Feijóo vino el pasado viernes a Alcantarilla para presentar al candidato del PP, Joaquín Buendía, en su intento de reelección como alcalde de este municipio. He aquí la primera sorpresa. Que el líder nacional del centro-derecha haya elegido esta localidad para su regreso a la Región de Murcia indica que Alcantarilla posee un carácter estratégico en la cartografía de López Miras de cara a las próximas elecciones. Pero ¿por qué? ¿Cuál puede ser la razón de priorizar a este municipio por encima de otros como Cartagena, Lorca, Jumilla…? Además de por el hecho de que Buendía forme parte del Comité Ejecutivo Nacional del PP –misma situación en la que se encuentra Visitación Martínez, y Feijóo no ha recalado en San Pedro del Pinatar-, concurren aquí dos circunstancias que merecen ser destacadas.
En primer lugar, hay que subrayar el hecho de que, en Alcantarilla, el PSRM cuenta con una de sus mejores candidatas en toda la Región, Lara Hernández, la cual está adquiriendo especial visibilidad a través de una campaña de comunicación que, bajo el lema de 'Me quedo contigo', la ha convertido en la política socialista que más y mejor se está moviendo. Puede que Alcantarilla sea una plaza fuerte azul, pero algún nerviosismo ha de estar generando Lara entre los populares cuando estos se traen a su Presidente nacional para contrarrestar la viralización de su mensaje y la imagen fresca y diferente que ella representa.
Por otro lado –y en segundo lugar-, a nadie se le escapa que, hace unos meses, Joaquín Buendía era uno de los miembros destacados del PP regional que se vinculaban con Patricia Fernández, única representante de los populares murcianos que se ha atrevido a discutir el liderazgo de López Miras. Es evidente que una de las grandes obsesiones de este sea arrinconar lo máximo posible a la alcaldesa de Archena, y dinamitar así su estructura de apoyos. Es una opinión casi unánime que Patricia Fernández es una persona más capacitada intelectual, profesional y políticamente para liderar el PP de la Región de Murcia que López Miras. Contra ella no valen los méritos –siempre saldría vencedora si fueran ellos la principal vara de medir-, así que resta la guerra sucia y el despojarla de todos sus apoyos –como, por ejemplo, el alcalde de Alcantarilla.
Pero volvamos con Feijóo y su comparecencia ante más de mil militantes y simpatizantes el pasado viernes en Alcantarilla. Evidentemente tenía que hablar sobre agua. La reducción del caudal trasvasable desde el Tajo motivó que numerosos representantes del PP regional anunciaran que, cuando Feijóo llegara a La Moncloa, repararía los “recortes ideológicos” practicados por Sánchez en el Trasvase. Sin embargo y, como era de esperar, Feijóo no se mojó al hablar sobre agua en Murcia. Es el milagro de todos los que hablan acerca del líquido elemento en esta región: atraviesan ríos y mares sin siquiera empaparse. La Región de Murcia es, en materia hídrica, una patata caliente para cualquier líder nacional: de un lado, sabe que cuando recale por estas tierras deberá hacer algún anuncio que arranque el aplauso de sus fervorosos; de otro, es consciente de que siempre le saldrá más rentable electoralmente tener éxito en graneros como Aragón y Castilla La Mancha que en la Región de Murcia. La promesa, por parte de Feijóo, de un “pacto nacional con un plan de infraestructuras” resulta –incluso como compromiso no creíble- tan tibia y poco elaborada que hasta lo suyos saben que no solucionará absolutamente nada. Asumámoslo: ni con el PSOE ni con el PP en el Gobierno nacional, la Región de Murcia va a obtener una solución a su problema hídrico que no sea la de la desalación. Si llega Feijóo a La Moncloa, hará más de lo mismo –es decir: nada-. Así que, ante este resurgir de la guerra del agua que tantos réditos electorales ha dado al PP, el ciudadano tendría que apartar este problema de la ecuación electoral y votar en función de otros parámetros. Gobierne quien gobierne, nunca habrá en España algo parecido a un pacto nacional del agua. Toca aceptar la realidad, y dejarse de discursos cínicos que solo conllevan la profundización en la melancolía y en un victimismo cansino.
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