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Cuerpo e imagen

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Las técnicas modernas de cirugía permiten modificar el cuerpo de formas que a lo largo de la historia han resultado inconcebibles. Así, hay gente cuyo cuerpo ha sido alterado para asemejarse a otra persona,  a una muñeca, o incluso a un alienígena.

Aunque no puedo decir nada sobre los casos concretos de personas a las que no conozco, sí querría reflexionar sobre este fenómeno.

La identidad corporal se constituye inicialmente a partir de un “espejo” proporcionado por la mirada de un otro, frecuentemente la madre. La multiplicidad fragmentaria de sensaciones corporales que constituye la vivencia primaria de uno mismo se unifica en una “imagen” que el sujeto recibe desde fuera. Con suerte, esta imagen concuerda con la realidad del sujeto y se constituye una identidad estable. A partir de la aceptación de la realidad, y basándose en unos ideales que se toman como objetivos a alcanzar, es posible emprender un proyecto de modificación de algunas características del cuerpo para ser más delgado, más musculoso, etc.

Por otra parte, el rechazo de lo nuclear del cuerpo y el intento de una transformación radical de éste sugieren un escenario completamente diferente. Es posible que en la especularización constitutiva de la identidad se le devuelva al sujeto una imagen muy distorsionada de sí mismo que éste no pueda sostener. Si a un niño se le transmite que es alguien omnipotente y capaz de satisfacer todas las expectativas de sus padres, o un gran atleta cuando sus características físicas no permiten respaldar esta propuesta, o un ideal racial cuando la realidad no concuerda con el canon planteado, le resultará imposible sostener la identidad que se le da, por muchos esfuerzos que el niño haga para acomodarse a ésta.

El fracaso de la identidad, por tener un referente inasumible o por carecer de dicho referente, aboca al sujeto a un vacío problemático, a una situación inestable con un alto potencial de producir clínica psiquiátrica. Una manera posible de estabilizar esta situación es mediante el empleo protésico de una imagen impostada. La búsqueda de una fachada, aún en ausencia de un edificio que la sostenga, puede permitir en algunos casos un  desempeño razonablemente funcional en un sujeto, permitiéndole formar una familia, ocupar un puesto de trabajo, o realizar algunas de las tareas que la sociedad considera “normales”.

Sin embargo, estas prótesis identitarias no constituyen auténticos modelos de sujeto y la estabilidad que producen es bastante precaria. Cualquier movimiento en el inestable equilibrio que el sujeto mantiene en relación con la imagen en la que apoya su identidad puede provocar el colapso de la personalidad, con graves consecuencias clínicas e incluso, en ocasiones, desencadenando un brote psicótico. Cuando la fantasía de poder equipararse a la imagen identitaria se desploma, lo que puede ocurrir fácilmente cuando se trata de actualizar en lo real del cuerpo algo que pertenece al terreno de lo imaginario, todo el equilibrio psíquico se puede derrumbar a continuación.

Una ideología consumista puede vender que el sujeto tiene derecho a la búsqueda de la felicidad a través de la realización de sus sueños, pero éste ideal no siempre es factible. Ideales como el de ser un gran motorista y circular por la vía pública a 160 km/h y sin casco son fácilmente confrontables por el entorno social.

Para algunos, lo que un sujeto hace con su cuerpo, incluído el ponerse o no una vacuna para una enfermedad que se puede contagiar a otros, es algo sobre lo que la sociedad no tiene nada que decir. Para otros, la sociedad tiene no sólo el derecho, sino la responsabilidad de intervenir para proteger al individuo (y a la propia sociedad) de sus decisiones cuando éstas son manifiestamente irresponsables y peligrosas.

La realización de cirugía (re)constructiva de la identidad es una tarea que entraña altos riesgos y cuyo resultado puede ser catastrófico incluso cuando los objetivos formales de la intervención se logran con éxito. La valoración psicológica/psiquiátrica de los pacientes que se someten a estas operaciones y del sentido de estas intervenciones, puede prevenir algunos riesgos, pero en ningún caso puede predecir su resultado. Encuentro preocupante la aparente frivolidad con la que se afrontan estos procesos. Explorar opciones identitarias con disfraces en carnaval parece poco peligroso y puede ser constructivo, apostarlo todo a intervenciones quirúrgicas irreversibles es harina de otro costal.

Las técnicas modernas de cirugía permiten modificar el cuerpo de formas que a lo largo de la historia han resultado inconcebibles. Así, hay gente cuyo cuerpo ha sido alterado para asemejarse a otra persona,  a una muñeca, o incluso a un alienígena.

Aunque no puedo decir nada sobre los casos concretos de personas a las que no conozco, sí querría reflexionar sobre este fenómeno.