestiones son «transversales» y que se van a tratar de un modo u otro en las otras asignaturas: difícilmente va a sacar tiempo y sobre todo buen material el profesorado de Matemáticas, o de Historia, o de Inglés, para tratar las cuestiones de Ética en sus propias clases. El profesorado de esas otras materias no es especialista en Ética, y bastante tienen con dedicarse a lo suyo. Quien entiende de Ética en profundidad, en principio, es el profesorado de Filosofía, y por eso es lógico que se encomiende a estos especialistas la enseñanza de una materia de Ética que ya existió en otros momentos, pero que fue suprimida por la famosa «Ley Wert» que ha sido derogada recientemente. En la nueva Ley (la LOMLOE, o «Ley Celaá») se crea una asignatura «nueva» sobre «Educación en Valores Cívicos y Éticos» a la que se asigna una hora de clase a la semana en alguno de los cuatro años que dura la ESO. Es decir, se crea una de aquellas asignaturas de relleno a las que en mis tiempos juveniles se las llamaba «marías»: unas materias con el aprobado asegurado, destinadas a completar el horario y tal vez subir un poco la media del expediente del alumnado. Pero esto no es lo que necesitamos los españoles para tener una Educación de más calidad, que nos permita sembrar en el alumnado la semilla del compromiso ético para remontar las crisis que nos afectan.
Lo que necesitamos es asegurar que haya al menos cuatro horas semanales en una asignatura seria, impartida por profesorado experto, con el nombre de Ética, que es como la fundó Aristóteles hace veinticinco siglos, y que se ocupe de tratar con métodos adecuados (reflexión personal y grupal, debates, estudio de casos, introducción al pensamiento filosófico sobre la moralidad, etc.) de hacer pensar al alumnado sobre las grandes cuestiones que hoy preocupan a la humanidad (la necesidad de convivir en paz y en democracia, la posibilidad de llevar adelante proyectos de vida buena personal y grupal, la necesidad de enfrentar con éxito los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, la necesidad del compromiso ciudadano frente a los bulos, la manipulación y la corrupción, etc.).
Nos conviene a todos que se aproveche esta oportunidad de introducir cambios en los planes de estudio de Primaria y Secundaria para dar un impulso a la Educación Ética, con la esperanza de que los frutos de este regreso se van a poder notar en el medio y largo plazo en forma de una ciudadanía más madura, más autónoma, más crítica, más libre y más solidaria. A todos nos conviene un futuro mejor.
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