Durante varias semanas desde que empezase el mes de septiembre, el hashtag #NoSinMisPrácticas ha sido trending topic en Twitter en varias ocasiones, dando voz a los miles de estudiantes de ciencias de la salud que han perdido la oportunidad de hacer prácticas de formación este curso debido a lo que ya conocemos como ‘el bicho’, y no, no es Cristiano Ronaldo.
Quiero aprovechar, si se me permite, que el tema de las prácticas está a la orden del día para abrir un melón que siempre se ha querido mantener cerrado a cal y canto. Voy a hablarles de cómo el sistema de prácticas -general, no solo en ciencias de la salud- oculta un sistema de explotación que permite emplear a estudiantes universitarios como mano de obra barata, incluso gratuita.
A grandes rasgos podemos establecer la tipología de las prácticas universitarias en función de si son remuneradas o no. Es decir, si se te paga por el trabajo que desempeñas o no, ya veremos si lo que se paga es suficiente, lo que es seguro es que es más que cero.
Las prácticas formativas tienen como objetivo formar al estudiantado universitario en alguno de los posibles trabajos que puede realizar una vez se gradúe. Esta formación no se adquiere en un aula, se adquiere en el puesto de trabajo, ¿cómo? Pues trabajando.
El estudiantado, en la gran mayoría de casos, desempeña un trabajo totalmente autónomo en la empresa o institución en la que se encuentra, bajo la tutela de otro empleado, que puede preocuparse más o menos en formar de verdad.
Las prácticas no remuneradas son aquellas que a pesar de estar desempeñando una labor en tu puesto de trabajo no recibes ningún tipo de contraprestación económica, es el caso, por ejemplo, de las carreras de Educación, en colegios e institutos. Este estudiantado se pasa el mismo tiempo que muchos de sus futuros compañeros docentes en el centro y no reciben ningún tipo de salario, lo que en muchas ocasiones provoca que hacer las prácticas les suponga un gasto, primero por el coste de la matrícula de la asignatura, segundo por el posible desplazamiento y tercero por la adquisición de material necesario para el desarrollo. Otra característica de estas prácticas es que no se les da de alta en la Seguridad Social, por lo que esos meses de trabajo no sirve para su cotización.
No piensen que las prácticas remuneradas lo están con un sueldo digno, ni mucho menos, he llegado a ver ofertas de prácticas con una remuneración de veinte euros. La gran mayoría de prácticas remuneradas tienen una contraprestación económica muy inferior al Salario Mínimo Interprofesional, lo que supone que te siga generando un gasto realizar las prácticas. Estas prácticas sí cotizan en la Seguridad Social.
Este último fue el tipo de prácticas que yo realicé, aunque el salario no era mucho, estaba contento porque iba a cotizar cuatro meses a jornada completa. Entraba y salía a la misma hora que mis compañeros de oficina, incluso a veces llegaba antes y me iba después, y tenía tanta responsabilidad como alguno de ellos. Sin embargo, cobraba una milésima parte de lo que cobraban ellos, entiendo que no tenía ni su formación ni su experiencia, pero era un trabajador como ellos que merecía un sueldo igual de digno.
El sistema de prácticas formativas oculta tras de sí un sistema de explotación institucionalizado que vulnera los derechos del estudiantado. Trabajar sin cobrar, trabajar sin cotizar o haciéndolo menos de lo que corresponde, trabajar en condiciones laborales indecentes, esa es la realidad del sistema de prácticas universitario.
Y no es la única oportunidad que el capital tiene de explotar al estudiantado, en muchas carreras se realizan trabajos -ensayos, artículos, producciones, etcétera- gratuitos para empresas con la excusa de contribuir a su formación.
Esta realidad afecta especialmente al estudiantado de clase obrera, empujado a estudiar y trabajar a la vez para pagar sus estudios, debido a que en muchas carreras las prácticas son obligatorias para egresar, se ven forzados a dejar sus trabajos para emplear su tiempo en estas prácticas, que como he dicho, en su mayoría son no remuneradas. Este sistema de explotación del estudiantado lo hunde aún más en la vulnerabilidad y, en muchos casos, acaba por la expulsión del sistema universitario.
Reivindiquemos que ningún estudiante se quede sin hacer sus prácticas, pero también que estas sean de calidad y en las condiciones laborales adecuadas. El estudiantado debe cobrar por su trabajo tanto como cualquier otro empleado, debe tener los mismos derechos y estar dado de alta de la misma forma.
Hasta entonces, permítanme que deje de llamarlas prácticas de formación, y pase a llamarlas prácticas de explotación.
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