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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Fake news: por qué funcionan, cómo se crean y cómo contrastarlas en cinco minutos

El PT pide investigar a la campaña de Bolsonaro por difusión de 'fake news'

Antonio Chumillas González

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A veces lo flipo enormemente cuando me meto en internet.

La cantidad de información falsa a la que nos exponemos es tremenda. Ya sea por las redes sociales (Facebook, Twitter o incluso Instagram) o por los propios medios de comunicación: las falacias llegan cada vez más lejos.

Me río yo de aquel que dijo que las mentiras tienen las patas muy cortas.

Hoy día se propagan rápidamente y no existe ningún tipo de regulación para contratacarlas. Mientras que en las redes sociales se difunden los mensajes breves y anónimos, la prensa aboga por la libertad para escribir los artículos en función de la línea editorial que sigan.

“¡Pero eso es algo inherente en la política y en los países liberales!” dirán algunos. “¡Pasa en todas partes!” clamarán otros para restarle importancia.

Ojalá fuera tan fácil. Según el estudio `Fake News and Desinformation Online´ publicado por la Comisión Europea un 78% de los españoles recibe noticias falsas de forma habitual mientras que la media europea se sitúa en un no menos alarmante 37%. Como veis, en España duplicamos la media europea. El estudio concluye que, para la década siguiente, los occidentales leeremos más noticias prefabricadas que informativas.

Pero, ¿cómo es esto posible? Fácil: las fake news se alimentan de la veracidad. Saben que no existe la verdad absoluta (a excepción de los sistemas cerrados como las matemáticas o ciertos campos científicos) por lo que, a partir de hechos concretos, fabrican un relato que pasa por cierto al apoyarse en elementos que conoce el público y evitar los que desconoce.

Pongamos un ejemplo reciente. En los días posteriores a los atentados del 11 de marzo, el por entonces Gobierno en funciones (PP) apareció en varios medios de comunicación señalando a ETA como los culpables de la desgracia. Gran parte de la población española creyó la mentira porque había hechos concretos e indicios que la hacían veraz:

 

  • 1) El Estado español había sido objetivo de ETA en el pasado.
  • 2) Hasta entonces, el atentado con más víctimas de la historia de nuestra democracia lo había perpetrado ETA (el atentado de Hipercor).
  • 3) Los españoles no sabíamos que Juan Jesús Sánchez Manzano, excomisario jefe de los TEDAX, había determinado en su informe que los explosivos no eran los de ETA.

Según esos tres puntos (dos que sabemos y uno que desconocemos), el Partido Popular fabricó una fake news que para muchos sigue siendo la versión oficial. Y sabemos que la fabricó porque el propio Juan Jesús reconoció que el Gobierno de Aznar le presionó para que mintiera en su informe de cara a las elecciones y porque mantuvieron la idea de que ETA estaba detrás de los atentados aun conociendo los informes de los TEDAX que descartaban esta opción.

Aquella mentira culminó con el asesinato de Ángel Berrueta, un panadero que fue asesinado por un policía nacional y su hijo al negarse a colgar en su panadería un póster que alimentaba la teoría de ETA como culpables del 11M (como dicta la propia sentencia). A día de hoy, ningún político del Partido Popular ha pedido perdón por una mentira que dividió hasta el punto del asesinato a los españoles.

¡Qué diablos!: todavía siguen volviendo a ella en época de elecciones.

Uno de los grandes peligros que estamos afrontando hoy día es que los propios políticos están generando noticias falsas a diario. Es una evolución lógica en la realidad actual: con la llegada de las nuevas tecnologías, ha cambiado la forma de hacer campaña. La exposición al público es continua, con segundos de diferencia, y hay que generar apoyo y atención a cada momento.

A esto hay que sumar el bombardeo continuo de información a través de cualquier red social. El público ya no distingue entre información y publicidad. La guerra electoral se está librando en internet. Todos tenemos contactos que publican fotos, tuits, titulares o imágenes alarmistas para vender una ideología. Me viene a la cabeza el siguiente caso: una página de Facebook (‘La izquierda ha perdido la cabeza’) difundía el siguiente tuit publicado por el usuario ‘MazzinguerZetta’:

‘La abogada iraní Nasrin ha sido condenada a 148 latigazos y 38 años de prisión en Irán. ¿Su delito? Defender a las mujeres que se manifiestan en contra de la legislación que las obliga a usar el velo y luchar contra la pena de muerta. Todas las feministas europeas calladas.’

A pocos días después del 8M, la imagen había sido compartida hasta 1.200 veces por las redes y entre sus comentarios podían leerse varios insultos. ¿Lo triste? Que su discurso era falso: el Gobierno Español, Amnistía Internacional o la Fundación Abogacía Española habían mostrado su repulsa a la condena manifestando su apoyo a la abogada. Además, se contaban por millares los tuis de apoyo a Nasrin por parte de feministas y colectivos. MazzinguerZetta (como muchos otros) se había olvidado de contrastar la información que estaba dando. El funcionamiento es el mismo que hemos visto anteriormente: te dan un dato (la sentencia) y propagan una idea apoyándose en la información que tú desconoces (que varias instituciones y colectivos sí habían mostrado su rechazo a la sentencia).

Vivimos en una época donde informarse correctamente se ha convertido en una obligación: la parcialidad de los medios, la difusión de mentiras de forma anónima y la irresponsabilidad política se han multiplicado en los últimos años.

Pero también ha crecido el acceso a fuentes fiables: por primera vez, el ciudadano medio puede acceder desde su casa a las sentencias judiciales, a datos sociales y a informes económicos. Podemos dedicar una mañana a entrar en la página del Consejo General del Poder Judicial y leer las realidades jurídicas sobre leyes tan polémicas como la Ley Contra la Violencia de Género para tener información real de primera mano y objetivamente. Podemos echar un vistazo a los diarios de sesiones del Congreso de los Diputados entre los años 1808 y 1977 para saber, realmente, que mentiras políticas nos ha colado el franquismo y descubrir que leyes o proyectos son anteriores al propio Franco y cuales podemos atribuirle a él realmente. Incluso podemos ver los resultados de las votaciones del Congreso mientras se carga Netflix para saber qué partido ha votado qué resolución y discernir entre “programas políticos” (lo que nos cuentan para que les votemos) y “realidades políticas” (lo que realmente aprueba cada partido).

Dedica tu tiempo a ir directamente a las fuentes. A fin de cuentas, son públicas y para eso las pagamos. Además, no se tarda tanto como pudiera parecer en un primer momento.

Soy español y amo mi país. Soy crítico y, por tanto, quiero ver su mejor versión. Y, precisamente por todo esto, quiero saber conocerlo a fondo y saber cómo funciona. Eso es lo que haces con la gente y personas que amas: esforzarte por conocerlas y comprenderlas.

Por muy difícil que sea.

Dedicado a Ángel Berrueta, a su familia y a la periodista Ana Bernal-Triviño

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