“Normal”, “gravísimas deficiencias”, “moral”, “dignidad”...
Estas son algunas de las palabras que Arcadi Espada, el que fuera fundador de Ciudadanos, utilizó para justificar su artículo en el que definía a la gente con Síndrome de Down como [cito textualmente] “hijos tontos, enfermos y peores”.
No voy a entrar a trapo contra Espada. Considero que a estas alturas del cuento ya está todo dicho.
Lo que me inquieta es la 'trastienda' de todo este tinglado: ¿qué hay detrás de las palabras de este señor?
Arcadi Espada se define a si mismo como periodista a la par que reconoce afrontar su profesión “con rigor”. Al igual que él, se cuentan por centenares los periodistas que reconocen trabajar por y para el rigor. En algunos casos, se abanderan como reyes de lo objetivo y se autoetiquetan como intelectuales del más alto nivel. Sin embargo, estos discursos y esa forma total de pavonearse 'rigurosamente' no son más que falacias en el momento en el que caemos en la sobreadjetivación que no es más que la resulta del pensamiento subjetivo llevado al extremo.
En ese momento, se dinamita por completo el 'rigor'.
No hay más que volver a las palabras que usa Espada en su defensa e intentar esclarecer que significan realmente
¿Qué es lo “normal”? ¿“Normal” es equivalente a sano? ¿Tiene algún valor sanitario? ¿Qué marca la línea de lo que es normal o no? ¿Es lo común? ¿Lo habitual?
En el momento en el que alguien utiliza la palabra 'normal', suele hacerlo para subrayar aquello que considera diferente. Y eso no es rigor. Es puro pensamiento subjetivo: aceptar que existe algo 'normal' implica aceptar que existe algo que no lo es. Algo que es anormal, diferente y, por desgracia, algo que solemos asociar con 'peor que...'. Pero, ¿dónde está la línea?
¿Cuáles son las “gravísimas deficiencias”? ¿Qué no son independientes? ¿Qué no focalizan su atención en los temas importantes? ¿Qué no comprenden el mundo que les rodea?
Esas “gravísimas deficiencias” constituyen algo puramente relativo y, por ende, subjetivo: ¿Cuántas personas 'normales' -como dirían estos intelectuales- son dependientes de sus familiares o del estado? ¿Cuántas no prestan atención a temas importantes y están atontados por sus propias circunstancias? ¿Cuántos comprenden realmente el mundo que les rodea?
Sepa, querido Arcadi, que según datos oficiales del informe de EDAD publicado en 2008, más de 526.000 personas con discapacidad están trabajando. Eso supone casi un 30% de la población total con discapacidad. Eso no solo los hace productivos para la sociedad (algo que a usted, que no deja de hablar de dinero, le gustará escuchar), ¡sino que también aportan a la economía pública.
¿¡No es maravilloso?! Esta gente 'No Normal' es productiva a pesar de sus “gravísimas diferencias”.
Es curioso porque, si invertimos el porcentaje, descubrimos que en comunidades autónomas como mi querida Murcia el porcentaje de personas en riesgo de exclusión social y pobreza supone más de un 30%. Avalándonos en su discurso y los caro que sale para el estado mantenerlos, ¿va a ir a esas casas en riesgo de pobreza a exigir a esas familias que aborten para que no supongan un riesgo económico? ¿Va a plantarse allí para decirles lo poco normales que son? ¿O para usted ellos son normales por cuestiones puramente cromosómicas?
Luego habla de moral y de dignidad apelando al rigor ¡y sin despeinarse su lujuriosa melena entre tanta tontería!
¿Acaso hay algo más subjetivo que la moral y la dignidad? El valor moral es puramente circunstancial. Es tan variable como la edad, familia, experiencias, hábitat, cultura o religión. Perseguir y definir una verdad objetiva y rigurosa apelando a la moralidad es estúpido. Lo moral ni siquiera nos pertenece: ¡nos lo enseñan!
La moral de hace dos décadas no tiene nada que ver con la actual. Por poner un ejemplo, la homosexualidad seguía siendo moralmente cuestionable hace 15 años y hoy por hoy, las familias homoparentales son una realidad legal.
Con la dignidad ocurre tres cuartos de lo mismo (por ello, todas las leyes que apelan a ella me producen urticaria): es tan variable como el contexto en que se den. Luego, ¿dónde está la nota de corte en su discurso?
Vaya, fíjate: me dije que no me centraría en Espada y al final me lo he pasado un poco por donde no me da el sol.
Pero no me importa: no soy periodista ni presumo de rigor. Este es mi espacio para opinar y apelo a mi pensamiento para decir abiertamente que su rigor es basura insostenible. Como su periodismo.
Una basura incapaz de sostenerse por si misma y que ofende más que informa. Una basura peligrosa enganchada en los códigos de un periodismo peligroso y caduco lleno de adjetivos y discursos pomposos pero risorios.
Y digo esto porque no soy periodista. Pero usted sí.
Aunque no lo parezca, Don Riguroso.
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